Las fake news sobre el cielo

Hay que aclarar y corregir la idea equivocada del cielo como un existir eterno flotando entre nubes y tocando el arpa o, peor aún, aburridos.

    19 DE FEBRERO DE 2023 · 08:00

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    giografiche, Pixabay

    Hablemos del cielo (3)

    La semana pasada hablamos del cielo como una eternidad con cuerpos glorificados e incorruptibles en una tierra renovada en grado superlativo, viviendo en la presencia del propio Dios, algo que debería ser un estímulo suficiente para imaginar y anhelar el auténtico “reino de los cielos” y trabajar en la tierra actual para alcanzarlo.

    Pero es importante aclarar, contrarrestar y corregir de paso las ideas equivocadas que muchos tienen de él, como aquella imagen infantil del cielo como una existencia eterna flotando entre nubes y tocando el arpa o, peor aún, como lo señala John Eldredge: “Casi todos los creyentes con los que he hablado tienen una idea de que la eternidad es un servicio de iglesia sin fin… Nos hemos conformado con la imagen de los cánticos sin fin en el cielo, un gran himno después del otro, por siempre, amén. Y nos sentimos abatidos ¿Por siempre jamás? ¿Eso es todo? ¿Esas son las buenas nuevas? Y entonces suspiramos y nos sentimos culpables de que no somos ‘más espirituales’. Nos desalentamos y nos volvemos más al presente para encontrar lo que podamos de la vida”.

    De hecho, David Lloyd George confiesa: “Cuando era niño, el pensamiento del Cielo solía asustarme más que el pensamiento del infierno. Yo me imaginaba al Cielo como un lugar donde el tiempo sería domingos eternos, con servicios eternos de los que no habría escapatoria”. 

    Si a esto le añadimos la impresión que muchos servicios cristianos dominicales transmiten, a la que Mark Twain hizo alusión con su característico ingenio y humor mordaz en su obra El Diario de Adán y Eva diciendo: “Empiezo a comprender la razón de ser de la semana… es para descansar del aburrimiento del domingo”, tenemos el cuadro perfecto para una imagen poco deseable del reino de los cielos, concebido en el mejor de los casos como un lugar inevitablemente aburrido, cuando no atemorizante, como lo declara una creyente que nos dice que: “Cuando tenía siete años, una maestra en mi escuela dominical cristiana me dijo que cuando fuera al Cielo no reconocería a nadie o nada de la tierra”, como consecuencia de lo cual continúa diciendo que: “Yo tenía terror de morirme… Me ha resultado muy difícil avanzar en mi camino cristiano debido a ese temor del Cielo y de la vida eterna”.

    Fiel a su concepción negativa del cielo, Mark Twain la plasmó en su obra Las aventuras de Huckleberry Finn al registrar el diálogo entre la solterona cristiana Señorita Watson y Huckleberry, al cual éste último se refirió así“Ella me habló sobre el buen lugar. Ella dijo que todo lo que una persona tendría que hacer allí sería andar todo el día con un arpa y cantar por siempre jamás. Así que pensé que eso no era bueno… Le pregunté si ella estimaba que Tom Sawyer iría allí y ella me dijo que no, que no era ni remotamente posible. Yo me sentí contento en cuanto a eso, porque quería que él y yo estuviéramos juntos”.

    Hablando del “buen lugar”, una serie de televisión de comedia titulada justamente “The Good Place”, presenta la eternidad en el cielo como algo tan aburrido que al final se le da a las personas que en él se encuentran la oportunidad de terminar con esta existencia cuando han agotado todas las posibilidades que el cielo ofrece, que no serían tantas ni tan variadas como para justificar una eternidad dedicada a realizarlas.

    Un enfoque que considera que la inmortalidad sería, al final, más una maldición que una bendición (al mejor estilo de la conocida novela de Oscar WildeEl Retrato de Dorian Gray), pues, como lo expresaba un miembro de una presunta especie inmortal de seres en un episodio de la serie Viaje a las estrellas: “Para nosotros, la enfermedad es la inmortalidad”, quejándose de ella debido a que “todo lo que podría ser dicho y hecho ya ha sido dicho y hecho y ahora sólo hay repetición y completo aburrimiento”.

    La pobreza conceptual de estos planteamientos del cielo, o más exactamente repetimos del reino de los cielos, radica en gran medida en el entendimiento defectuoso que tenemos de la expresión “vida eterna” asociada a él, como una de sus características y bendiciones más propias. Por eso, como lo dice Stephen M. Ashby: “No existe ni un solo versículo de la Escritura que afirme que los no creyentes tengan vida eterna. Por supuesto, los no creyentes existirán eternamente… [pero] La vida eterna no es propiamente una existencia perpetua; es la propia vida de Dios”. 

    Es por eso que la Biblia afirma taxativamente en el Nuevo Testamento que la llamada “vida eterna” es una bendición exclusiva de los creyentes en Cristo. Sin embargo, si no se entiende bien esta expresión puede dar pie a confusiones y malentendidos al respecto, comenzando por quienes conciben la vida eterna únicamente en términos de su componente cronológico, pensando en ella como la mera prolongación indefinida de la vida humana en el tiempo, algo que en realidad es tan sólo su valor agregado, pero no su aspecto más fundamental.

    Si así fuera, tendríamos que sostener que los incrédulos también disfrutarán de la vida eterna, puesto que la Biblia nos indica igualmente que ellos existirán por siempre en condenación eterna perpetua.

    Es por eso que la vida eterna no se define en términos de la cantidad de años vividos, sino en términos de la calidad de la vida disfrutada. La vida eterna en el reino de los cielos establecido por Cristo en la tierra es, pues, una vida de una calidad incomparablemente superior a la actual, con el agregado de que se prolongará sin fin en el tiempo.

    No debemos confundirla, entonces, con una mera existencia sin fin en el cronos palabra griega para referirse al tiempo en su carácter estrictamente cuantitativo, secuencial o cronológico, utilizado por la teología para referirse al tiempo humano, por contraste con el “tiempo” de Dios; que es un tiempo cualitativa, cabal e incomprensiblemente superior al nuestro y designado por ello con el término griego kairos, por oposición al cronossino que debemos entenderla como la vida auténtica de la cual la actual vida del no creyente es únicamente un pobre y patético remedo.

    Esta distinción justifica el hecho de que en el griego bíblico la palabra para referirse a esta vida sea zoe y no bios, la raíz que se encuentra detrás de todas las formas de vida biológica conocidas, incluyendo la humana. Así, pues, bíblicamente hablando el tiempo y la vida humanas son tan sólo cronos bios respectivamente, mientras que los de Dios son kairos zoe. Y la vida eterna es participación e introducción del cronos bios humanos en el kairos y el zoe divinos.

     

    Serie "Hablemos del cielo"

    1.- El tercer cielo y la segunda venida de Cristo

    2.- El tercer cielo, cielo presente o estado intermedio

    3.- El falso cielo de la cultura popular

    4.- El reino de los cielos, el ‘shalom’ perfecto

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - Las fake news sobre el cielo

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