La corrupción a los ojos de Dios

Dios se toma muchas molestias para advertirnos que cualquier forma de corrupción (injusticia, soborno, avaricia, extorsión, abuso, usura) es pecado.

14 DE MAYO DE 2019 · 14:00

Ishan SeeFromTheSky, Unsplash,dron view, vista ciudad
Ishan SeeFromTheSky, Unsplash

La iglesia frente a la corrupción, un

problema que excede lo espiritual (2)

Si bien el presente artículo no es un trabajo de tinte teológico, es necesario enmarcar el tema en nuestra base de sustento y creencias bíblicas, dado que no podemos dejar de tener una cosmovisión cristiana sobre el tema.

El vocablo hebreo shakját significa daño, destrucción, arruinar (se corrompió la tierra delante de Dios…. toda carne ha corrompido su camino -Gn. 6:11-12). La idea apunta a un proceso en el cual una cosa se ha dañado y está a punto de destruirse por completo o de perder su sentido de ser.

Respecto del griego cabe mencionar la palabra original en su transliteración: phthartós y en su definición: corruptible, mortal, marchitable, perecedero, caduco. Asimismo, la palabra diaphthorá, en su definición: descomponer, corromperse.

Antiguo Testamento

Cuando indagamos en el Antiguo Testamento encontramos un importante número de referencias al significado de corrupción. El libro del Levítico establece: "no hurtaréis; no mentiréis ni os defraudaréis unos a otros" (Lv 19:11). "No haréis sentencias injustas, ni cometeréis injusticias en pesos y medidas. Tened balanza, pesas y medidas exactas" (Lv. 19, 35).

En el libro de Deuteronomio, el Señor es enfático al advertir: "No torcerás el derecho, no harás acepción de personas, no aceptarás soborno, porque el soborno cierra los ojos de los sabios y corrompe las palabras de los justos". (Dt. 16:19); y agrega "maldito quien acepte soborno para quitar la vida a un inocente" (Dt. 27:25).

En el libro de Samuel hay importantes referencias con relación a los hijos de Samuel, señala el texto sacro: "Sus hijos no siguieron su camino: fueron atraídos por el lucro, aceptaron regalos y torcieron el derecho" (I Sam. 8:3). Por otra parte, el libro de Salmos está lleno de alusiones al tema y contiene distintas referencias respecto de la corrupción. "No morará en mi casa quien cometa fraude" (Sal. 101:7). "No juntes mi alma con los pecadores, ni mi vida con los hombres sanguinarios, que tienen en sus manos la infamia, y su diestra repleta de soborno" (Sal. 26:10).

El profeta Isaías aseguraba en el siglo VIII antes de Cristo que "el que rehúsa ganancias fraudulentas, el que se sacude la palma de la mano para no aceptar soborno, el que se tapa las orejas para no oír hablar de sangre, y cierra sus ojos para no ver el mal. Ese morará en las alturas, subirá a refugiarse en la fortaleza de las peñas…". (Is. 33:15-16).

Nuevo Testamento

No son pocas las referencias entre los llamados “Profetas Menores”. El profeta Oseas nos brinda una teología práctica respecto de lo repudiable que es para Dios la corrupción: “Oíd palabra de Jehová, hijos de Israel, porque Jehová contiende con los moradores de la tierra; porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra. Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y homicidio tras homicidio se suceden” (4:1-2). Miqueas nos recuerda la corrupción del pueblo de Israel y la eterna misericordia de Dios. “¡Ay de los que en sus camas piensan iniquidad y maquinan el mal, y cuando llega la mañana lo ejecutan, porque tienen en sus manos el poder! Codician campos y los roban; casas, y las toman; oprimen al hombre y a su familia, al hombre y a su heredad” (2:1-2).

El profeta Amós denuncia: “Así dice el Señor: A Israel, por tres delitos y por cuatro no lo perdonaré. Porque venden al inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias; pisotean a los pobres y evitan el camino de los humildes; un hombre y su padre abusan de la criada; se acuestan sobre ropas dejadas en fianza junto a cualquier altar, beben vino de impuestos en el templo de su Dios” (Am. 2:6-8); y agrega: “Los que convertís en ajenjo el juicio, y la justicia la echáis por tierra” (5:7).

El Nuevo Testamento va un paso más allá, sube el estándar, profundiza la responsabilidad. Jesús denunció la corrupción en todas sus formas y parte del proceso de arrepentimiento tiene que ver sin duda con una vuelta enfática de tales prácticas, nos dice Lucas: “Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (LC 19:8).

Asimismo, se dice respecto de los soldados romanos: “También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario” (3:14).

Las referencias a sobornos, fraude, extorsiones tienen cabida en todos los Evangelios y especialmente en los escritos paulinos. Sentencia el libro de Tito: “Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas. Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra” (1:15-16).

Es diestra la pluma de San Pablo inspirada por el Espíritu Santo al escribir: “Ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (I Co. 6:10).

Conclusión

Los versículos y menciones señaladas son simplemente una breve referencia a la complejidad que el tema tiene en la Biblia y del cual sería necesario indagar en la vasta biblioteca teológica actual.

Dios se toma muchas molestias para advertirnos que la corrupción en todas y cada una de sus formas directas o indirectas (injusticia, soborno, avaricia, torcer la justicia, testigos falsos, extorsión, exacciones ilegales, abuso, usura, mentira, entre otras) son pecado y por ende trae maldición al hombre y los pueblos. No es menor recordar el famoso texto del libro de Proverbios 29:2 “Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; mas cuando domina el impío, el pueblo gime”.

La Palabra de Dios es clara respecto a la corrupción y la posición que los cristianos deben tomar, distante de ella y procurando por medio de su acción e influencia una modificación de los patrones culturales y sociales enquistados y que tanto daño hacen en la vida cotidiana y de largo plazo de las personas.

Adicionalmente, vale la pena recordar, que no se cambia la corrupción con declaraciones teológicas, ritos litúrgicos o con buenas intenciones; se necesita ocupar los lugares en los cuales se toman las decisiones con sólidas bases y principios cristianos, a fin de ejercer el poder con gracia, sabiduría y en dependencia divina. Eso es lo que produce transformación, lo que cambia las ciudades y el destino de los pueblos, el Reino de Dios.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Con sentido - La corrupción a los ojos de Dios