Los coritos que cantamos en nuestras iglesias

Se ha abusado de los coritos. Algunos dicen muy poca cosa, tienen un contenido pobre y carecen de sentido.

    15 DE JUNIO DE 2025 · 08:00

     Madeleine Ragsdale, Unsplash,alabanza iglesia, adoración iglesia
    Madeleine Ragsdale, Unsplash

    Los coritos representan una de las expresiones litúrgicas de mayor impacto en las iglesias evangélicas de América Latina. Se caracterizan por sus letras sencillas y repetitivas, lo que facilita su aprendizaje y memorización. Los mejores de ellos comunican verdades con fundamento bíblico y teológico, constituyéndose así en un valioso recurso doctrinal y devocional.

    Algunos coritos se han convertido en verdaderos clásicos. Muchos evangélicos de décadas pasadas los hemos cantado con fervor. La lista es extensa: “Una mirada de fe”, “Solo Dios hace al hombre feliz”, “Yo siento gozo en mi alma”, “Cristo rompe las cadenas”, “No hay Dios tan grande como tú”, entre muchos otros.

    Con el tiempo, a este repertorio se han sumado coros de estilo más contemporáneo, como “Venimos ante ti, Señor”, “Vine a adorar a Dios”, “Tu fidelidad”, por mencionar algunos. La variedad y riqueza de estos cantos forman parte del patrimonio espiritual del pueblo evangélico y constituyen una herencia litúrgica de gran valor.

    Incluso, muchos cantantes reconocidos han producido álbumes completos dedicados a coritos, ayudando a preservar este legado y a mantenerlo vigente. Existe una verdadera cultura musical evangélica reflejada en esta vasta y rica lírica, la cual, bien podría ser objeto de una tesis en estudios teológicos superiores, o incluso de una investigación digna de ser publicada como libro.

    Sin embargo, también es necesario reconocer que se ha abusado del uso de los coritos.

    Algunos tienen un contenido superficial o carecen de sentido teológico. Hay coros que, además de ser musicalmente débiles, presentan una lírica pobre, confusa o mal estructurada. En muchos casos, no son más que ocurrencias personales de hermanos bien intencionados, pero sin formación teológica o musical, que terminan integrándose al repertorio congregacional sin el debido discernimiento.

    Algunos coritos podrían mejorar si sus autores comprendieran mejor la esencia del mensaje cristiano, más allá del ritmo pegajoso o del entusiasmo momentáneo. Existen ejemplos de letras que, aunque muestran cierta fuerza lírica inicial, se pierden en repeticiones interminables, sin desarrollar una idea clara ni ofrecer un cierre adecuado. Por ejemplo:

    “Fuego ha bajado del cielo… dime qué hago, qué hago,
    si ya está encendido, encendido…
    si ya está encendido… ¿quién lo apagará?”

    Este tipo de repeticiones, sin contenido claro o desarrollo conceptual, difícilmente nos permite cumplir la exhortación del apóstol Pablo a cantar “con el espíritu, pero también con entendimiento” (1 Co 14:15).

    Recuerdo un corito que decía:

    “No me importa a la iglesia que vayas,
    si detrás del Calvario tú estás;
    si tu corazón es como el mío,
    dame la mano y hermano serás.”

    Este canto promovía la unidad en torno a la cruz de Cristo. No obstante, llegué a escuchar una versión distorsionada que decía:

    “Sí me importa a la iglesia que vayas,
    porque todas no predican igual,
    y de todas las iglesias del mundo,
    la mejor es la pentecostal.”

    Esta adaptación no solo traiciona el espíritu original de comunión cristiana, sino que incurre en un sectarismo que niega la validez de otras expresiones de fe. En lugar de edificar, excluye y enaltece una tradición específica como superior, promoviendo una visión limitada y reduccionista del cuerpo de Cristo.

    Es urgente que nuestras iglesias dediquen tiempo a revisar las letras de los coros e himnos que cantamos. Debemos hacer, de vez en cuando, un ejercicio intencional para rescatar aquellos cantos que fortalecen nuestra fe, que comunican con claridad el mensaje de salvación y que también puedan hablar de forma significativa al no creyente.

    Lamentablemente, en muchas congregaciones se siguen cantando coritos que no comunican nada, que repiten una frase sin sentido y que poco edifican tanto al creyente como al visitante.

    Como mencioné antes, este tema bien merece ser objeto de estudio serio, ya sea en una tesis de educación teológica o en una investigación que enriquezca nuestra comprensión del culto evangélico latinoamericano.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - Los coritos que cantamos en nuestras iglesias

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