La Iglesia frente al COVID-19

Cristo venció al coronavirus hace 2.000 años. Esta epidemia «jamás podrá separarnos del amor de Dios que es Cristo Jesús, Señor nuestro».

15 DE MARZO DE 2020 · 08:00

CDC, Unsplash,coronavirus
CDC, Unsplash

El mundo está viviendo una difícil situación con la propagación del COVID-19 (coronavirus). Ciudades en cuarentena, calles desoladas, comercios cerrados, crisis financiera, caída en las bolsas, suspensión de vuelos y salidas de embarcaciones, suspensión de clases, de servicios religiosos, de torneos deportivos, congelación turística, caída en los precios del petróleo, entre otros lamentables eventos. Nadie se hubiera imaginado un escenario más dantesco, pocos se atrevieron a creer que terminaríamos en una pandemia.

Sea una creación de laboratorio o una mutación natural, lo cierto es que el COVID-19 ha puesto al mundo de cabeza; ni la Iglesia del Señor ha escapado a los embates del mismo, al extremo de tener que suspender en muchas ciudades del mundo los servicios por causa del masivo contagio y la ascendente tasa de mortalidad.

La gran ventaja de la Iglesia de Cristo es que «donde están dos o más congregados en el nombre de Jesús ahí está Él»; ahí está su cuerpo vivo. Es normal tomar las previsiones del caso como humanos que somos, pero lo que nunca podemos dejar de hacer es reunirnos en las casas a orar en familia y con los vecinos; hablarles del amor protector de Jesús, que aun cuando esta epidemia pueda arrebatarnos la vida terrenal, jamás nos quitará la eterna; porque como dijo el Señor, «no temamos a los que matan el cuerpo, pero nuestra alma no pueden tocar», eso incluye al COVID-19.

Si algo bueno podemos sacar de esta tenebrosa experiencia es aquella que la Iglesia ha sacado siempre: que en medio de las adversidades el pueblo de Dios se crece tomado de la mano del Señor. Es cuando el hombre se ve acorralado y ante la muerte cuando comienza a mirar al cielo buscando el divino socorro, buscando la ayuda y la respuesta ante lo inexplicable; esa respuesta y la mano amiga es la que el cuerpo de Cristo tiene.

Es ahí cuando el Salmo 91 deja de estar llenándose de polvo en la estantería, cual fetiche barato, y cobra vida en una temerosa humanidad.

La palabra esperanzadora y el socorro oportuno de Dios vienen a través del creyente comprometido con llevarlos a los necesitados, a pesar del peligro que ello implique. Nunca ha dejado de ser peligroso obedecer al Señor y ahora cuando cualquiera puede contagiarse haciéndolo el reto se vuelve mayor. Ahí cobra fuerza la máxima: «no teman a los que matan el cuerpo...». ¡Cuidémonos, sí, pero no descuidemos a quienes no tienen la seguridad eterna que nosotros tenemos por su gracia!

Nunca debemos olvidar que en la cruz del Calvario Jesucristo «llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores... él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados» (Isaías 53:4-5); una promesa que nadie, que ninguna epidemia mundial, ni el COVID-19 podrá anular.

La efectividad del sacrificio del Señor sigue tan vigente como el mismo día que ofrendó su vida por nosotros.

Esa es la misión de la Iglesia frente a las catástrofes, frente a las epidemias, de cara al temor y el dolor del prójimo. Hoy el mundo necesita saber que Cristo venció al COVID-19 hace más de 2.000 años atrás, que esta epidemia actual «jamás podrá separarnos del amor de Dios que es Cristo Jesús, Señor nuestro». Nada más poderoso que «la oración del justo», ninguna medicina mejor que la Biblia, nada más impactante que darle la mano al necesitado -aunque debamos enjabonárnoslas muchas veces al día. Aun con tapabocas el poder de vida de la Palabra de Dios sale con una unción tal que no hay emisario de la muerte que se le pueda resistir.

«Vayan y hagan discípulos a las naciones...» está hoy tan vigente como nunca y el COVID-19 nos ofrece esa oportunidad de oro para llegar al corazón más cerrado. Hagámoslo, en el nombre todopoderoso de Cristo Jesús...

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Clarinada venezolana - La Iglesia frente al COVID-19