¿Cómo ser de bendición si no vivo en bendición?

El poder del Espíritu, un trabajo en equipo y una familia saludable: ¡ha llegado nuestro turno!

    30 DE ENERO DE 2022 · 08:00

    Mikhail Konetski , Pexels,alegría, familia
    Mikhail Konetski , Pexels

    Una aspiración de cara al nuevo año (Parte 3) 

    Todo, en el reino de Dios, tiene utilidad, sirve para algo, vive para otros, es de bendición o comporta un provecho, no solo para sí mismo, sino para los demás. Así es con Dios; y es un principio aplicable a sus ángeles, a su creación natural y, por supuesto, a su pueblo en la Tierra. Si aún estamos aquí es para que su amor y bendición fluyan desde nuestras vidas a otras vidas.

    Pero la pregunta que nos estamos haciendo en las dos últimas semanas es: ¿Cómo podemos ser de más bendición? En el artículo, Ser de bendición, llenos de compasión, dimos dos claves: creamos que somos de bendición y llenos de amor compasivo. En el soliloquio, Cómo ser agentes de bendición en este 2022, sumamos dos consejos más: al vivir cerca del Señor y al invertir en ser de más bendición y no esconder lo que hemos recibido por gracia. Hoy concluiré con otras tres recomendaciones que, para mí, son toda una inspiración.

     

    5. Con el poder del Espíritu 

    Cuando deben comenzar los discípulos y los apóstoles, esos 120, el Señor fue muy enfático: “Y reuniéndolos, les mandó que no salieran de Jerusalén, sino que esperaran la promesa del Padre: La cual, les dijo, oísteis de mí; pues Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos días... recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hechos 1:4-5,8). Ellos no debían ir a ninguna parte sin el poder del Espíritu, aunque ya tenían la palabra de Jesús, el testimonio de la resurrección de Jesús; aunque cambiaron, cuando vieron que Jesús había vencido a la muerte, y había resucitado; cambió su temor por valentía, y estaban listos para obedecer al Señor; pero Jesús dice: “No en vuestras fuerzas, no en vuestro poder. Necesitáis la llenura del Espíritu Santo”.

    Para ser de bendición no es suficiente con lo numerosos y simpáticos que somos; ni los dones, talentos y todo lo que el Señor ha puesto en cada uno (que, por cierto, es algo único). Sin duda, hay mucha gente que no tiene a Cristo, que no tiene al Espíritu Santo, y a pesar de todo son de gran ayuda y de bendición para otros. Pero, en esto de servir al Señor, los apóstoles no podían comenzar sin tener a Jesús, en la persona del Espíritu Santo, viviendo y reinando en sus vidas.

    Llenos del Espíritu Santo, no es solo haber recibido al Espíritu Santo, sino que es buscar su bautismo, es decir, su llenura. Seremos como una esponja empapada, cargados de su Presencia. Por eso es tan importante el punto anterior, el de pasar tiempo cerca del Señor, porque ahí es donde te empapas. Busquemos al Señor en la madrugada para que nos caiga el rocío, pues, como en lo natural, también cuando buscamos al Señor temprano nos cae el rocío de su Presencia y luego somos de más bendición.

    Hay un versículo que vamos a leer de una manera nueva. Lo conocemos bien, es Zacarías 4:6, pero se me ha ampliado el sentido en la versión Traducción en Lenguaje Actual: “Dios le está mandando un mensaje a Zorobabel, y es el siguiente: Zorobabel, no hace falta que seas poderoso, ni necesitas un gran ejército; lo único que necesitas es mi Espíritu. Yo soy el Dios todopoderoso, y te aseguro que así es” Zacarías 4:6 (TLA). 

    No se trata de que tú seas poderoso o de que tengas una gran riqueza, un gran recurso de gente o una gran influencia. Nada de lo que puedas tener en tus fuerzas es tu seguridad o tu aval. “Si Yo te envío, Yo te respaldo”, nos dice el Señor. “Lo único que necesitas es mi Espíritu Santo, porque yo soy el Dios Todopoderoso. Todo el recurso del Cielo está a tu favor para hacer la obra que Yo te mando hacer”. No pienses que esto es para los predicadores o para los que son muy ungidos o para intercesores, evangelistas, etc. No. Todos somos sacerdotes y todos somos ministros del Señor. Es un llamado universal: conformamos un pueblo santificado para servir al Señor.

    El poder del Espíritu es el poder para los que decimos, “no puedo”. El Señor está como Ayudador y a nuestro lado siempre. Siempre puedes pedirle ayuda al Espíritu Santo. Yo suelo preguntar al Señor: “¿Cómo me visto? Espíritu Santo, ayúdame”. Porque no tengo buen gusto. Pero la ayuda del Espíritu es como un padre con un hijo. Tú no se lo haces todo a tu hijo. Quieres que tu hijo vaya haciendo las cosas por sí solo. Hay muchas cosas que podemos hacer porque Dios nos ha dado habilidades: una inteligencia y una capacidad para trabajar, para estudiar, para cocinar, para honrar la autoridad, escuchar a alguien, educar a un hijo, etc. Y el Señor va a estar a tu lado, pero te dice: “¡Hazlo! Que ya te he dado la habilidad”. No obstante, hay otras cosas en la vida en las que le decimos al Señor, con toda franqueza: “yo no puedo”. Lo he intentado cien veces y no puedo perdonar a tal persona que me ha herido. Señor, no puedo, me cuesta testificar en mi trabajo, en mi universidad o con mis familiares. No puedo honrar a este jefe injusto y maleducado. Me cuesta criar a este hijo rebelde... Entonces, le dices al Espíritu Santo: “¡Ayúdame, Espíritu Santo!”. Y contesta el Señor: “Donde tú no puedes, ahí actúa mi poder”. Como se lo expresó a Pablo en 2 Corintios 12:9: “Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad”.

    Recuerda: El poder del Espíritu es el poder que necesitamos cuando dices, “no puedo”.

     

    6. Trabajando en equipo 

    ¿Cómo podemos ser de más bendición en este nuevo año? Trabajando en equipo. Aquí es donde entra el cuerpo. Nuestro potencial se va a multiplicar al trabajar en unidad y en equipo. “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto” (Eclesiastés 4:9-11). 

    Aunque Dios te puede usar en una forma individual, pero en el Reino no hay lugar para llaneros solitarios. Grandes profetas, que Dios ha usado solos, como Elías, tarde o temprano son conectados con el cuerpo: con un discípulo, Eliseo; o los siete mil que no han doblado la rodilla ante Baal.

    Nos necesitamos unos a otros. Necesitamos al cuerpo. Quizás dices, “pero ¿cómo me puede usar a mí?”. Por ejemplo, al saludar a alguien nuevo, que está empezando en Cristo y nos visita en una reunión. Deja un momento al que conoces de siempre y ve a esa persona que te necesita; salúdala, dale amor, dale cariño, sé de bendición con tu sonrisa y tu amabilidad.

    ¡Cuán sabio es Dios, que no nos ha dado todos los dones! Por el contrario, ha repartido dones como ha querido (1 Corintios 12:8-10). Así nos necesitamos y trabajamos como cuerpo. Dios usa a unos cantando; a otros predicando; a otros aconsejando; a otros en su empresa; a otros enseñando; a otros con los niños; y otros con su carrera de psicología, de medicina, etc. Aquello que tú no puedes hacer o que no te gusta, a otro le encanta hacerlo. Debes entender cuándo entra el turno de tu hermano. Da paso a otros y respeta la opinión de los demás. No nos tengamos en poco unos a otros.

    Aquellas personas que tienen un ego tan grande, que se sienten la estrella y todo tiene que girar en torno a ellos, llegará un momento en el que no podrán trabajar en equipo. O se encontrarán con otra estrellita y habrá una colisión de estrellas. Pero cuán bueno es cuando podemos decir: “la estrella se llama Jesucristo”. Él es la estrella y el protagonista. Él es la cabeza del cuerpo y todos miembros unos de otros (Efesios 4:25 y Romanos 12:5), cada uno con su funcionamiento.

    Para trabajar en equipo a menudo hay que dar un paso atrás y dejar el lugar a otros. Cuando trabajas en equipo debes discernir cuáles son tus fortalezas y con qué fuertes cuenta el otro. Nuestro potencial se va a multiplicar cuando sepamos trabajar en equipo.  

     

    7. Ser más bendición como familia con una familia saludable 

    El último punto me encanta. ¿Cómo podemos ser de más bendición? Seamos de más bendición como familia, al tener una familia saludable.

    La promesa se la dio el Señor a Jacob: Génesis 28 14. “Jacob, en ti y en tu simiente serán bendecidas todas las familias de la tierra”. ¿Sabes cómo era la familia de Jacob? La familia de Jacob era más problemática que la familia de los Gucci (el film de Ridley Scott da fe de lo estridente que fue todo en aquella casa). En la familia de Jacob descubrimos muchos problemas. Pero Dios no se cansó de aquel pequeño pueblo y siguió trabajando en Jacob para convertirlo en Israel; obró en Judá, para que fuera todo un primogénito; en los hermanos de José, para que le pidieran perdón; en José, para hacerlo príncipe de Egipto... En la familia de los patriarcas distinguimos el poder de la gracia de Dios para convertirlos en una bendición a todas las familias de la Tierra; y de esos lomos viene Cristo.

    Entonces, si tú dices, “Señor, puedes usar a la familia de tal o cual hermano, pero nosotros no somos una casa capaz de bendecir a otras familias”. Solo te contestaré: démosle lugar al Reino de Dios en nuestros hogares. Hombre, deja que el Señor sea tu cabeza, deja que Él te trate como obró en Jacob, para que seas un hombre diferente con tu mujer y con tus hijos. Serás el sacerdote y el líder que necesita tu casa. Mujer, dale lugar al obrar de Cristo, para que te conviertas en una mujer de Dios, que traes un ambiente de bendición a casa; que sabes cuidar a tu esposo y a tus hijos; que brillas con la luz de Jesús en medio de la sociedad. Hijos, abrid el corazón al Señor, para ser hijos que honran a sus padres... ¡Claro que tenemos problemas! ¡Todas las familias! Pero el Dios de Jacob (Salmo 146:5) sabe sanar relaciones y restaurar familias y transformar corazones. 

    Estéfanas fue un siervo de la iglesia de los Hechos, en Acaya. El nombre Estéfanas significa ‘el coronado’. Un coronado es un rey o un campeón. Estéfanas fue un campeón. Al menos para mí. Lo considero un hombre de éxito, porque un hombre exitoso es alguien que tiene una familia saludable, que puede ser una casa de bendición para otras familias. Para mí, esa persona ha triunfado en la vida. Así fue la familia de Estéfanas (1ª Corintios 16:15-16). ¿Qué sabemos de ellos? Que el Señor los hizo cada vez de más bendición, hasta que llegaron a ser líderes. Pero no llegaron a ser líderes simplemente por ser los primeros convertidos de Acaya. Ni llegaron a ser líderes porque estudiaron en tal o cual seminario o universidad. Acabaron siendo líderes porque se dedicaron para el Señor y para ser de bendición a los demás. Su servicio les dio autoridad. Su entrega les otorgó un respaldo. Por eso el apóstol Pablo dice: “honrad y estad sujetos a gente como ellos”. Es maravilloso cuando, como la casa de Estéfanas, somos una familia de bendición.

     

    Ha llegado nuestro turno

    Jesús es la bendición mayúscula, la bendición plena, la bendición eterna para todos los hombres. Para mi propia vida, Jesús ha sido el gran regalo, la gran bendición. Todo lo de este mundo, al final, o cansa o se acaba; e incluso lo bueno de este mundo deja una factura. Si, por ejemplo, buscas solamente tus placeres, buscas tu propio éxito, prosperar y ser feliz. Esa “bendición”, más tarde puede acarrear una depresión o una factura de tristeza o una factura de resaca o de enfermedad. Pero “la bendición del Señor es la que enriquece y, con ella, Dios no añade tristeza” (Proverbios 10:22). Es una bendición que no se acaba, es una bendición que no deja resaca, y que va en aumento.

    Jesús es la bendición para todos nosotros, pero Él fue llevado al Cielo y está con el Padre. Su bendición en la Tierra sigue activa a través de la Iglesia, que somos el cuerpo de Cristo, sus hijos y discípulos. Dijo Jesús: “Como el Padre me ha enviado, así yo os envío” (Juan 20:21). Cuando él ascendía, mientras se despedía de sus discípulos, ascendió al cielo bendiciéndolos (Lucas 24:51), porque somos el pueblo bendecido para ser de bendición. “Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones” (Mateo 28:18-19). Nos delegó autoridad para poder hacer su obra. Ha llegado nuestro turno.

     

    Resumiendo

    Una aspiración para el 2022 es ser de más bendición. Pero ¿cómo voy a ser de bendición si no vivo en bendición? Debo vivir en la bendición que el Señor nos ha dado en Cristo. Creamos que somos una bendición para los demás; llenémonos de compasión; invirtamos en ser de más bendición; y vivamos más cerca del Señor. Además, con el poder del Espíritu, trabajando en equipo y como familia, al tener una familia saludable, el Señor nos va a ayudar a ser una bendición caída del Cielo para todos los que estén cerca nuestro.

    Ánimo y nunca perdamos de vista un enfoque tan sencillo y, al mismo tiempo, tan poderoso como el que hemos estudiado en estos tres artículos.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Soliloquios - ¿Cómo ser de bendición si no vivo en bendición?

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