Dios es feliz
Su fruto es gozo y hay delicias a su diestra para siempre. De modo que parecerse a Dios es ser feliz.
24 DE AGOSTO DE 2023 · 08:00

El dios molesto, gruñón que desea castigar inmediatamente a cuántos se portan mal con toda clase de maldiciones es más propio de Zeus que del Dios verdadero.
¿De dónde surgió esa versión de Dios? De la falta de Biblia durante el oscurantismo. La ignorancia de la edad media dejó un mal legado a la fama de Dios, y parece que algunos aún no llegan al renacimiento, pues todavía su dios está enojado. Propio de su frustración personal que reflejan en su doctrina.
Dios es feliz, su fruto es gozo y hay delicias a su diestra para siempre. De modo que parecerse a Dios es ser feliz. Dios hace felices a quienes recuperan su imagen. Pero si eres una de esas personas adustas, infelices, quejumbrosas o dadas a la ira, pregúntate a quién te pareces, pues a Dios no. Los viejos decían: hijo de tigre, pintito. Tal es el que no muestra la naturaleza de Dios.
Te explicaré esto de otra manera. Jesús habló una parábola conocida popularmente como “El buen samaritano”; y trata sobre un hombre que descendiendo de Jerusalén a Jericó fue atacado por ladrones y dejado herido, casi muerto, el cual no fue atendido ni por un sacerdote ni por un levita que por allí pasaron, tu sabes, demasiado ocupados en mejorarse a sí mismos que no tenían tiempo de ayudar a otro. Pero luego sí fue socorrido por otro hombre, el cual era samaritano (Luc. 10:30-35).
Seguramente la has escuchado, leído y hasta comentado. Lo que realmente es complicado es vivirlo. Jesús usó esta historia para responder a un intérprete de la ley que preguntó al Maestro ¿quién es mi prójimo? Jesús le estaba respondiendo no preguntes ¿quién es mi prójimo?, sino ¿quién demuestra ser el prójimo?
¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? El le dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo (Luc. 10:36-37).
La misericordia no es un asunto teórico, sino práctico. El sacerdote es quien tiene la autoridad y el supuesto monopolio de la fe. Representa a los religiosos profesionales que desarrollan largas disertaciones respecto de la misericordia, pero que no la tienen. Probablemente el sacerdote pensó que el hombre asaltado había tenido la culpa, “seguramente andaba en malas compañías”. Todos los que hemos tenido contacto con la religión, cualquiera que esta sea, tenemos algo similar a ese sacerdote.
El levita por su parte, es el servidor del templo, el ritualista, el que tiene más tiempo en la iglesia que un ratón en la biblioteca. Pero suele sentirse tan bueno y santo que no se ensuciará con los pecadores. Le ha costado demasiado purificarse dedicándose a las cosas santas como para que ahora lo pierda todo con un sucio incrédulo; no vale la pena detenerse –pensó.
Caso semejante es el intérprete de la ley, quien puede discutir teóricamente y con lujo de detalles en qué consiste la misericordia según la religión muerta, conoce las palabras griegas, hebreas y arameas, pero lo que no conoce es el calor en el corazón. Demasiada letra al cerebro y poco fuego al alma.
El buen samaritano fue muy distinto, era el único dispuesto a ayudar. Representa al súbdito del reino quien actúa movido por misericordia sin teorizar; no razona respecto de sí el desdichado merece o no la ayuda, tampoco lo culpa de su condición arguyendo quizá que viajaba sólo en lugares peligrosos. ¡No! ¡Sólo tiene compasión ante la necesidad ajena y hace misericordia!
Pero antes de que te sientas el bueno de la película suponiendo que tu eres el buen samaritano, permíteme ubicarte reduciendo tu ego: el buen samaritano es Jesús.
Así como los samaritanos eran mitad israelitas, mitad sirios, así Jesús es Hijo de Dios e Hijo del Hombre. Él es quien descendió del cielo a ayudarnos en nuestra ruina. La humanidad entera somos las víctimas a quienes el ladrón atacó, robó y medio mató. Sólo Jesús nos sanó y llevó al mesón, la iglesia, en dónde el Espíritu Santo como un mesonero nos cuidará hasta su regreso.
Concluyendo la parábola, el Señor dijo al intérprete de la ley haz tu lo mismo. He allí la importancia de la misericordia y esa es la maravilla de esta bienaventuranza, cuando somos misericordiosos, somos como Cristo es.
Esto trae felicidad. Soy feliz siendo compasivo porque me acerco a la imagen de Dios.
Toda esta basta y variada especie humana reacciona igual ante la acción de hacer misericordia; por oscura que parezca el alma de alguno, la misericordia tiene un gran impacto. Es como hacer ejercicio, sin importar de quien se trate, de toda raza y forma, los seres humanos tenemos una reacción semejante ante el ejercicio. La respiración y el desarrollo de los músculos será parecida. Sólo cambiará en tamaño y definición, pero serán semejantes.
Es su especie y diseño; su imagen y semejanza. Asimismo, cuando hace misericordia el hombre suele reaccionar de la misma manera, con felicidad.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Palabra viva - Dios es feliz