Ateísmo y ‘filósofos de la sospecha’: Marx

Desmantelando el ateísmo clásico moderno: la lucha de clases como solución.

01 DE AGOSTO DE 2021 · 08:00

Maximilian Scheffler, Unsplash,Carlos Marx
Maximilian Scheffler, Unsplash

Como dijimos la semana pasada muchos pensadores de hoy sostienen algo muy difícil de refutar y que se ve ratificado cada vez más: el ateísmo requiere una fe ciega de carbonero pues por mucho que lo intente, nunca puede ser ni coherente ni consistente, ya sea desde la óptica racional y filosófica, como desde la experimental y científica, sin hablar de la vida misma en el día a día.

Los ateos clásicos basaban su ateísmo más en el razonamiento filosófico que en la experimentación científica. Así lo vemos en los tres ateos clásicos más representativos de la modernidad, conocidos en el campo de la filosofía con el rótulo de “los filósofos de la sospecha” son Friedrich Nietzsche (que analizamos la pasada semana), Carlos Marx y Sigmund Freud.

Se les llama los “filósofos de la sospecha” porque, además de cuestionar y desnudar como pocos de forma muy incisiva algunas de las numerosas inconsistencias en que la cristiandad ha incurrido de manera culpable al constituir lo que llamamos la civilización occidental; descubrieron y exploraron también detrás del funcionamiento visible de la sociedad ciertas dinámicas inadvertidas y encubiertas que son muy determinantes para las formas particulares que la sociedad adquiere.

Muchos pensadores de hoy sostienen algo muy difícil de refutar y que se ve ratificado cada vez más: el ateísmo requiere una fe ciega de carbonero pues por mucho que lo intente, nunca puede ser ni coherente ni consistente, ya sea desde la óptica racional y filosófica, como desde la experimental y científica, sin hablar de la vida misma en el día a día.

 

Carlos Marx

No emprenderemos aquí propiamente un análisis del marxismo. Pero es de todos conocida su postura abiertamente atea y su consecuente condenación y crítica de la religión y de toda idea de Dios, sintetizada en su célebre frase que dice que: “la religión es el opio del pueblo”.

La creencia en Dios y la religión como tal fueron pues impugnadas por Marx como enfermedades sociales que había que erradicar para poder establecer la verdadera justicia e igualdad anheladas por la humanidad en su “milenio comunista”. Como consecuencia de ello, todos seríamos felices y viviríamos en completa fraternidad y armonía los unos con los otros.

¿Pero cuál fue el resultado de su sistema de pensamiento cuando se logró implementar? Primero, la sangrienta revolución bolchevique liderada por Lenin en la Rusia de los Zares, que como toda revolución, fue justificada en principio bajo el maquiavélico lema de que el fin justifica los medios. ¿Y qué es lo que vemos una vez obtenido el poder por los comunistas y montado todo un vasto y represivo andamiaje político para eliminar a Dios y a la religión por completo de su horizonte vital?

Lo que vemos es un régimen dictatorial tiránico, totalitario y absolutista en donde el descontento social, la injusticia, la violencia, la desigualdad y la sangre corren a raudales por cuenta del estado comunista. No podemos olvidar que si Hitler eliminó a seis millones de judíos, Stalin lo superó de lejos con más de quince millones de ejecutados en una cruel y sistemática matanza llevada a cabo en sus tristemente célebres “Gulags” o campos de exterminio soviéticos en los que recluían a todos los que pensaran diferente y no secundaran sus políticas. Eso sin mencionar que los regímenes políticos comunistas, ateos y totalitarios más cuestionados del siglo XX por su violación masiva de los derechos humanos están inspirados en el materialismo ateo de Carlos Marx, entre los cuales podemos señalar a Corea del Norte, la Camboya de Pol Pot, China, y en nuestro vecindario la Cuba de Fidel Castro, confirmando lo dicho con sarcasmo y humor negro por el economista norteamericano J. K. Galbraith: “Bajo el capitalismo, el hombre explota al hombre. Bajo el comunismo, es justamente lo contrario”.

Por supuesto, Marx tiene derecho a sus descargos, y a pesar de que la iglesia fue de las que más padeció los horrores del comunismo, es ella tal vez la que debe levantarse a hacer estos descargos, pues hay cierto valor crítico en el marxismo que no podemos olvidar y que consiste en denunciar al cristianismo cuando éste se convierte en simple ideología al servicio de los poderosos, encubriendo situaciones de injusticia social.

El pastor Darío Silva-Silva reivindica a Marx hasta cierto punto cuando se refiere así a la inanidad religiosa que padece gran parte de la iglesia: “El culto muerto y aburrido, o superficialmente emocional, a nadie salva ni regenera… es razonable la afirmación de Marx: La religión es el opio del pueblo; porque hay sistemas cúlticos y rituales que sólo enajenan a las masas con la anestesia del misticismo, para que olviden sus problemas. Inanidad religiosa”, y termina diciendo que: “Juzgar al marxismo sólo por su componente ateo es superficialidad inaceptable en los tiempos actuales; despojado de su dogmatismo antiespiritual, este sistema deja… lecciones valiosas…  Lo que… preconizó sobre ‘el nuevo hombre’ y ‘la nueva sociedad’ -¿guiado por su inconciente judío?-, no se halla lejos de la doctrina cristiana de la regeneración. Sólo que tal novedad de vida no es obra del estado, como Marx lo pretendió, sino del Espíritu Santo, como Jesús lo reveló”. La intención de Marx puede haber sido entonces buena, pero la ejecución falló por utilizar métodos equivocados que no tienen en cuenta a Dios.

De hecho, cuando sus opositores políticos acusaron a Winston Churchill de haber militado en su juventud en el comunismo, él respondió diciendo que el que a los 20 años no era comunista no tenía corazón, pero añadió enseguida, para poner las cosas en su lugar, que el que a los 40 años seguía siendo comunista, no tenía cabeza. Y Ronald Reagan afirmaba que un comunista era el que leía a Marx y a Lenin. Pero que un no comunista era el que los entendía. Porque cuando uno entiende el comunismo con la cabeza, y no meramente con el corazón, se da cuenta que cualquier doctrina o ideología que niegue a Dios no tiene futuro ni puede aspirar a alcanzar los cambios sociales que su agenda pregona.

Esa es, en efecto, la razón por la cual muchos de nuestros jóvenes con sensibilidad social y que desean asumir sus responsabilidades al respecto para alcanzar cambios favorables en el actual estado de las cosas, se dejan seducir por estos aspectos innegablemente necesarios, llamativos y justificados de la  doctrina marxista. Algo con lo que no pueden evitar estar de acuerdo si de ser fieles a los ideales de justicia se trata.

Y es por eso también que se requiere una mediana formación en apologética para que podamos mostrarles ambas caras de la moneda y puedan darse cuenta de que el marxismo nunca alcanzará sus altos ideales de justicia, debido en especial a su negación sistemática de Dios. Porque un significativo número de jóvenes de iglesia pueden ser seducidos por el pensamiento ateo de la extrema izquierda y terminar, por esta razón, abandonando su fe cuando llegan a la universidad. Es, pues, urgente e imperativo para todos, comenzando por los padres, capacitarse para tener una perspectiva más amplia y completa al respecto y estar en capacidad de exponerla y transmitirla con satisfactoria solvencia a nuestros hijos ante el bombardeo de ideologías ateas que experimentan en las universidades seculares. Porque si la iglesia y los padres cristianos de estos jóvenes no saben responder los cuestionamientos de sus hijos de este estilo cuando entran a la universidad, me temo que sus hijos se pueden alejar o terminar abandonando el cristianismo a favor de Niestzsche, Marx o Freud, entre otros.

No podemos dejar de hacer notar que con Nietzsche y el nazismo vimos el fracaso de una ideología atea fascista y de extrema derecha. Y con Marx y los estados comunistas vimos el fracaso de una ideología atea de extrema izquierda. Lo cual nos lleva a concluir si no se acogen a Cristo arrepentidos, tanto los capitalistas de derecha como los comunistas de izquierda son ambos culpables, razón por la cual, si rechazan a Cristo, al final tanto el de izquierda como el de derecha por igual serán colocados a la izquierda con las cabras. Pero a su vez podemos declarar igualmente que redimidos por Cristo, tanto el de izquierda como el de derecha tienen privilegiado lugar en el reino de Dios junto a Cristo, puesto que, finalmente Cristo no rechaza al de izquierda o al de derecha. Él los invita a ambos por igual, pero el pensamiento de izquierda ha rechazado de manera abierta y sistemática esta invitación.

La semana que viene concluiremos esta serie sobre el ateísmo y los ‘filósofos de la sospecha’ con Sigmund Freud; y una conclusión sobre la misma.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - Ateísmo y ‘filósofos de la sospecha’: Marx