El peso de nuestras acciones

Nuestras acciones abren puertas en el mundo espiritual y nos generan consecuencias, buenas o malas.

    29 DE OCTUBRE DE 2023 · 08:00

    Vladislav Babienko, Unsplash,elegir decidir, encrucijada caminos
    Vladislav Babienko, Unsplash

    Las Escrituras nos muestran desde el principio que Dios le advirtió al hombre que todas sus acciones tendrían un peso y consecuencias, bien sean positivas o negativas. Todo lo que hacemos tiene un origen espiritual, pero somos nosotros quienes tenemos la decisión, como seremos nosotros los que recibiremos según lo que hayamos hecho o sembrado (Gálatas 6:7).

    De la osadía del diablo al tentar a nuestro Señor en el desierto se desprende algo que no se había hasta ese momento en las Escrituras, y es el hecho del peso o el alcance que tuvo la desobediencia de Adán al comer del fruto prohibido.

    Dice la Biblia: «Entonces el diablo lo llevó a un lugar alto, y en un instante le mostró todos los reinos del mundo, y le dijo: “Yo te daré poder sobre todos estos reinos y sobre sus riquezas, porque a mí han sido entregados, y yo puedo dárselos a quien yo quiera. Si te arrodillas delante de mí, todos serán tuyos”. Jesús le respondió: “Escrito está: ‘Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás’”» (Lucas 4:5-8).

    La gran pregunta que surge es: ¿quién le entregó la autoridad sobre los reinos de la tierra al diablo?

    Para responderla debemos ir al Génesis de todo, cuando «creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Dios los bendijo y les dijo: “Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra; sojúzguenla y tengan dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se desplazan sobre la tierra”» (Génesis 2:27-28).

    Dios le dio la autoridad y el dominio a Adán sobre todo lo creado para que fuera el mayordomo, siempre y cuando obedeciera al Señor y no comiera del fruto prohibido, «porque el día que comas de él ciertamente morirás» (Génesis 2:17b). Pero la mujer y luego el hombre comieron del fruto y las consecuencias llegaron de inmediato, no sólo entró el pecado y con él la muerte, sino que en el mundo espiritual la autoridad y dominio dado al hombre pasó a manos del diablo al que Adán obedeció contrariando la voluntad de Dios.

    Entonces «Dios dijo al hombre: —Porque obedeciste la voz de tu mujer y comiste del árbol del que te mandé diciendo: “No comas de él”, sea maldita la tierra por tu causa. Con dolor comerás de ella todos los días de tu vida» (Génesis 3:17).

    Al Adán desobedecer a Dios y pecar transformó la bendición inicial (Génesis 2:27-28) en maldición, su acción tuvo un gran peso sobre él y la creación entera.

    • Toda acción de desobediencia lleva consigo un peso y una consecuencia.

    • Toda acción otorga legalidad en el mundo espiritual.

    • Si obedecemos a Dios recibiremos sus bendiciones desde el mundo espiritual.

    • Mientras que nuestra desobediencia otorga legalidad al diablo y eso nos acarrea maldición.

    Nunca debemos olvidar que nuestras acciones abren puertas en el mundo espiritual y nos generan consecuencias, sean buenas o malas; si nuestras acciones son buenas nos generarán bendiciones, pero si son malas nos acarrearán maldiciones, ya que le estamos dando legalidad al maligno, tal y como lo hizo Adán en el principio, y las consecuencias/maldiciones pueden afectar hasta nuestra tercera y cuarta generación (Éxodo 20:5-6).

    Por causa del pecado de Adán entró el pecado y la muerte, esa acción le otorgó al diablo autoridad sobre el hombre y sobre la creación que fue puesta bajo la autoridad del hombre. «Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un solo hombre, y por medio del pecado entró la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Antes de la ley ya había pecado en el mundo, aunque el pecado no se toma en cuenta cuando no hay ley. No obstante, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aun para aquellos que no pecaron del mismo modo que Adán, el cual es figura de aquel que había de venir [Jesucristo]» (Romanos 5:12-14. Énfasis añadido).

    Aunque no pecamos como Adán, el peso de su pecado nos marcó con la doble muerte (física y espiritual), pues el peso de nuestras malas acciones también genera muerte eterna, si la gracia de Cristo no nos alcanza antes de morir físicamente. Pero gracias al sacrificio de Jesús en la cruz hay buenas noticias para todo aquel que se arrepiente de sus pecados y le acepta como su único Señor y Salvador.

    Como lo escribe el apóstol Pablo: «A ustedes, él les dio vida cuando aún estaban muertos en sus delitos y pecados, los cuales en otro tiempo practicaron, pues vivían de acuerdo a la corriente de este mundo y en conformidad con el príncipe del poder del aire, que es el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia... Pero Dios, cuya misericordia es abundante, por el gran amor con que nos amó, nos dio vida junto con Cristo, aun cuando estábamos muertos en nuestros pecados (la gracia de Dios los ha salvado), y también junto con él nos resucitó, y asimismo nos sentó al lado de Cristo Jesús en los lugares celestiales» (Efesios 2:1-2,4-6).

    El producto de nuestra desobediencia es la muerte, pero en Cristo, Dios nos vivificó, resucitó y sentó en gloria junto al Señor. Gracias a la obra de Jesús en la cruz, Dios revirtió en Cristo las consecuencias de Adán; es decir, no sólo nos liberó de nuestro pecado y nos dio vida eterna, sino que quitó las maldiciones y la autoridad que el diablo tenía sobre nosotros cuando vivíamos alejados de Dios.

    El peso de nuestras acciones abre puertas en el mundo espiritual y le otorgan la autoridad sobre nosotros a aquel a quien voluntariamente nos sometemos (sea a Dios o al diablo); «¿acaso no saben ustedes que, si se someten a alguien para obedecerlo como esclavos, se hacen esclavos de aquel a quien obedecen, ya sea del pecado que lleva a la muerte, o de la obediencia que lleva a la justicia?» (Romanos 6:16).

    Desde el principio fuimos hechos para andar en libertad física y espiritual, pero el pecado ata y esclaviza a las personas a Satanás en el mundo espiritual y este pasa a ser ‘el padre’ de los desobedientes a Dios (Juan 8:44). Mientras que Cristo nos hace libres e hijos de Dios (Juan 8:34-36).

    Haríamos bien en obedecer lo que la Biblia nos manda: «Manténganse, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud» (Gálatas 5:1- RVC).

    Si usted no ha hecho de Cristo su Señor, entonces está bajo el dominio del pecado y de la muerte eterna; pero en este mismo instante usted puede cambiar su realidad terrenal y eterna entregándole, por medio de la fe, su corazón a Jesús, quien le perdonará y le dará vida eterna.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Clarinada venezolana - El peso de nuestras acciones

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