Los títulos y la persona

Usted puede responder por sus títulos, sus títulos no pueden responder por usted.

05 DE NOVIEMBRE DE 2023 · 08:00

Honey Yanibel Minaya Cruz, Unsplash,mujer en su graduacion
Honey Yanibel Minaya Cruz, Unsplash

Por alguna razón que no entiendo ni tampoco me preocupa, no tengo los grados académicos que exige nuestro sistema de educación superior para impartir docencia. A punto de terminar la carreta de Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, un día, no recuerdo bien porqué, deje de asistir y de ahí en adelante solo de manera muy ocasional me he sentado como alumno en una sala de clase.

Admiro y siento gran respeto por las personas esforzadas que han coronado dignamente sus conocimientos adquiridos con los títulos que avalan los mismos. Pero yo particularmente no siento mucha simpatía por los títulos.

Pienso que en ocasiones resultan engañosos, y si es verdad que permiten abrir muchas puertas, no es menos cierto que a veces se convierten en trampas que extravían vocaciones y sumen a sus portadores en un estado frustración que los atasca y malogra otras posibilidades.

Aunque lo más significativo de todo es que los títulos académicos alcanzados respondan a conocimientos obtenidos que sean de aplicación real y efectiva, ellos les otorgan a sus portadores un reconocimiento y una estima social importante.

Los títulos que usted ha obtenido son la corona de su esfuerzo, por tanto, exhíbalos, cuélguelos en oficinas, salas y galerías, póngalos cuan largos y numerosos delante de su nombre. Usted se los ganó con su dedicación y empeño, pero asegúrese de que responden a un conocimiento real, útil y permanente actualizado que sirva para engrandecer y dignificar la vida.

¡Ah!, no olvides nunca que usted será siempre más grande y más importante que sus títulos. Ellos son simplemente una credencial de sus esfuerzos académicos, una certificación de sus conocimientos, lo demás, lo más importante y definitivo, lo agrega usted. Usted puede responder por sus títulos, sus títulos no pueden responder por usted.

A pesar de mi actitud, tan particular como caprichosa, reconozco que el aula y la gradación académica que termina otorgando títulos constituyen un sistema universal y en extremo necesario para organizar y promover el conocimiento. Se trata de un sistema imprescindible para incentivar y ordenar el saber.

Yo simplemente, como algunos otros comunicadores y escritores, he sido un espécimen extraño que he podido sobrevivir en medio del conocimiento sin cumplir con sus estrictas y necesarias normas, a las que valoro, incentivo y promuevo con pasión.

Sin embargo, nada que lamentar. He compensado mi medalaganario estilo de vida con los libros. La lectura ha sido mi refugio, y debo decir que me siento más cómodo y complacido detrás de un libro que en un aula de clase. Mi soporífero, mi catarsis para el desahogo y el respiro es escribir para publicar y ese ha sido un apasionado ejercicio a través del que he canalizado las inquietudes de mi vida. Lo he podido hacer a mis anchas y me ha dado grandes satisfacciones y diversas oportunidades para vivir a plenitud.

La lectura por puro placer es un hábito que me ha dado muchísimas satisfacciones, pues amo el conocimiento, ese que yo me quiero dar y adquirir, a contrapelo del que me quieren imponer controlándome a través de exámenes compulsivos y atosigantes tareas, para ponerme, en medio de una sobresaltada espera la calificación que mide mi desempeño en la escala del 1 al 100.

Ya a mi edad, para mí, esto es algo horrible. La evaluación de mi rendimiento y mis notas me las pongo yo mismo. Confieso que con frecuencia me “quemo” y con mucho gusto repito mi asignación hasta alcanzar el nivel de satisfacción deseado.

No le aconsejo a nadie que siga mi camino. Inscríbase en las academias, gradúese y adquiera cuantos títulos sean posibles, mientras con más honestidad y apego al verdadero conocimiento lo haga, mayor satisfacción le darán. No se lleve de mi ejemplo. No soy un antiacadémico, valoro y promuevo el estudio organizado. Reconozco su importancia. La falla es mía.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - Los títulos y la persona