¿Qué dice la Biblia sobre los aranceles y las guerras comerciales?

El experto Moisés Contreras comparte principios cristianos para el comercio, más allá de intereses políticos.

Joel Forster

Evangelical Focus · 10 DE ABRIL DE 2025 · 08:00

Contenedores en Róterdam (Países Bajos), uno de los principales puertos de Europa. / Foto: B. Dittrich, Unsplash, CC0.,contenedores Roterdam
Contenedores en Róterdam (Países Bajos), uno de los principales puertos de Europa. / Foto: B. Dittrich, Unsplash, CC0.

El 9 de abril entró en vigor una medida impulsada por Estados Unidos que ha creado una onda expansiva en la economía mundial. 

Los aranceles, o impuestos sobre los productos que llegan del extranjero, pretenden ser una forma de proteger la producción industrial del país, y por lo tanto de sus trabajadores, así como aumentar los ingresos del gobierno. Pero esta medida proteccionista, que choca con las reglas no escritas del comercio mundial de las últimas décadas, puede frenar drásticamente no solo la inversión económica (como lo demuestra la caída de los mercados bursátiles) sino también la capacidad de consumo de las familias.

Para entender mejor los efectos de una guerra comercial global como la que podría desatarse y saber si la Biblia tiene algo que decir al respecto, Evangelical Focus le preguntó a Moisés Contreras, un ejecutivo con larga experiencia en comercio internacional. Contreras es miembro de Compass Europe y preside el grupo de trabajo sobre Discipulado Financiero de la Alianza Evangélica Española.

¿Qué dice la Biblia sobre los aranceles y las guerras comerciales?

Moisés Contreras

Pregunta. Para aquellos de nosotros que no somos expertos en economía, es difícil medir el impacto real de una guerra comercial en la vida cotidiana. ¿Por qué es importante el actual debate mundial sobre los aranceles y cómo nos afectará?

Respuesta. Desde los albores de la producción industrial, las transacciones comerciales transfronterizas han ido acompañadas de la imposición de aranceles, inicialmente de carácter general y posteriormente con una especificidad cada vez mayor según el origen y la aplicación de los productos.

Estos aranceles cumplen dos propósitos fundamentales: la provisión de ingresos fiscales para el Estado, compensando la menor recaudación tributaria por la posible disminución de la producción nacional, y la protección de la industria nacional al encarecer los bienes importados.

Si bien inicialmente los aranceles representan una carga económica para los consumidores de productos extranjeros, a largo plazo pueden estimular la inversión local, tanto nacional como extranjera, generando una ventaja competitiva para el mercado interno.

El debate actual es sobre la equidad y pertinencia de estas medidas, considerando también su uso como instrumentos de presión en el contexto de las disputas comerciales entre naciones.

 

P. ¿Habla la Biblia de aranceles, impuestos y comercio internacional? ¿Qué imagen se da de ellos?

R. La génesis de los sistemas tributarios se remonta a la antigüedad, y las primeras manifestaciones documentadas se encuentran en el libro del Génesis. Allí, el patriarca José implementó en Egipto un sistema de recaudación del 20% de la producción agrícola, sentando un precedente para el papel de los impuestos como herramienta de financiación estatal.

Esta práctica se refinó durante el reinado de Salomón, cuya habilidad financiera era evidente en sus acuerdos comerciales con las naciones vecinas (1 Reyes 5:1-12) y en la creación de una próspera flota mercante en el Mar Rojo (1 Reyes 10:11-12, 22).

La ubicación estratégica de Israel como centro del comercio entre continentes sugiere la existencia de una política fiscal para regular estas transacciones, aunque la considerable carga fiscal impuesta por Salomón tuvo importantes repercusiones políticas, como la pérdida del trono por parte de su hijo y la posterior división del reino.

Sin embargo, la enseñanza bíblica es clara en cuanto a la obligación de los ciudadanos de cumplir con las leyes fiscales, como Jesús expresó (Marcos 12:17) y Pablo reafirmó (Romanos 13:1-7).

Desde una perspectiva cristiana, el pago de impuestos puede interpretarse como una respuesta a la divina providencia, un reconocimiento de las bendiciones materiales recibidas.

Orar por la sabiduría y la justicia de los que están en el gobierno en la gestión de estos recursos es un deber fundamental para los creyentes.

 

P. En las últimas décadas, Europa ha desarrollado un mercado común con la UE y otras regiones que tienen proyectos similares. Se ha considerado que facilitar las importaciones y exportaciones es una forma de promover la paz entre los países. ¿A qué se debe esto?

R. La Comunidad Económica Europea (actualmente la Unión Europea) representa un modelo significativo en la búsqueda de la equidad fiscal, particularmente en relación con el comercio entre sus estados miembros. Este marco de cooperación ha demostrado ser un instrumento eficaz para fortalecer la competitividad industrial a nivel global e incentivar la producción nacional de bienes y servicios esenciales.

Pero una cuestión fundamental que surge en el análisis de la política comercial de la UE es la equidad en la aplicación de aranceles a los países que comercian con el bloque, tanto en importaciones como en exportaciones.

Este equilibrio, reflejado en la balanza comercial, es un indicador crucial de la equidad y la sostenibilidad de las relaciones económicas de la Unión Europea con el resto del mundo.

 

P. La política aislacionista de Trump está provocando un terremoto comercial. Pero, ¿podría tener también consecuencias políticas e incluso provocar nuevos conflictos armados?

R. Para entender la política comercial implementada por la administración del Presidente de los Estados Unidos, es fundamental analizar las motivaciones subyacentes que impulsaron estas acciones, enmarcadas dentro de los poderes constitucionales estadounidenses que otorgan al ejecutivo la capacidad de establecer regulaciones fiscales.

La imagen del presidente Trump presentando un gráfico de la balanza comercial entre Estados Unidos y el resto del mundo se ha convertido en un símbolo de su enfoque en este tema. En particular, la relación comercial con la Unión Europea revela un déficit para Estados Unidos.

Los datos de Eurostat para 2024 indican que, aunque Estados Unidos fue el principal destino de las exportaciones de bienes de la UE (20,6%), fue el segundo mayor proveedor de importaciones a la UE (13,7%). Este desequilibrio es un factor importante en la estrategia de la administración Trump para remodelar los flujos comerciales.

La estrategia implementada para corregir este desequilibrio se basa, en parte, en el aumento de los aranceles. Se trata de una medida proteccionista que busca favorecer el consumo de productos nacionales y, al mismo tiempo, incentivar a las empresas extranjeras a establecer plantas de producción dentro del territorio estadounidense, generando así empleo e inversión local.

La política de la administración Trump podría interpretarse como una estrategia disruptiva, posiblemente evitada por administraciones anteriores, destinada a generar alarma global. El objetivo detrás de esto sería fomentar la negociación de acuerdos bilaterales que establezcan reglas comerciales percibidas como más equitativas para Estados Unidos en sus relaciones con otras naciones.

Las políticas arancelarias, si bien pueden generar tensiones comerciales, no constituyen necesariamente la génesis de los conflictos armados. Más bien, pueden interpretarse como estímulos para que las naciones revisen y fortalezcan su competitividad comercial, reduciendo la dependencia de productos extranjeros. El caso de China ilustra esta dinámica, al haber logrado posicionar sus productos como elementos esenciales en diversas cadenas globales de producción, desde aditivos alimentarios hasta componentes electrónicos.

Ante esta situación, es pertinente preguntarse qué estrategia debería adoptar Europa para mitigar su dependencia comercial. Se espera que los líderes de la Unión Europea reconozcan esta necesidad como un objetivo prioritario en el corto plazo, implementando políticas que promuevan la autonomía y competitividad del bloque en el escenario económico global.

 

P. Como cristiano, ¿qué valores aceptados por todos los países le gustaría ver en el comercio internacional? ¿Qué principios bíblicos nos ayudarían a todos?

R. Como creyentes, aspiramos a que los valores que promuevan la dignidad humana y el bienestar colectivo se reflejen en el comercio internacional. Algunos de estos valores, con resonancia universal, se basan en principios bíblicos esenciales:

La justicia y la equidad son pilares del mensaje bíblico (Miqueas 6:8). En el contexto del comercio internacional, esto se traduce en la necesidad de políticas fiscales equilibradas.

Es imperativo apoyar a las naciones más vulnerables, no solo a través de la importación de sus productos, sino también a través de iniciativas que fortalezcan su competitividad industrial local. Esto refleja el principio bíblico de ayudar a los demás y levantar a los caídos.

La Palabra de Dios nos exhorta a ser diligentes en todas nuestras labores (Proverbios 10:4). Los cristianos en el mundo de los negocios deben ser ejemplos de profesionalidad y eficiencia, contribuyendo a la competitividad de sus empresas y, por lo tanto, a la mejora de la balanza comercial de sus naciones. Esta diligencia es una expresión práctica de honrar el trabajo y ser buenos administradores de talentos y recursos.

El principio de sujeción a las autoridades, incluidas las autoridades fiscales, está claramente establecido en Romanos 13:5-7: "Por tanto, es necesario someterse, no solo por el castigo, sino también por razones de conciencia. Por esta razón también vosotros pagáis impuestos, porque ellos son siervos de Dios, que se ocupan de esto mismo. Paga a todos lo que debes: al recaudador de impuestos, impuesto; al que cobra el gravamen, gravamen; al que muestra respeto, respeto; Al que honra, honra.

Este mandato bíblico nos llama a la responsabilidad fiscal y al cumplimiento de las leyes tributarias, reconociendo el legítimo papel de las autoridades en la administración de la sociedad.

La fe cristiana nos impulsa a ser agentes de transformación en todos los ámbitos de la sociedad, incluido el comercio internacional. Al promover valores como la equidad, la diligencia y la responsabilidad fiscal, basados en principios bíblicos, podemos contribuir a la construcción de un sistema comercial más justo y próspero que refleje el carácter de Dios.

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