Machismo, feminismo e ideología de género

La ideología de género, como toda ideología, no se corresponde con los hechos, sino a su manipulación y distorsión por medio del lenguaje.

28 DE AGOSTO DE 2022 · 08:00

Anete Lusina, Unsplash,lgbtiq+, ideología género
Anete Lusina, Unsplash

Sociedad patriarcal, machismo y feminismo (5)

Decíamos la pasada semana que el meollo de la ideología de género -como nos lo informa puntualmente Mario Cely- es que “la separación entre sexo y género constituye una de las principales características de la denominada ideología de género, para la cual el ser humano nace sexualmente ‘neutro’ [desde el punto de vista de su “género”] y luego es socializado o culturizado como varón o como mujer” en conformidad con su sexo biológico.

Es decir que el sexo, como es apenas obvio e irrefutable, nos viene dado por la naturaleza, pero el género es una construcción social y cultural independiente y que no guarda una relación necesaria con el sexo. 

Partiendo de este postulado ideológico indemostrable y contrario al uso común de la palabra género como sinónimo de sexo; las feministas y el colectivo LGBTI promotores de esta ideología quieren establecer, como en un nuevo surrealismo ajeno a los hechos, la existencia de muchos géneros diferentes dependientes de la orientación sexual, tan numerosos y traídos de los cabellos que ya es difícil identificarlos, enumerarlos y entenderlos a todos, pero entre los que se destacan los que se incluyen en la sigla LGBTI, es decir: lesbianas (el aporte del feminismo), gays, bisexuales, transexuales e intersexuales y, últimamente, la letra Q que se le ha agregado a esta sigla, que significa queer, un supuesto género indefinible que se resiste a encajar en ninguna clasificación porque la esencia de la llamada “teoría queer” es que el género como tal, debería desaparecer y no se debería utilizar para definir a nadie.

Así, si bien las feministas que promueven la ideología de género abogan para que el género deje de estar limitado, entonces, a hombre y mujer únicamente, sino que incluya una gama creciente de géneros definidos no por el sexo biológico, sino por la presunta orientación o inclinación sexual psicológica de la persona; las feministas que no están de acuerdo con la ideología de género pretenden, entonces, que se supriman, no los géneros ꟷconcepto al que, desligado del sexo biológico, consideran acertadamente como un artificio innecesario de la ideología de género que no se sostiene en la realidad y que no buscan, por tanto, modificarꟷ; sino los roles de género a los que sí consideran algo social y culturalmente construido de maneras arbitrarias e injustamente restrictivas para la mujer.

Pero, aunque esta intención es mucho más razonable y realista que las pretensiones de la ideología de género en cabeza de la comunidad LGBTI, cabe preguntarse si es realmente deseable suprimir todos los roles de género culturalmente construidos como si esta construcción fuera caprichosa y arbitraria. 

Al fin y al cabo, descontando las ya aludidas diferencias psicológicas que estas feministas cuestionan como construcciones culturales, incluyendo los efectos que esta culturización presuntamente tendría sobre el funcionamiento neuronal de hombre y mujeres, las diferencias naturales y físicas entre los sexos son demasiadas y tan abrumadora y científicamente establecidas que no se pueden ignorar ni mucho menos atribuirlas a la socialización. Veamos estas diferencias con algo más de detalle apelando a las descripciones y explicaciones de Gerald van den Aardweg.

Nos informa este psicólogo holandés que, en la primera etapa del desarrollo humano surgen las diferencias en cuanto al sexo genético, que comienza desde el mismo momento de la concepción, cuando se forma el ADN del embrión humano en su estado unicelular, conocido científicamente como “cigoto”, que ya tiene una identificación precisa que se manifiesta en el sexo cromosómico, dependiendo si está presente la pareja de cromosomas XY, que da lugar a un embrión de sexo masculino, o XX, que da lugar a un embrión de sexo femenino, iniciando así actividades bioquímicas diferentes para cada uno de los dos sexos, de tal manera que al final de la concepción puede decirse que todas las células trabajan “en sentido masculino” o en “sentido femenino”. 

Las diferencias se hacen más manifiestas con la aparición del sexo gonádico, que tiene lugar entre los 20 y los 90 días del embarazo en que se forman las gónadas diferenciadas (testículos en el varón, ovarios en la mujer).

Avanzando en las diferencias naturales entre hombre y mujer, llegamos a lo que se conoce como el sexo fenotípico, que ocurre desde la octava semana de embarazo mediante la producción de las hormonas (andrógenos en el hombre, estrógenos en la mujer), haciendo visible la diferenciación fenotípica que no concierne solamente a los órganos genitales diferentes, sino que implica a toda la estructura somática. Y por último la sexualización cerebral por la que, citando textualmente a van den Aardweg: “La acción precoz de las hormonas generadas de las gónadas determina la diferenciación en la estructura y en el funcionamiento de los grupos de células cerebrales. Esta diferenciación interesa ante todo en las áreas relacionadas con los procesos y los comportamientos reproductivos, pero también en la neocorteza del cerebro, involucrados en la actividad cognitiva y en la experiencia consciente. Es conocida la diferencia de maduración de ciertas capacidades entre los machos y las hembras: Por ejemplo, el desarrollo del lenguaje lo tienen antes las mujeres que los hombres, que por el contrario adquieren primero la capacidad de la representación viso-espacial”.

De esta descripción se puede deducir con Mario Cely que: “lo genético-biológico es la causal determinante de la orientación sexual o género en hombres y mujeres… Y aunque la persona no se agota en el nivel exclusivamente biológico, con el ‘dimorfismo anatómico’… también se entrelaza lo psicosexual, lo cultural y lo social”. 

La ideología de género, como toda ideología, no corresponde, pues, a los hechos, sino a su manipulación y distorsión por medio del lenguaje. Por eso, Beatriz Eugenia Campillo advierte: “Hablar de identidad ‘sexual’ puede utilizarse para privilegiar solo la dimensión biológica, del mismo modo que hablando de género se reduce la identidad al aspecto sociocultural y psicológico. Por esta última vía de reemplazar sexo por género se rompe la inescindible unidad del ser humano, dejando su psique desestructurada y al individuo sumido en un profundo caos emocional”. Y con base en todo esto, esta misma autora concluye: Es lógico que ciertos comportamientos los asociemos más con un sexo que con el otro, esto en razón de que somos diferentes, no mejores o peores, iguales en tanto humanos, pero con capacidades y fortalezas distintas que desde el mundo de la caverna pueden identificarse y es justamente lo que nos enriquece. Que hombres y mujeres seamos diferentes es una cuestión antropológica, que no está relacionada con la dominación como esta ideología de género pretende mostrarlo”.

Así, pues, ni el machismo ni el feminismo tienen lugar en el contexto original de la creación previo a la caída en el que, no obstante, ya existía la conveniente diferenciación de roles de género en conexión con las diferencias naturales entre los sexos.

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Índice de la serie sobre “Sociedad patriarcal, machismo y feminismo”

  1. Dios, machismo y feminismo
  2. La raíz del machismo
  3. Feminismo y rol de la mujer
  4. El equilibrio en la relación hombre-mujer
  5. Machismo, feminismo e ideología de género
  6. Pastorado de la mujer

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - Machismo, feminismo e ideología de género