La comunidad del anillo… digital

Todo empezó en una comunidad. La Iglesia es una comunidad. Dios es un Dios de comunidad. ¿Cómo vivirlo en la era digital?

03 DE JUNIO DE 2020 · 11:00

Mohamed Hassan, Pixabay,ciudad conectada por redes sociales
Mohamed Hassan, Pixabay

En los tiempos de la multiplicación de los zooms, nos estamos zoomgregando, diría Jony Teknon, un amigo de José C. Paz, Argentina. Este no es sólo un nuevo término sino una ventana de oportunidades para el ministerio que nos lleva a expandir las fronteras e influencia. 

Jesús formó una pequeña comunidad presencial de discípulos imperfectos que luego llevaron el Evangelio a las naciones, sin tener físicamente al Maestro.

El primer ser humano, Adán, no se quedó sólo, sino estuvo acompañando. Y junto a Eva formaron la primer familia.

Dios, llamó a Abraham y a Sara, para formar una familia que bendeciría a todas las naciones.

Todo empezó en una comunidad. La Iglesia es una comunidad. Dios es un Dios de comunidad. Una comunidad que forma discípulos de Cristo con el potencial de transformar las estructuras sociales y la cultura.

Durante el aislamiento se levantan algunos interrogantes, como por ejemplo:

  • ¿Podemos construir una comunidad sólo online?
  • ¿Esa comunidad es la Iglesia?
  • ¿Se podrá integrar los aspectos presenciales con los virtuales?
  • O, ¿si es uno, no es lo otro?

Cómo les escribí en el artículo anterior "El aislamiento y la paradoja digital", tanto Spitz como la neurociencia, afirman que no podemos dejar de conectarnos mediante el contacto físico. Necesitamos abrazarnos, acariciarnos, estar cerca. Sin embargo, tenemos que reconocer que podemos estar cerca por medio de la tecnología y que éstas tienen un enorme potencial en la reducción de costos, tiempos, en mejorar la calidad de vida y ampliar la influencia del ministerio.

Me gustaría tener la respuesta a estos interrogantes, sin embargo no las tengo. Si afirmo, que estoy en la búsqueda de respuestas para "surfear la ola del cambio" y que la ola no me ahogue.

Mientras estamos en la búsqueda y seguimos combatiendo el COVID-19, quiero aportar algunos elementos para desarrollar una comunidad de fe cristocéntrica en el mundo digital, que entiendo nos servirán para ahora y también para el futuro cuando volvamos a la presencialidad:

  • Innova según el estilo de discípulos, tus recursos e idiosincrasia. No tenés que hacer vivos de Instagram porque está de moda, sino porque tu público lo necesita y esa actividad suma al propósito del ministerio.
  • Tiene que haber un motivo. Responde la pregunta: ¿Para qué hacés la actividad? Cuánto más concreta, clara y precisa sea la razón, mejor orientado estarás. Recuerda que las razones deben coincidir con los objetivos del ministerio y lo que la Palabra señala en cuanto a la centralidad de hacer discípulos y la evangelización.
  • Tiene que haber contenido relevante. ¿Qué harás en la actividad? Hay que definir el contenido mínimo estructural que tendrá el encuentro. No improvises. Guiona cada momento y usa el factor sorpresa, el arte, imágenes. Conecta con la gente.
  • Elige la mejor plataforma para desarrollar el encuentro. Para ello, bucea en las plataformas disponibles. Consulta. Capacitate. Contrata a alguien que pueda ayudarte en esta área. Las prestaciones de Zoom, Skype, Instagram, TikTok, Youtube, WhatsApp, GoogleMeet, Padlet, HouseParty, Discord, NetflixParty y otras, son diversas. Hay una plataforma para tu necesidad, búscala.
  • Otro aspecto a tener en cuenta es el tiempo que durará el encuentro. No estamos bajo las mismas condiciones que los encuentros presenciales. En el mundo digital, se prioriza la brevedad. Se concreto.
  • Lidera la agenda. En la medida de lo posible, tenemos que estructurar la agenda sin caer en la rigidez. Es ideal mantener el mismo día y horario en cada encuentro para organizarse mejor y dar previsibilidad a las personas que se conecten. Además, ten en cuenta que la saturación es tan mala como la invisibilidad.
  • Por último, ten en cuenta este criterio: Cuantos menos participantes hay en el encuentro más interacción y cercanía podrás lograr.

Sé que muchos se preguntarán cómo construir una comunidad digital, con personas que no tienen acceso a internet o son de edad avanzada. Esas limitaciones se pueden vencer.

Recuerdo cuando en mi inicio de la pastoral me dediqué a enseñar la Biblia cada domingo a un pequeño grupo de niños de 9 años en mi ciudad. ¡Qué lindos momentos pasamos! Buscaba la manera de conectarme con ellos y encontré una manera: oraba por ellos un día a la semana y hacía un llamado corto (aclaro para los curiosos que en ese tiempo no existían las redes sociales).

Ese llamado, representaba muchísimo para ellos. Esa conexión me permitió enseñar con más frescura cada domingo. Cuando los veo desarrollando su ministerio y vocación, me llena de alegría. Ese tiempo invertido tuvo su recompensa. Todo el tiempo que uno invierta en hacer discípulos (no ganar audiencia), tendrá cosecha en el Reino.

Los interrogantes que se presentan por el aislamiento los iremos respondiendo durante los próximos años.

En este artículo no pretendo caer en el error de afirmaciones absolutas o caer en frases hechas. Por el contrario, quiero describir los desafíos que tenemos por delante para compartir el Evangelio en este nuevo contexto atravesado por lo digital.

Que Dios nos guíe a encontrar el mejor cauce para el río del Espíritu Santo que Él quiere derramar en este tiempo.

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