Navidad cristiana vs. filosofías actuales (1)

Tener claro el sentido histórico y cultural de la celebración de la Navidad desde el punto de vista cristiano es una postura crucial en este momento en que precisamente las corrientes e ideologías que dominan el mundo quieren borrar toda referencia que apunte a certezas y a verdades que validen y le den fundamento al propósito de Dios para la vida y para todo el ser humano.

Sin esas certezas, sin esos fundamentos que sostienen una verdad concreta que revele a Dios y su carácter, todo está permitido, como ha dicho Dostoyevski.

En su libro “La condición posmoderna”, publicado en 1979, y que le da nombre a todo lo que se ha llamado, la “posmodernidad”, el filósofo francés Jean-François Lyotard, aborda la incredulidad hacia los lo que él llama los meta relatos. Se refiere con esto a las grandes narrativas o sistemas que intentan abarcar y explicar toda la realidad, proporcionando un marco unificado para comprender el mundo.

Cada uno de estos sistemas ofrecía una narrativa general que buscaba explicar cómo funcionaba el mundo, qué era la verdad y cómo se desarrollaba la sociedad.

Dentro de estos grandes relatos cuestionados por Lyotard está el marxismo y también el cristianismo, porque según él argumenta ya han perdido su capacidad de proporcionar una explicación completa y coherente de la realidad. Eran esas grandes creencias religiosas y/o políticas en las que confiaba la sociedad de manera total para legitimar el conocimiento y la autoridad.

El centro del cristianismo es la persona de Cristo. Él constituye su historia y su verdad. La sociedad se reconoce en la historia y la cultura, sin estos elementos se pierden la confianza y la autoridad. Entonces todo se vale.

Si el cristianismo pasa a ser un relato intrascendente y poco creíble, si el cristianismo pasa a ser una referencia marginal y subjetiva de un grupo religioso que insiste en aislarse del debate social y filosófico de su tiempo, o de confundirse en la corriente cultural dominante, es poco lo que se puede esperar del mismo.

Con una pobre relación con la historia y la cultura, el cristianismo se limita a ser una secta más de fanáticos ilusos y entusiastas que se celebran ellos mismos pero que están fuera y ajenos a los debates contemporáneos esenciales.

Hacer esto es despojar a la humanidad del sistema de creencias más coherente y creíble jamás concebido. Es negar la intervención de Dios en la historia y la cultura a través de un hecho histórico y profético que se ha ido cumpliendo en el tiempo y que ha culminado con la esperanza de gloria que es Jesucristo.

La semana que viene: “Navidad: de la teología a la celebración”