Profecías cumplidas en la última Pascua
El Antiguo Testamento nos da un buen número de detalles que pueden ser verificados sin dificultad.
03 DE NOVIEMBRE DE 2024 · 08:00

Profecías mesiánicas (5)
Pasamos ya a la semana de pasión en este estudio de las profecías mesiánicas cumplidas en Jesús. El Antiguo Testamento nos da un buen número de detalles relacionados con ella que pueden ser verificados sin dificultad.
En primer lugar, su entrada triunfal en Jerusalén el domingo de ramos, anunciada así por el profeta: “Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de alegría, hija de Jerusalén! Mira, tu rey viene hacia ti, justo, victorioso y humilde. Viene montado en un burro, en un burrito, cría de asna” (Zacarías 9:9); y cuyo cumplimiento recogen así los evangelios: “Tomaron ramas de palma y salieron a recibirlo mientras gritaban a voz en cuello: ꟷ¡Hosanna! ꟷ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ꟷ¡Bendito el Rey de Israel! Jesús encontró un burrito y se montó en él, como dice la Escritura” (Juan 12:13-14).
Puede argumentarse contra este cumplimiento que fue planificado de este modo por el Señor Jesucristo que, conociendo la profecía de Zacarías, se ciñó de manera premeditada a ella al planear su ingreso a Jerusalén en un burrito. Pero de cualquier modo, humanamente hablando, Jesucristo no podía haber preparado el recibimiento que le dio aquí el mismo pueblo que cinco días después estaría pidiendo que lo crucificaran.
Y si bien es cierto que el Señor Jesucristo estaba dolorosamente consciente de que sería traicionado: “Dicho esto, Jesús se angustió profundamente y afirmó: ꟷLes aseguro que uno de ustedes me va a traicionar” (Juan 13:21), no lo es que pudiera planificar también la profetizada traición por parte de uno de sus discípulos más cercanos, tal como se profetizó en el Antiguo Testamento: “Hasta mi amigo cercano, en quien yo confiaba y que compartía el pan conmigo, se ha vuelto contra mí” (Salmo 41:9), descrita de forma más vívida un poco más adelante: “Si un enemigo me insultara, yo lo podría soportar; si un adversario me humillara, de él me podría yo esconder. Pero lo has hecho tú, un hombre como yo, mi compañero, mi mejor amigo, a quien me unía una bella amistad y con quien caminaba entre los adoradores en la casa de Dios” (Salmo 55:12-14).
Una traición que, como es bien sabido, llevó a cabo Judas Iscariote: “Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los jefes de los sacerdotes para entregarles a Jesús… Todavía estaba hablando Jesús cuando apareció Judas, uno de los doce. Lo acompañaba una turba armada con espadas y palos, enviada por los jefes de los sacerdotes, los maestros de la Ley y los líderes religiosos. El traidor había dado esta contraseña: «Al que le dé un beso, ese es; arréstenlo y llévenselo bien asegurado». Tan pronto como llegó, Judas se acercó a Jesús y dijo: ꟷ¡Rabí! Y lo besó” (Marcos 14:10, 43-45).
En relación con esta traición, el precio también fue profetizado: “Les dije: «Si les parece bien, páguenme mi salario; de lo contrario, quédense con él». Y me pagaron solo treinta piezas de plata” (Zacarías 11:12), que fue, efectivamente, el precio acordado: “Uno de los doce, el que se llamaba Judas Iscariote, fue a los jefes de los sacerdotes. ꟷ¿Cuánto me dan y yo les entrego a Jesús? ꟷpropuso. Decidieron pagarle treinta monedas de plata. Y desde entonces Judas buscaba una oportunidad para entregarlo” (Mateo 26:14-16).
Y para cerrar este punto, la destinación final de este dinero también estaba profetizada: “Entonces el Señor me dijo: «¡Vaya precio con el que me han valorado! Entrega eso al alfarero». Así que tomé las treinta piezas de plata y se las di al alfarero del Templo del Señor” (Zacarías 11:13).
Y los dirigentes de la nación que habían crucificado al Señor, sin ser conscientes de ello, dieron cumplimiento a este anuncio: “Cuando Judas, el que lo había traicionado, vio que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los líderes religiosos. ꟷHe pecado ꟷdijoꟷ, porque he entregado a la muerte a un inocente. ꟷ¿Y eso a nosotros qué nos importa? ꟷrespondieronꟷ. ¡Allá tú! Entonces Judas arrojó el dinero en el santuario y salió de allí. Luego fue y se ahorcó. Los jefes de los sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: La ley no permite echar esto al tesoro, porque es dinero pagado para derramar sangre». Así que resolvieron comprar con ese dinero un terreno conocido como Campo del Alfarero, para sepultar allí a los extranjeros. Por eso ha sido llamado Campo de Sangre hasta el día de hoy. Así se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías: «Tomaron las treinta monedas de plata, el precio que el pueblo de Israel había fijado, y con ellas compraron el campo del alfarero, como me ordenó el Seño»”.
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Este artículo forma parte de la serie sobre "Profecías mesiánicas":
1.- El testimonio profético cumplido en Cristo
2.- El ‘protoevangelio’ ¿la primera profecía sobre Jesús?
3.- Profecías cumplidas en el nacimiento de Jesús
4.- Profecías cumplidas en el ministerio de Jesús
5.- Profecías cumplidas en la última Pascua
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - Profecías cumplidas en la última Pascua