La Trinidad en la Biblia

Como dijimos la semana pasada, la ambigüedad y la confusión de términos distorsiona la doctrina de la Trinidad.

    02 DE ABRIL DE 2023 · 08:00

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    peachknee, Pixabay

    Al abordar la Trinidad es necesario tener claro el significado de palabras técnicas en teología tales como “esencia”, “sustancia”, “persona”, “subsistencia” y “naturaleza”, centrales en la discusión trinitaria desde el punto de vista semántico y filosófico, que pueden muy bien formar parte de lo que Pablo menciona en cuanto a que: “Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios, para que entendamos lo que por su gracia él nos ha concedido. Esto es precisamente de lo que hablamos, no con las palabras que enseña la sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, de modo que expresamos verdades espirituales en términos espirituales” (1 Corintios 2:12-13).

    Porque no basta el conocimiento bíblico sobre el particular, ꟷaunque no sobra decir que éste es absolutamente necesarioꟷ, sino que la ignorancia sobre estos asuntos semánticos y técnicos de la disciplina teológica genera mucha más confusión y ambigüedad que la que pretende resolverse al abordar la discusión.

    Es totalmente pueril, entonces, la acusación de aquellos que quieren negar la doctrina de la Trinidad simplemente porque éste término no se encuentra en las Escrituras como tal, puesto que si bien es cierto que el término en sí mismo no se encuentra en ellas (así como muchos otros que son plenamente aceptados por todos en la teología y la práctica cristianas, como por ejemplo providencia), el concepto como tal sí está y la teología lo único que ha hecho es tratar de darle un nombre adecuado y comúnmente aceptado para referirse a él.

    Así, pues, la teología cristiana reconoce unánimemente en Dios la unidad y unicidad de la esencia o, si se quiere, de la sustancia o naturaleza divina de tal manera que Dios no sólo es uno sino también único. Pero al mismo tiempo afirma que en este Dios único y uno hay tres hipostasis, subsistencias o personas diferentes.

    La Trinidad se encuentra ya implícitamente anunciada en el Antiguo Testamento, con todo y su énfasis en la unidad de Dios, pues hay en él sugerencias claras de una diversidad de personas presentes en la unidad divina.

    Estos anuncios tienen que ver, en primer lugar, con el nombre plural para Dios utilizado en el Antiguo Testamento. Más exactamente, el nombre hebreo Elohim. Un nombre que, a pesar de ser plural, cuando se refiere a Dios incluye indefectiblemente en el complemento de la frase la conjugación del verbo en singular, lo cual equivale a una premeditada, inspirada, ꟷy no propiamente equivocadaꟷ, construcción gramatical que indicaría que, de algún modo, el sujeto es en realidad uno solo a pesar de que el sustantivo con el que se le identifica sea plural, o lo que es lo mismo, que a pesar de que el verbo indique que quien actúa es uno solo, el sustantivo plural da a entender que en la unidad del sujeto hay sin embargo una pluralidad actuando.

    En segundo lugar, en el Antiguo Testamento encontramos el llamado “plural mayestático” que consiste en la expresión hablada o escrita por la cual un hablante o escritor, no obstante lo evidente de su condición individual y singular, se refiere a sí mismo usando la primera persona del plural.

    Este uso ha sido propio de reyes y papas desde la antigüedad (de ahí el término “mayestático”, es decir perteneciente o relativo a la majestad), pretendiendo así hablar no en nombre propio o a título personal, sino en nombre de la institución que presiden de manera individual o en representación de una colectividad.

    El uso que hace el Antiguo Testamento en varias oportunidades de esta figura en boca de Dios se explica bien como una referencia velada a la Trinidad en lo que algunos estudiosos, superando ya las connotaciones propias del “plural mayestático” que no dejan de ser inadecuadas para la Trinidad, llaman mejor y de manera más exacta “plural deliberativo”, que encontramos en los pasajes de Génesis 1:26-27; 3:21-22; 11:5-7 e Isaías 6:8.

    De ellos puede inferirse que en la unidad de Dios se encuentra presente una pluralidad, independiente del número que asuma, algo que la Biblia precisará más adelante en el número 3.

    Continuando con este cúmulo de sugerencias del Antiguo Testamento a favor de la Trinidad que se refuerzan mutuamente, encontramos el llamado Shemá, justamente el pasaje clásico del monoteísmo judío, que podemos leer en Deuteronomio 6:4, y dice así: “»Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor”, en el que la palabra hebrea que se utiliza para designar la unidad y unicidad de Dios es la que se utiliza para designar una unidad compuesta del estilo “un grupo” o “un conjunto” y no “un individuo” o “un elemento”.

    El “Ángel del Señor” que se revela en múltiples oportunidades en el Antiguo Testamento aunque no sea ésta una postura unánime entre todos los teólogos, pero sí en una mayoría, también sugiere la Trinidad. Hecha la salvedad, este punto consiste en el hecho de que los teólogos cristianos han sostenido de manera mayoritaria que, por la manera en que el Antiguo Testamento se refiere y describe al “ángel del Señor” cuando éste se manifestaba y por las reacciones que suscitaba entre los testigos de su manifestación, es evidente que en un representativo número de pasajes (no en todos), este personaje, más que un ángel, se trata de Dios mismo.

    Más exactamente, que la manifestación del “Ángel del Señor” parece ser una manifestación, no tan sólo de Dios en un sentido amplio e indiferenciado, sino una manifestación específica del Verbo, el Hijo, o lo que es lo mismo, la Segunda Persona de la Trinidad antes de su encarnación como hombre en la persona de Cristo.

    En consecuencia, lo cierto es que al ser el “ángel del Señor” el Señor mismo, habría una identificación entre ambos que apuntaría a su unidad esencial, pero al mismo tiempo al existir una distinción entre ellos dos que señalaría también la pluralidad de personas subsistentes en la divinidad.

    Existe, además, en el Antiguo Testamento un pasaje mesiánico en particular en el cual la distinción de personas en Dios es clarísima y la atribución de la divinidad a las dos personas mencionadas es igualmente innegable. Se trata del salmo 110:1 que dice: “Así dijo el SEÑOR a mi Señor…”. 

    Dado que David utiliza aquí dos nombres propios y distintos de Dios, a saber: YHWH (traducido “SEÑOR”, en letras versales) y Adonai (traducido “Señor” en letras normales), está atribuyendo a Dios algo así como un diálogo interpersonal consigo mismo

    Esto no puede explicarse de manera diferente a afirmar que en Dios existen distinciones sustantivas o concretas de tipo claramente personal en permanente, íntima y mutua interrelación, distinciones que, sin embargo, no obran en perjuicio de su unidad esencial ni de su identidad como un único Dios. La tradición teológica cristiana, ya plenamente encuadrada en el marco de la doctrina de la Trinidad, no tiene dificultad para interpretar este pasaje en el cual ve un diálogo divino entre Dios Padre y Dios Hijo, la primera y segunda personas de la Trinidad respectivamente.

    El número 3 que caracteriza a la Trinidad aparece con claridad en los paralelismos triples asociados a Dios que se encuentran en el Antiguo Testamento. Pasajes tan centrales que con el tiempo se convirtieron en fórmulas litúrgicas en las que se hace referencia a Dios acudiendo a un paralelismo reiterativo por el cual se le menciona en tres oportunidades, una inmediatamente después de la otra en el mismo pasaje que, curiosamente, son justo tres los que sobresalen por encima de los demás. En primer lugar, de nuevo, el ya citado Shema judío en el que se menciona el nombre de Dios tres veces. En segundo lugar, la bendición sacerdotal de Números 6:24-26: »”El Señor te bendiga y te guarde; el Señor te mire con agrado y te extienda su amor; el Señor te muestre su favor y te conceda la paz.” Y en tercer lugar está la visión del Santo de Isaías: “Y se decían el uno al otro: «Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria.»” (Isaías 6:3). Esta fórmula veladamente trinitaria es retomada en el Nuevo Testamento por el apóstol Juan en el libro del Apocalipsis (Apocalipsis 4:2) y desde entonces ha sido una de las líneas de evidencia esgrimidas por la iglesia en el Antiguo Testamento como insinuación inequívoca de la doctrina de la Trinidad revelada plenamente en el Nuevo Testamento.

    Pasando al Nuevo Testamento, si bien no existe una declaración explícita e inequívoca de la Trinidad en el Nuevo Testamento al estilo de la ya citada, puntual y clásica fórmula acuñada por Tertuliano, que es la que se ha hecho popular en medios cristianos, con todo, esta doctrina está tan abundantemente documentada y revelada en el Nuevo Testamento que no se puede poner en duda, pues no consiste ya en veladas insinuaciones únicamente, como en el Antiguo Testamento, sino en múltiples y muy diversas afirmaciones extractadas de la propia vida de la iglesia apostólica que conducen inexorablemente a la Trinidad como conclusión indiscutible.

    De hecho, para cualquiera que lea sin prejuicios el Nuevo Testamento salta a la vista la doctrina de la Trinidad, percibida casi de manera intuitiva y sutil aún antes de emprender cualquier esfuerzo sistemático y reflexivo para dejarla establecida.

    Con todo, al igual que se ha hecho con el Antiguo Testamento, es necesario sistematizar de manera esquemática las maneras en que la Trinidad se revela en el Nuevo Testamento y las inferencias doctrinales que deben extractarse de esta revelación.

    El Nuevo Testamento comienza por afirmar con suficiencia y claridad el mismo monoteísmo ya revelado en el Antiguo Testamento, en contra de quienes afirman que la Trinidad conduce al triteísmo.

    Pero al mismo tiempo, distingue en el Dios uno y único a tres personas que comparten esa única divinidad en íntima unidad. Adicionalmente, hay muchos pasajes en el Nuevo Testamento que asocian a las tres personas de la Trinidad en plano de igualdad. 

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - La Trinidad en la Biblia

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