El feminismo radical
El feminismo radical ha hecho del “sexismo”, del patriarcado y del machismo su principal blanco de ataques.
06 DE JULIO DE 2025 · 08:00

La mujer y el evangelio (1)
El tema del feminismo es ineludible en los días en que vivimos. Muchos otros temas de actualidad giran alrededor de él.
Desde la frivolidad y superficialidad estereotípica de la muñeca “Barbie” ꟷpuesta en evidencia con sorna en la taquillera película del mismo nombre protagonizada por Margot Robbieꟷ, y contra la que las feministas la han emprendido como símbolo de todo aquello que combaten, como se deja ver también en esta película.
Y los que no giran alrededor del feminismo, se superponen de todos modos a él o al menos lo tocan de manera tangencial. Comenzando por la trata de personas, justamente llamada hasta hace algún tiempo “trata de blancas”, término que, a pesar de ser demasiado restrictivo y, por lo mismo, incorrecto, muestra, sin embargo, el papel central que la mujer, ocupa en esta problemática ꟷaunque no de manera exclusiva ni mucho menos, pues los niños y niñas han venido a ocupar cada vez más este papel en esta problemática, como lo muestra también la película “Sonido de libertad”ꟷ.
Del mismo modo podríamos mencionar el carácter delictivo que han llegado a adquirir prácticas que hasta no mucho tiempo atrás eran toleradas como secretos a voces, como lo puso en evidencia el movimiento “#MeToo” en redes sociales.
Uno de cuyos últimos casos mediáticos lo constituye la renuncia del presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, por el escándalo del beso no consentido a la futbolista Jenni Hermoso tras el triunfo de la selección de España en el Mundial femenino de fútbol.
Pero podríamos señalar también otros temas tanto o más delicados y controvertidos como el aborto e incluso las pretensiones de la comunidad LGBTI (y demás siglas que se le añaden cada día) y la ideología de género, comunidad que las feministas instrumentalizaron en un comienzo a favor de su causa, pero que ahora están siendo instrumentalizadas por esta comunidad para su propios propósitos ya no compartidos por todas las ramas del feminismo actual que ha visto como la ideología de género se ha vuelto en su contra de varias maneras.
La bestia negra del feminismo ha sido el patriarcado, institución social a la que se considera sinónimo del nefasto machismo que ha oprimido, explotado y vejado a las mujeres a lo largo de la historia humana, al grado de hacer del feminicidio una de las causas principales de muerte para las mujeres en el mundo moderno, en especial en los países en vías de desarrollo, más comúnmente conocidos como del “tercer mundo”, constituyéndose éste en uno de los más emblemáticos “crímenes de odio” presentes en las legislaciones de los países occidentales o bajo la órbita de Occidente.
Pero sin dejar de condenar el machismo como una de las funestas consecuencias de la caída en pecado del ser humano, según podemos comprobarlo en la sentencia pronunciada por Dios sobre la mujer en el Génesis: “A la mujer dijo: «Multiplicaré tu sufrimiento en el parto y darás a luz a tus hijos con dolor. Desearás a tu marido, y él te dominará»” (Génesis 3:16); cabe preguntarse si el igualar el machismo con el patriarcado y querer resolver el primero eliminando al último no es un caso más de “vender el sofá”[1].
El feminismo radical se ha aliado, además, con el lenguaje políticamente correcto alrededor del llamado “lenguaje inclusivo”, un verdadero esperpento que, salvo contadas excepciones, es un directo, insufrible e intolerable maltrato al idioma que pretende legitimar expresiones innecesarias que suenan como payasadas o malos chistes en boca de quienes presumen ser muy cultos y progresistas.
Pero hablando del lenguaje y las realidades por él evocadas, el feminismo radical ha hecho del “sexismo”, a la par del patriarcado y del machismo, su principal blanco de ataques, tal vez más que los dos primeros.
Si bien es cierto que el cristianismo debe ser crítico hacia los abusos del patriarcado, y particularmente a su potencial para degenerar en el siempre injusto y condenable machismo que la iglesia debe, por tanto, combatir; esto no significa que cualquier diferencia de rol entre el hombre y la mujer por causa de su sexo biológico deba ser calificado de “sexista” y combatido de inmediato por la iglesia.
El problema aquí es que, para la mentalidad moderna, igualdad es sinónimo de justicia, de donde cualquier trato desigual hacia cualquier persona, independiente de su sexo o género (términos que para el cristianismo se superponen casi en un cien por ciento en todos los casos), es de inmediato visto como injusto y debe, por tanto, ser corregido.
Por eso debemos darle la razón a Millor Fernándes cuando decía: “La justicia es igual para todos. Ahí empieza la injusticia”. Porque si bien es cierto que hay circunstancias de la vida en que la justicia demanda un trato igualitario para todos, la justicia deja de ser tal cuando el trato igualitario se convierte en una obligación para ella en todas las circunstancias.
Visto este panorama general, ¿qué postura debe tener el cristiano ante este feminismo radical? Lo iremos contestando en los siguientes artículos.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - El feminismo radical