El negocio de la teología de la prosperidad

Los promotores de la teología de la prosperidad comercializan y trafican la fe en aras de la prosperidad material,

10 DE AGOSTO DE 2025 · 08:00

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Biblia, prosperidad y fe (4)

Por todo lo dicho en los artículos previos de esta serie sobre Biblia, prosperidad y fe (ver el índice al final de este artículo) debemos reiterar siempre que la vida de una persona no consiste en la abundancia de sus bienes. Consiste más bien en el valor que Dios concede a cada individuo humano por el simple hecho de serlo y ostentar en sí mismo la imagen y semejanza divinas.

El mismo valor que lo llevó a hacerse hombre como nosotros y a morir voluntariamente en la cruz para pagar con su propia sangre por todos nosotros, redimiéndonos y haciéndonos suyos nuevamente en condición de hijos de Dios.

Y si creemos y confiamos con arrepentimiento y humildad en lo hecho por Él a nuestro favor, podremos llegar a ser hijos de Dios: “Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios” (Juan 1:12). Porque ser es una necesidad. Tener es sólo una posibilidad. No debemos olvidarlo.

La teología de la prosperidad nos arroja, además, al engaño de asumir la vida cristiana de manera triunfalista, como si gracias a la fe ya estuviéramos por encima del bien y del mal en este mundo y de las luchas que esta vida siempre problemática en mayor o menor grado nos depara, conforme a la declaración de Cristo en el sentido de que en este mundo tendremos aflicción, poniendo en evidencia la falsedad de una teología que hace de la prosperidad material y de la salud física la finalidad de la vida cristiana y el derecho de cada creyente, de modo que no disfrutar de ambas sería una señal de no contar con el favor de Dios, ya sea por algún pecado encubierto o por falta de fe o por ambos, reforzando así el evangelio del sueño americano que hace de los valores y aspiraciones de las familias de clase media profesional el ideal de la vida cristiana.

Los promotores de la teología de la prosperidad y del movimiento de la fe no hacen más que comercializar la fe en aras de la prosperidad material y traficar con ellas, manipulando y retorciendo la llamada “ley de la siembra y la cosecha” que, si bien es lapidaria: “No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna” (Gálatas 6:7-8), es por completo malinterpretada por estos personajes, pues desde la óptica divina sólo existen dos clases de semilla: la semilla que busca complacer a la carne, y la que busca agradar al Espíritu.

No existe tal cosa como “sembrar dinero” para obtener dinero, como lo promulga la teología de la prosperidad, haciendo de los dirigentes eclesiásticos que así lo promueven nuevos vendedores de indulgencias que se enriquecen a costa de la fe incauta de sus crédulos y manipulados fieles, casi al límite del enriquecimiento ilícito y, además de todo, haciendo ostentoso y derrochador alarde de ello.

El dinero no es, pues, “semilla” sino la actitud con la que hacemos uso de él. Quien obsequia dinero con actitud generosa y desprendida está, pues, sembrando para el Espíritu, pero el que hace lo mismo con actitud interesada y fríamente calculadora, pensando más en la ganancia que espera obtener de ello que en el beneficio del receptor, está sembrando para la carne. Y en cualquiera de los dos casos, sólo podrá cosechar el fruto de la semilla que sembró y que Dios, que examina los corazones, conoce muy bien.

En cuanto al “movimiento de la fe”, habitual acompañante de la “teología de la prosperidad”, parece en principio muy correcto enfatizar la necesidad de la fe en el contexto de la iglesia y la invitación a acrecentarla. Pero no al margen de Dios y debidamente subordinada a Él. Por eso, si como cristianos hemos de devolverle a la fe el lugar que le corresponde, no podemos hacerlo simplemente estimulando una idolatría de la fe, como la que caracteriza a este movimiento que gana fuerza en la iglesia de la mano de los llamados “motivadores” que vienen sustituyendo en el púlpito a los antiguos predicadores.

Definitivamente, en el cristianismo la fe no es algo desarticulado, ambiguo y sin dirección, sino que, por el contrario, tiene un término y un contenido claramente definido, como lo indicó el Señor Jesucristo: “Tengan fe en Dios” (Marcos 11:22). 

Debemos, pues, denunciar y combatir la promoción de una fe sin contenido específico como la que se viene haciendo en la actualidad en círculos cristianos por cuenta del movimiento de la fe, como si la fe fuera un molde que funciona por sí mismo, independiente de lo que contenga.

Una fe que puede prescindir de Dios impunemente o, peor aún, que hace de Dios nuestro sirviente, obligado a concedernos todas las cosas en las que creamos con la fuerza suficiente, incurriendo de lleno en las actitudes mágicas y en un grosero y condenable utilitarismo.

Esta no es fe en Dios, sino fe en la fe. No sobra entonces especificar un poco el contenido exacto de la fe cristiana: “Esta es la obra de Dios: que crean en aquel a quien él envió–les respondió Jesús” (Juan 6:29), ampliada con mayor detalle en el cierre de este mismo evangelio por el apóstol Juan: “Jesús hizo muchas otras señales milagrosas en presencia de sus discípulos, las cuales no están registradas en este libro. Pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida” (Juan 20:30-31).

Porque ante este panorama, la pregunta abierta que el Señor Jesucristo nos dirige adquiere toda su vigencia: “… cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?” (Lucas 18:8).

En realidad, el movimiento de la fe no es más que la infiltración del movimiento secular de la autoayuda en el campo de la iglesia. Un movimiento variopinto que se alimenta de las filosofías propias de las religiones del Lejano Oriente mezcladas con la ciencia occidental y con motivos y principios auténticamente cristianos.

De este tema seguiremos hablando la semana que viene.

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Artículos anteriores de esta serie sobre Biblia, prosperidad y fe

1.- El ‘síndrome de Pedro’

2.- Dios, prosperidad y riqueza

3.- Los pastores megarricos de las megaiglesias

4.- El negocio de la teología de la prosperidad

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - El negocio de la teología de la prosperidad