Enseñar y aprender: ¿aventura o burocracia académica?
Estoy convencido que el manejo del conocimiento en la relación alumno-profesor hay que cambiarlo, los métodos tradicionales de educación hay que revisarlos.
15 DE MARZO DE 2020 · 08:00

A pesar de mi carencia de méritos académicos (como expuse en un anterior artículo (1), situaciones fortuitas me han metido alguna vez en un aula de clase. Mi experiencia como profesor ha sido enriquecedora y gratificante. En el aula trato de confundirme con mis estudiantes en una aventura hacia el conocimiento.
Mi autoridad la convierto en una oportunidad para compartir entusiasmos y ampliar expectativas, mi propuesta no parte de completar un programa de estudios y poner calificaciones al final, parto del desafío que implica esa oportunidad para transformar la vida.
Me identifico con mis estudiantes, pienso en lo que son y en los que pudieran llegar a ser, pienso que en esa oportunidad de compartir con ellos soy parte importante de sus potencialidades, de su futuro.
Mi primera clase, mi primer encuentro con mis estudiantes es un acercamiento personal y humano, es una invitación a compartir una experiencia que nos impulsará hacia un punto de mayor trascendencia en la vida.
Eso de “aprobar la asignatura”, “pasar de curso”, son términos que no encajan en los objetivos de mi propuesta docente. Me preocupa qué va a pasar con mis estudiantes, cómo este fascinante compartir se convertirá en una herramienta importante para sus vidas. No trato de impresionarlos, de sugestionarlos, simplemente los desafíos al aprendizaje, los motivos a participar de nuevos conocimientos.
Esos exámenes puntuales y engorrosamente capciosos no entran en mi metodología docente. Creo que hay otras formas de evaluar, hay que enseñar al estudiante a evaluarse a sí mismo, a que valore por sí mismo su aprendizaje y su esfuerzo.
Hay diferentes criterios para valorar y evaluar el aprendizaje de un estudiante, pero el primero que tiene que evaluarse es el profesor. Si los estudiantes no son evaluados favorablemente, no se “quemaron” ellos, se “quemó” el profesor.
No es que algunos estudiantes sean “malos”, es que hay profesores que son incompetentes, no se mueven por amor al conocimiento, son la réplica repetitiva y cuadrada de un sistema vertical, autoritario y represivo. Es posible que conozcan la asignatura, pero no tienen pasión por enseñarla, por renovar el conocimiento y transformar su clase en una verdadera experiencia de compartir el conocimiento.
Enseñar una asignatura tiene que estar más allá de la metodología educativa que impone la burocracia académica. El profesor tiene que reinventarse, tiene que ser creativo, tiene que vivir con entusiasmo el proceso interactivo de enseñar y aprender al mismo tiempo.
Tan enriquecedora ha sido mi experiencia como profesor que mi libro “Todos podemos escribir”, fue resultado de las notas que preparaba para impartir Español I, y Español II, cuando tuve la oportunidad de impartir docencia a nivel superior.
Mi metodología de enseñanza, contrario a todo lo que había aprendido en la escuela, resultó para mí y para mis estudiantes una gratísima experiencia, una fiesta del conocimiento que también le compartí al escritor español y sobresaliente teórico y analista de la comunicación escrita, Daniel Cassany, quien me respondió saludando mi metodología y aprobando conforme a su experiencia los recursos que empleé para implementarla.
Recientemente me encontré en las redes con unos trabajos de Neus Sanmartí, una especialista de didáctica de la Universidad Autónoma de Barcelona, quien afirma que está gratamente sorprendida por “el cambio de percepción” que ha encontrado en muchos profesores que están rompiendo con canon de la burocracia académica y están siendo más creativo a la hora de impartir sus clases.
Esta educadora saludó como positiva esta iniciativa de los profesores que se disponen a generar cambios cuando constatan que en el momento actual “lo que hacen no sirve de mucho”. Para ella resulta alentador que en el sistema educativo español se le esté dando paso a la creatividad del profesor.
“Existe una proporción elevada de profesores que son creativos, que inventan y que en las aulas hacen lo que quieren y no lo que manda el director o el jefe de departamento… Aunque en principio esto es un defecto también es una cualidad”, explica. Aun así, matiza que la mayoría de los docentes continúan impartiendo sus clases en función de lo que dicta el libro de texto y, “evidentemente, escogen el que más se parece a sus ideas”.
Con respecto a la enseñanza por proyectos, Sanmartí afirma que está más que comprobado que las clases típicas con el libro de texto, explicando de forma tradicional una asignatura sin conectar con la realidad de los estudiantes ni con sus preguntas, “no funciona para la mayoría de los alumnos”.
Para esta especialista en didáctica de las ciencias, la autoevaluación de los alumnos es otro de los grandes retos a los que ha de enfrentarse la enseñanza. “Que un alumno sepa valorar si lo hace bien o si lo hace mal, y no solo ponerse nota, tiene un gran impacto”. Sin embargo, lamenta que aún muchos de los profesores que trabajan por proyectos no se atreven a dejar que los estudiantes se auto evalúen, porque la inseguridad le impide innovar.
En su iniciativa “aprendiendo a enseñar”, la profesora Sanmartí, dice que ha descubierto tres cosas importantes. La primera: Más que saber reproducir muchas ideas aisladas, necesitamos incorporar a la forma de enseñar redes de ideas interrelacionadas. Sin conocimientos no se puede ser competente. Ella cita para mejor entendimiento del concepto “competente” a Philippe Perrenoud, quien sostiene que ser competente en el mundo actual se exige ser capaz de activar y utilizar lo que denominamos “conocimiento”, que no es otra cosa que incorporar al pensamiento redes de ideas interrelacionadas que expliquen los hechos y nos permitan actuar de forma eficaz en un mundo en constante evolución.
En palabras de Jacques Delors, la educación tiene que proporcionar los mapas de un mundo complejo y en constante cambio, que deben ser la brújula para navegar por él.
La segunda cosa que la profesora Sanmartí ha señalado es que hay que enseñar a encontrar placer al trabajar con en el conocimiento. Se trata de que el estudiante descubra por sí mismo cosas más allá de la que el profesor pide en el aula. El hecho es que el estudiante descubra por él mismo recursos que le sirvan para tomar decisiones propias. Lo que se busca es que el placer de manejar conocimientos que lo enriquecen, lo haga olvidar el esfuerzo que está haciendo.
La tercera cosa de la que nos habla esta profesora es de la autonomía de ser capaces de autoevaluarnos. Es lograr que los estudiantes lleguen a ser lo más autónomos posibles. Ella dice que cuando la capacidad de actuar de manera autónoma se convirtió en una de las tres competencias clave se otorgó una función básica a la autoevaluación. Detrás de la idea de autoevaluación hay una nueva visión de lo que entendemos por evaluar y, sobre todo, de su finalidad.
Debemos dejar de entender la evaluación solo como la actividad que informa sobre el nivel de aprendizaje alcanzado, y pasar a concebirla como el proceso que permite conocer reflexivamente, es decir, saber qué sabemos, cómo lo hemos aprendido y escoger el camino para continuar aprendiendo.
Sanmartí está convencida de que la autoevaluación es la capacidad de enseñanza clave para impulsar los cambios que debemos introducir en el modelo de educación actual. “Sólo aprende quien se autoevalúa”, dice.
Mi conclusión
Finalmente, debo decir que las oportunidades que he tenido para impartir docencia la he aprovechado para mis alumnos y para mí. He tratado de aprender a enseñar y he aprendido algo.
De una cosa estoy convencido que el manejo del conocimiento en la relación alumno profesor hay que cambiarla, los métodos tradicionales de educación hay que revisarlos. Tenemos que saber que a través de la educación se prepara y se titula a muchas gentes, pero también se frustra y se malogran muchas personas y vocaciones.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - Enseñar y aprender: ¿aventura o burocracia académica?