La mandrágora en la Biblia y la cultura
Citada en Génesis y Cantar de Cantares, es usada por Shakespeare y otros insignes personajes.
23 DE JUNIO DE 2024 · 08:00
La mandrágora es considerada como “hierba del mediterráneo” y de las altas regiones del Himalaya. Tiene un olor fétido y solía ser usada como narcótico antes de las intervenciones. En su torno se tejieron muchas historias como que era indispensable para ser invulnerable o para descubrir tesoros.
En inglés, la asociación con los humanos proviene del hecho de que “man”, hombre, se asociaba con la forma de la raíz que aparentaba un ser humano y “drake”, dragón. Todo indica –gran curiosidad- que allí nació el tradicional personaje de Mandrake el Mago.
Según el “Diccionario Bíblico” de Editorial Clie, la mandrágora es llamada la “manzana de amor”.
Se suponía que esta olorosa planta actuaba como filtro de amor y que tenía virtudes fertilizantes.
La mandrágora es de grandes hojas, con flores de un violeta pálido, blancas, o de azul oscuro. Su fruto es pequeño, de un amarillo dorado. La raíz, en forma de bieldo, se parece vagamente a dos piernas. Crece en el valle del Jordán, a lado de los afluentes de este río, en los campos de Moab, Galaad y en Galilea. Las hojas son más venenosas que las de la belladona”.
En la Biblia está citada en el libro de Génesis Capítulo 30 versículos del 14 al 16: “Fue Rubén en tiempos de la siega de los trigos, y halló mandrágoras en el campo, y las trajo a su madre Lea; y dijo Raquel a Lea: Te ruego que me des de las mandrágoras de tu hijo. Y ella respondió: ¡Es poco que hayas tomado mi marido, sino que también te has de llevar las mandrágoras de mi hijo? Y dijo Raquel: Pues dormirá contigo esta noche por las mandrágoras de tu hijo. Cuando, pues, Jacob volvía del campo a la tarde, salió Lea a él, y le dijo; Llégate a mí, porque a la verdad te he alquilado por las mandrágoras de mi hijo. Y durmió con ella aquella noche”.
También esta planta con atributos para la fertilidad está citada en el hermoso libro del “Cantar de los Cantares, atribuido al Rey Salomón, en el Capítulo 7, versículo 13: “Las mandrágoras han dado olor, y a nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas, nuevas y añejas, que para ti, oh, amado mío he guardado”.
Un relato de la época romana cita que “el hombre debe guardarse de extraerla él mismo, pues si vida peligraría. Por eso hay que atar un perro negro a la parte superior de la planta y azuzarlo hasta que la planta surja de la tierra y se yerga. En ese preciso instante la planta de figura humana proferirá un horrísono grito y el perro caerá muerto al instante. Para sobrevivir, el buscador de mandrágora deberá tomar la precaución de taparse bien los oídos con cera”.
A ese grito aludo William Shakespeare en “Romeo y Julieta”: “Ay, ay, ¿Cómo es posible que al despertarme de improviso no enloquezca ante tan espeluznantes horrores y emanaciones tan pestilentes, y entre unos chillidos semejantes a los de la mandrágora al ser arrancada de la tierra, que hacen perder el juicio a los mortales que los escuchan?”.
Se dice también que Juana de Arco siempre llevaba mandrágora bajo su escudo y que por ella soportó el tremendo dolor al ser quemada vida.
Según afirman los críticos literarios, una de las mejores obras, en este caso una comedia, autoría de Nicolás Maquiavelo lleva el nombre de “Mandrágora”.
Débora Pol, entre otros poetas dejó un hermoso poema donde glosa a esta misteriosa planta del amor, titulado “El niño de la mandrágora”: “Sobre mi mano/ el cadáver de la mandrágora/ caballitos de mar/ beben sus pupilas doradas. Una estrella fugaz grita/ cortando el alba/ por sus heridas abiertas/ manadas de nubes rojas se desangran. En medio de la luna una pupila blanca/ y en lo alto de la torre/ un monje ciego toca las campanas. Sobre mis manos abiertas/ duerme acurrucada la mandrágora. Niño muerto con unos latidos muy pequeñitos/ que suenan a rumor azul de aguas. Y en sus ojitos apagados/ los rebaños de caballitos de mar/ beben agua de sus pupilas moradas. Descansa niño/ descansa reposando sobre la tierra tu cuerpecito de niebla blanca/ que ya te hago yo/ para que duermas feliz/ una cuna con flores/ y con hierbas blancas”.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Desde Valcheta - La mandrágora en la Biblia y la cultura