Maribel Núñez Méndez (2)

En Desde el corazón del maestro, Maribel Núñez concibe al docente no solo como un profesional, sino como un ser profundamente humano. Esta visión le permite abordarlo desde sus emociones, angustias, sueños y frustraciones. Así, llama a los maestros a ejercer su oficio con una autoestima saludable, capaz de sanar las heridas heredadas de su propia historia como estudiantes. Para Núñez, el maestro no necesita herir para enseñar ni ser herido para aprender: su humanidad debe estar en el centro del proceso educativo.

El “analfabetismo tecnológico”: una crítica necesaria

Con mirada crítica y constructiva, Núñez aborda lo que denomina “analfabetismo tecnológico”, una realidad que afecta a muchos docentes que enfrentan dificultades para adaptarse a las nuevas tecnologías aplicadas a la enseñanza virtual. En este contexto, el analfabetismo tecnológico no se limita al desconocimiento del uso de computadoras, sino a la incapacidad de integrar de forma efectiva y crítica las tecnologías de la información y la comunicación al proceso educativo. Esta limitación impacta directamente en la calidad del aprendizaje, generando ansiedad, frustración y una sensación de incompetencia profesional.

Aunque reconoce que la irrupción inesperada de la pandemia por COVID-19 aceleró la transformación digital en la educación, Maribel insiste en que los docentes deben realizar esfuerzos intencionales para adaptarse a estos cambios. Superar este tipo de analfabetismo no es solo una necesidad técnica, sino parte de una alfabetización integral que les permita liderar, innovar y acompañar eficazmente a sus estudiantes en la era digital.

Tomándole el pulso emocional al corazón del docente

La segunda parte del libro es quizás la más profunda y reveladora. Aquí, la autora llega sin rodeos al núcleo sensible del ser académico. Introduce esta sección con un tono poético y conmovedor: “Esta parte se ha redactado con la intención de que el profesor sea visto como un ser humano que siente, aquel que, lejos del aspecto intelectual, tiene un corazón, puede expresar ternura, tristeza, amor, ira y un sinnúmero de sentimientos que, quizá por la naturaleza de su profesión, son canalizados en papel: utilizando la pluma como si esta tuviera vida”.

Con sensibilidad y lucidez, Maribel aborda una problemática muchas veces invisibilizada: la tensión emocional que emerge en la relación entre docentes y estudiantes. Esta tensión no necesariamente proviene del conflicto, sino de las múltiples exigencias del proceso educativo: evaluaciones, diferencias de ritmo, expectativas, presión institucional, etc.

Desde su perspectiva, el desgaste emocional y la depresión docente no deben entenderse como simples problemas individuales, sino como síntomas de un sistema educativo que necesita humanizarse, valorar a sus educadores y construir entornos más sanos. Cuidar el bienestar emocional del maestro es invertir en la calidad educativa y, por ende, en el futuro de la sociedad dominicana.

Lo emocional no puede desligarse de lo cognitivo

Una de las ideas centrales que defiende Núñez es que en el proceso de enseñanza-aprendizaje lo emocional y lo cognitivo son inseparables. Aprender no es solo una tarea intelectual: implica emociones, motivaciones, frustraciones, miedos y también entusiasmo, alegría y sentido de logro.

Ambos actores del proceso -docente y estudiante- enfrentan una carga emocional que, si no es gestionada adecuadamente, puede derivar en ansiedad, estrés crónico o incluso estados depresivos. Maribel no solo señala el problema, sino que ofrece orientaciones prácticas para transformar esta carga en una experiencia emocionalmente saludable y enriquecedora, promoviendo la empatía, la comprensión mutua y la colaboración como pilares del crecimiento común.

La escritora irreductible y subversiva

En la última parte del libro, se produce un giro inesperado y audaz en el tono. La autora irrumpe con una fuerza distinta: la de una escritora decidida a afirmar su voz femenina con valentía y determinación. La figura de la maestra tierna y reflexiva da paso a una mujer implacable, subversiva y sin concesiones, y lo expresa con firmeza: “Las mujeres que escriben seguirán escribiendo, porque aman la vida, disfrutan del placer de una buena lectura, aman sostener la pluma para promover sus ideas y, sobre todo, porque tienen el coraje de expresar con tinta lo que muchos callan”.

En esta sección, Maribel defiende con pasión su identidad no solo como docente, sino como escritora. Desafía la hegemonía masculina del mundo literario, reclamando un espacio legítimo para las mujeres con talento, formación y voz propia. En este gesto, revela su convicción de que escribir es un acto de resistencia y afirmación personal. Además, dedica un apartado a analizar obras poéticas y narrativas de autores como James Austen, Edgar Allan Poe, Rita Indiana, Voltaire, Stefan Zweig, y otros.

Sin embargo, su ejercicio como crítica literaria no la margina de su vocación docente. De hecho, cierra el libro con una selección de textos escritos por estudiantes en formación, reafirmando su creencia en el poder de la palabra como instrumento de transformación, inspiración y crecimiento profesional.

Maribel Nuñez va con tantos bríos por sus fueros de escritora, que como dicen los tigueres en la calle, ni Mozart la Para.