¿Es la moral resultado de la evolución?

La reflexión sobre el bien y el mal es ineludible para todo ser humano en todos los pueblos a lo largo de la historia.

25 DE JUNIO DE 2023 · 08:00

Placidplace, Pixabay,mente cibernética
Placidplace, Pixabay

La conciencia del bien y del mal (3)

Ante el fracaso del intento por relativizar o negar la moralidad (analizado en el artículo de la pasada semana), el pensamiento secular y ateo opta por hacer de ella un simple subproducto reciente del proceso evolutivo en el que supuestamente nos encontramos inmersos.

Todo lo cual no es más que un sofisma, pues si el naturalismo es cierto, entonces, como lo sentencia F. H. Jacobi: “Toda acción moral, verdaderamente virtuosa, es, en relación con la naturaleza, un milagro”.

Lo cierto es que el naturalismo científico y la filosofía materialista encuentran tan difícil explicar convincentemente el surgimiento de la moralidad o la conciencia del bien y del mal en el ser humano por un simple proceso evolutivo, que cualquier acción moral y virtuosa llevada a cabo por los hombres muchas veces de carácter sacrificial y a costa del beneficio, la subsistencia o la misma supervivencia personal inmediata no podría explicarse sino como un milagro que rompe con el fríamente práctico principio de selección natural que asegura la supervivencia de los más fuertes o mejor adaptados.

Porque ¿qué ventaja evolutiva podría brindar a nuestra descendencia genética un acto altruista de abnegación y sacrificio bajo la guía de nuestra conciencia moral en términos de supervivencia?

Dicho con más precisión ¿qué ventaja evolutiva en términos de supervivencia y calidad de vida reporta a los hijos de un soldado su voluntario sacrificio en combate en el frente de batalla? Ninguno apreciable o medible, sino todo lo contrario, mayores dificultades en la vida producto de un padre ausente y de la provisión material, la seguridad y la estabilidad emocional que en términos normales él podría brindar a su familia.

Claro, el evolucionista ateo Richard Dawkins afirma que tal vez no traiga ninguna ventaja evolutiva a nuestra descendencia genética inmediata, sino a la de la especie, postulando así la muy especulativa, nunca demostrada y bastante descabellada teoría del “gen egoísta” que afirma que nuestras decisiones morales de carácter altruista proceden de nuestros genes ꟷes decir que, en realidad, no tomamos decisiones libres, sino determinadas por nuestros genes, de los que vendríamos a ser “idiotas útiles”ꟷ, y que éstos lo único que buscan es asegurar la supervivencia de la especie, aunque en el proceso algunos de los miembros individuales de la misma deban sacrificarse para lograrlo.

Pero lo cierto es que esta explicación tal vez podría cobijar algunas acciones instintivas de las especies animales, pero está lejos de explicar el conjunto de acciones morales emprendidas a lo largo de la historia por el género humano. Así, pues, si desde el punto de vista naturalista la moralidad es un milagro, no puede entonces excluirse a Dios como explicación de ella.

De hecho, contrario a lo afirmado por Richard Dawkins en su intento de justificar la moralidad en un contexto ateo, a lo que este planteamiento contribuye es a un estado de cosas tan caótico, arbitrario e injusto como el ya muy tristemente célebre que hemos podido observar en los regímenes políticos dictatoriales y ateos en el que lo que rige a la postre es la ley del más fuerte con una masiva violación de los derechos humanos por parte del mismo gobierno, y el consecuente principio de “sálvese quien pueda”, como lo promulga actualmente la llamada sociobiología o darwinismo social que lleva con cínica frialdad hasta sus últimas consecuencias lógicas en el campo de la conducta humana lo que está implícito en la noción de evolución tal como la plantea el darwinismo, dándole la razón más bien a Fiódor Dostoievski cuando dijo con gran acierto y contundencia lógica que: “si Dios no existe, todo está permitido”. Así, pues, debemos reiterar que si Dios existe se vuelve obvio comprender de dónde surge la moral, pero si no existe con mayor razón ¡la moral es un milagro! El evolucionista se encuentra ante la encrucijada de negar a Dios y los milagros, sólo para terminar haciendo de la innegable moralidad humana un milagro inexplicable en términos evolucionistas.

Por otra parte, la moralidad no se rige por la conveniencia ni el interés propio en primera instancia. Dicho de otro modo, los seres humanos estamos continuamente impulsados a pensar en términos de lo que es bueno y lo que es malo, no porque nos agrade o desagrade o nos brinde o no beneficios inmediatos a diferencia de los animales, para los cuales lo bueno es “lo que me gusta” y lo malo “lo que no me gusta”ꟷ, sino porque existe un bien que debemos honrar aunque no nos agrade ni beneficie de manera inmediata y un mal que debemos evitar y combatir así eventualmente nos agrade y nos reporte algún tipo de placer o engañoso beneficio inmediato.

La reflexión sobre el bien y el mal es, pues, algo muy razonable e ineludible para todo ser humano. Tanto así que, sin perjuicio de las diferencias culturales, situacionales o personales al respecto, existe un consenso entre todos los pueblos a lo largo de la historia sobre la maldad y la bondad de un buen número de acciones humanas.

Los desacuerdos al respecto surgen, más que de la cultura, de la situación o del punto de vista personal, de nuestra resistencia a apelar a una autoridad superior a la humana para dirimir las diferencias y ante la cual tendríamos todos que dar cuenta sin excepción.

Porque si bien es cierto que la moralidad tiene un amplio sustento racional compartido por todos los hombres, también lo es que nuestra condición caída le imprime un sesgo a nuestra razón que la ofusca y nos lleva a razonar mal y a terminar justificando lo que no puede ni debería justificarse si razonáramos siempre de manera correcta.

Por esta causa, es necesario acudir de nuevo a Dios, de modo que sea siempre Él Quien tiene la última palabra al respecto, pues: “¿Cómo puede el joven llevar una vida íntegra? Viviendo conforme a tu palabra… no dejes que me desvíe de tus mandamientos” (Salmo 119:9-17).

En último término, el carácter universal de la moralidad es una prueba de que la misericordia de Dios no niega las bendiciones más básicas ni siquiera a quienes se oponen a Él y están muy lejos de merecerlas, pues la moralidad es, ciertamente, una bendición de la que la humanidad entera en principio participa. Incluso quienes utilizan estos dones y bendiciones en contra Suya para desvirtuarlo y negar su existencia, o los pervierten, como lo hacen los ateos que promueven alguna forma de moralidad al margen y sin relación con Dios. Y es que, a su pesar y así se resistan a reconocerlo, las luces intelectuales por las que somos capaces de razonar, de tener conciencia del bien y del mal, y de desarrollar la ciencia y la cultura, proceden de Dios en la persona del Verbo que se encarnó como hombre en Cristo, pues: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla…Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo” (Juan 1:4, 9). El Verbo es, pues, la luz de la humanidad en general y de cada ser humano en particular y sin excepción, creyentes y no creyentes, justos o injustos por igual, al margen de grados. Es en conexión con esto que la teología cristiana habla de la “gracia común” como aquella gracia divina que abarca a todos sin excepción y que tendemos a menospreciar e ignorar al darla por sentada, como si nos la mereciéramos, pero que en realidad debemos a un Dios generoso que: “… hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos” (Mateo 5:45).

 

Articulos publicados de esta serie de "la conciencia del bien y del mal"

1.- La chispa divina en el ser humano

2.- Ateísmo y moralidad

3.- ¿Es la moral resultado de la evolución?

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - ¿Es la moral resultado de la evolución?