Tres claves de la mirada de Jesús

Cuando pase esta cuarentena se recordará de los creyentes las palabras que tuvieron correlación en obras, como en Naín se recuerda lo que hizo Jesús.

16 DE JUNIO DE 2020 · 10:00

Seth Doyle, Unsplash,amigas con una bicicleta
Seth Doyle, Unsplash

Estamos en un tiempo especial. Los que ya pueden asistir al templo, están incómodos con la "nueva normalidad": culto desde el auto, sillas a distancia, tapaboca, que no se puede hacer esto o aquello. Por otro lado, en los sitios donde el contagio del COVID-19 es más sensible, seguimos con la modalidad digital.

Y allí empiezan las pujas de los sectores que prefieren lo uno en vez de lo otro y viceversa. No quiero entrar en la disputa. Lo que quiero afirmar es que tantos los unos como los otros no podemos perder el foco: la gente que sufre y está pasándola mal.

La característica que la Iglesia debe afirmar en cada actividad, decisión e inversión es la compasión. La compasión debería ser la pasión de la Iglesia del Futuro y del presente.

Lucas nos relata un hecho magnífico del Señor: Poco después, Jesús fue con sus discípulos a la aldea de Naín, y una multitud numerosa lo siguió. Cuando Jesús llegó a la entrada de la aldea, salía una procesión fúnebre.

El joven que había muerto era el único hijo de una viuda, y una gran multitud de la aldea la acompañaba. Cuando el Señor la vio, su corazón rebosó de compasión. «No llores», le dijo. Luego se acercó al ataúd y lo tocó y los que cargaban el ataúd se detuvieron. «Joven —dijo Jesús—, te digo, levántate». ¡Entonces el joven muerto se incorporó y comenzó a hablar! Y Jesús lo regresó a su madre.

Un gran temor se apoderó de la multitud, y alababan a Dios diciendo: «Un profeta poderoso se ha levantado entre nosotros» y «Dios ha visitado hoy a su pueblo». Y las noticias acerca de Jesús corrieron por toda Judea y sus alrededores (Lucas 7:11-17 - NTV)

Durante su ministerio en la tierra, Jesús tuvo un enfoque claro: la gente pobre (en espíritu y físico), los cautivos, ciegos y oprimidos, los enfermos y necesitados, los pecadores y perdidos.

La muerte visitó la familia de la viuda y al pueblo de Naín. Estaban tristes. Desorientados. Dolidos ¡Tenían tantas preguntas! El hijo de la viuda había muerto y se quedaría sola.

Hoy sucede algo similar ¡un virus imperceptible al ojo humano, causando tanto desbarajuste! Personas que pierden su trabajo, otros que no tienen para comer. La brecha entre la pobreza y la riqueza se hace más visible, las injusticias y diferencias, también. La muerte visitando tantas familias y casas.

La Iglesia que está embebida en compasión hará grandes proezas de la mano de Dios ¡Tenemos que volver a mirar como Jesús!

Jesús se acerca al pueblo para escuchar, ver, oler, sentir... Allí cerca, bien cerca es consciente del sufrimiento de la viuda y brota desde sus entrañas una compasión milagrosa. El milagro de la vida visitó el pueblo y resucita al joven.

Señalo algunas claves de este pasaje que nos ayudarán a cambiar nuestra perspectiva. En primer lugar, la compasión desata el poder de Dios. No es la primera vez que la compasión antecede a un milagro extraordinario en la vida de Jesús.

La verdadera compasión nace de las entrañas y a diferencia de la lástima, busca algún camino para encauzar hechos y obras.

La Iglesia del futuro, si quiere ser de influencia, tiene que ser conocida por encarnar la verdad del Evangelio en programas, actividades, tareas, decisiones que nacen de una compasión verdadera.

En segundo lugar, la compasión nace cuando estamos cerca. Desde lejos, a distancia no podemos ver bien. Tampoco se puede conocer una realidad si no escuchamos.

Cuando digo estar cerca, no me refiero a lo físico sino principalmente a lo emocional y espiritual. A veces un testimonio por televisión alcanza para que tu corazón arda de compasión.

Para estar cerca en serio, debo dejar de lado mi orgullo y religiosidad.

En tercer lugar, la compasión nace de tener una mirada como la de Jesús. Jesús no se enfocó en otra cosa que traer salvación, sanidad y libertad a las personas necesitadas.

Jesús pasó tiempo con ellas porque le gustaba hacerlo. Y en ese tiempo, es que podía conectar con la necesidad. Tenemos que volver a mirar como Jesús para resucitar muertos y aplicar el Evangelio a cada situación de desigualdad, injusticia y maldad. No lo haremos si tenemos una perspectiva religiosa y egocéntrica porque dosificaremos las bendiciones.

Mientras diversos sectores hacen negocios o construyen poder en la pandemia, nosotros sigamos enfocados en las personas.

Cuando en 30 años se recuerde esta cuarentena ¿Qué dirán de mí? ¿Qué dirán de la Iglesia? Dirán los hechos, no las palabras. En todo caso, se acordarán de las palabras que tienen una correlación en obras. Justamente al igual que en Naín. Se recuerda lo que hizo Jesús, porque los hechos son más relevantes.

Este es el tiempo de atender a los que sufren y están tristes. Dar de comer a los que no tienen. Sanar a los enfermos. Escuchar al que está confundido y perdido. Socorrer a la víctima y denunciar al victimario. Avanzar en defensa de los niños y los ancianos. Donar y ser generosos.

Si actuamos así, traeremos esperanza, alegría y vida a las ciudades y al planeta entero.

Los años que vienen serán muy difíciles, y a la vez serán los más apasionantes de la Iglesia. Veremos maravillas y Dios nos regalará ideas y recursos para desarrollar proyectos creativos que aplique el Evangelio a cada situación injusta, dolorosa, malvada o desigual.

Volvamos a mirar con los ojos de Jesús y una compasión milagrosa se desatará para bendición de muchos.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Pastoral iGen - Tres claves de la mirada de Jesús