Jesucristo, el centro de todo

El año cristiano gira en torno a dos fechas, la del nacimiento de Jesús y la de su resurrección.

    12 DE ENERO DE 2025 · 08:00

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    Navidad cristiana vs. filosofías actuales (3)

    Como ha pasado siempre, en los primeros siglos había por los menos dos corrientes que no aceptaban la calidad de Jesucristo como Dios y hombre al mismo tiempo.

    Estaban los adopcionistas, conocidos también como ebionitas, quienes afirmaban que Jesús era un hombre de grandes cualidades y bondades que Dios adoptó el día de su bautismo como su hijo.

    Y estaban los docetas, para quienes todo lo material era malo y se oponía a la verdadera divinidad. Así el cristianismo en Cristo, su propia esencia, estaba enfrentado a las distorsiones religiosas y a ciertos presupuestos filosóficos del pensamiento griego.

    Es en medio de ese debate que se da la masificación y luego la “oficialización” de las creencias cristianas. Sin dudas que esto habría de afectar al cristianismo en su esencia, pero las Escrituras estaban ahí, y están todavía, para revelar la verdad bíblica e histórica y facilitar un entendimiento teológico de lo que fue la intervención de Dios en la historia y en la cultura a través de Jesucristo para salvar el mundo.

    González sostiene que las razones por las cuales aquellos antiguos autores y líderes de la iglesia enfatizaron la importancia del nacimiento de Cristo —ya se celebrara el 25 de diciembre o ya el 6 de enero— resulta claro que el centro de lo que se celebraba y se enseñaba en esas ocasiones era la encarnación de Dios en Jesucristo.

    No hay dudas que lo que se celebraba era una afirmación de una verdad bíblica y teológica que ante el empuje de corrientes filosóficas y religiosas que amenazaban la verdad y la fe cristiana en medio de un proceso de masificación necesitaba de una proclamación más festiva y visible sin perder de vista su enfoque bíblico.

    Es innegable que toda acción misionera se da dentro de un proceso de transculturación, que la predica del Evangelio no se da en el vacío. Cabe la proverbial frase del teólogo luterano Martin Kaehler cuando describió la misión como la madre de la teología, concepto que más tarde retomó Harrit Kuitert cuando expresó que “la teología nace del movimiento de la Palabra del Dios viviente al cruzar las múltiples fronteras de la historia para crear una nueva humanidad”.

    Hoy estamos en medio de un turbulento proceso de masificación de la fe cristiana. Muchos creyentes apenas se dan cuenta. Su opción es minimizar el sentido histórico y misional de las Escrituras o reducir la historia, como Lyotard, a un relato más, desechable y sin importancia, y romper con todo vínculo con la cultura que permita un discernimiento teológico capaz de recuperar los puntos claves y esenciales de la fe cristiana.

    La encarnación de Dios en Cristo que la Navidad celebra es el punto focal de la fe cristiana. De igual manera que el año cristiano gira en torno a dos fechas, la del nacimiento de Jesús y la de su resurrección, así también esos dos temas son el meollo de nuestra fe.

    Igual que la iglesia de los primeros siglos, la iglesia de hoy vive un proceso de masificación que amenaza su identidad y su esencia. Ya no es con relación a Santa Claus o a brillantes bolas colgadas de un arbolito, la idolatría, tan sutil como masiva que hoy vive la iglesia es en torno a los políticos, una devoción masiva que estropea y maltrata dos aspectos claves y fundamentales de nuestra fe: El Señorío de Cristo y la Soberanía de Dios. La pasión política ha relativizado estos dos grandes pilares teológicos de la fe cristiana. El debate sobre este tema está ausente en un momento que reclama de nuestras verdades bíblicas teológicas fundamentales.

    Vivimos en medio de una iglesia que ha desarrollado una devoción ciega hacia los políticos y sobre esto no hay una actitud crítica ni un análisis enfocado hacia su discernimiento. Tenemos nuevos “Constantinos” introduciendo prácticas más allá de lo cultural y folclórico que están impactando la esencia y los fundamentos de la fe cristiana, que están amenazando, y en muchos casos arruinando la identidad evangélica; incluso, marginando el Señorío de Cristo y minimizando la soberanía de Dios sin que apelemos a una respuesta bíblica y teológica ante esta realidad.

    Por eso he resaltado la importancia de desarrollar una teología bíblica que abarque todos los ámbitos del conocimiento, una teología integral que como dice René Padilla, sea la expresión concreta del compromiso con Jesucristo como Señor de la totalidad de la vida y toda la creación.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - Jesucristo, el centro de todo

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