Hollando serpientes y escorpiones

Los cristianos vivimos hoy en esa tensión entre una victoria segura y una tormenta presente.

20 DE ABRIL DE 2024 · 08:00

Foto: Sina Katirachi, Unsplash CC0.,escorpión
Foto: Sina Katirachi, Unsplash CC0.

Lucas indica que, en cierta ocasión, Jesús se refirió a los escorpiones y las serpientes venenosas, a propósito del poder concedido a los discípulos para que predicaran la buena nueva y sanaran a los enfermos: He aquí os doy potestad de hollar (pisar o pisotear) serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará (Lc. 10:19).

El evangelista precisa que los setenta (o setenta y dos, según los códices) regresaron de su misión evangelizadora llenos de gozo y satisfacción.

Estaban contentos porque habían tenido éxito ya que todo tipo de mal retrocedía ante el poder del nombre de Jesús y la gente sanaba de sus dolencias y creía en las palabras del Maestro.

Al principio, ni ellos mismos estaban convencidos de la realidad de aquella misteriosa fuerza sobrenatural que salía de su interior, pero finalmente asumieron dicho poder.

El peligro de todo esto era que se lo creyeran demasiado, que pensaran que todo se debía a sus propios méritos y no a los de Cristo. Por eso, Jesús les dijo: “no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (v. 20).

El fundamento de la alegría del verdadero seguidor de Jesucristo no deben ser los logros personales sino la certeza de una relación sincera con él. El éxito del mensaje cristiano radica en la genuina comunión con el Padre y con el Hijo.

Aunque Lucas parece contemplar el resultado de la misión de los discípulos en términos de exorcismo y no de conversión, lo cierto es que muy probablemente a lo uno seguía lo otro.

Desde la llegada de Jesús al mundo, las fuerzas del mal se le someten y “Satanás cae del cielo como un rayo” (v. 18). El Maestro les muestra así un anticipo de la victoria final

Caminar y pisotear involuntariamente ofidios venenosos y escorpiones de afilados aguijones eran uno de los primeros peligros que acechaban a los caminantes que se atrevían a deambular por los desiertos próximos a Israel.

Sin embargo, Yahvé sacó al pueblo hebreo de la tierra de Egipto y le “hizo caminar por un desierto grande y espantoso, lleno de serpientes ardientes, y de escorpiones, y de sed, donde no había agua” (Dt. 8:14-15).

Por tanto, los judíos entendían bien que resistir tales peligros era como enfrentarse a la tentación y al pecado. Estos animales con sus mortíferos venenos eran bien conocidos en el Antiguo Testamento y se consideraban símbolos de todo tipo de males.

Desde la serpiente primigenia de Génesis, seductora y origen del mal en el mundo, hasta el escorpión, como signo de castigo divino (1 R. 12:11, 14), se trataban generalmente de ejemplos negativos.

Algunas versiones de la Biblia emplean la palabra “alacrán” en lugar de “escorpión”. En realidad, es el mismo arácnido (en griego, skorpion o σκορπίον; en hebreo, aq-rab-bîm, עַקְרַבִּ֖ים; en árabe, ‘aqrab) que tiene el abdomen terminado en una uña venenosa con la que es capaz de causar picadoras dolorosas al ser humano, o incluso mortales según sea la especie. En castellano recibe otros nombres vulgares como: arraclán, sanapudio o, el más común, escorpión.

En Israel, la especie más abundante es el escorpión dorado (Scorpio maurus) de la familia Scorpionidae, nativo de África occidental y Oriente Medio, que tiene aproximadamente el mismo tamaño que el español pero su coloración es algo más oscura.

También sus costumbres son diferentes, mientras el escorpión amarillo se cobija bajo las piedras, el dorado excava galerías en el suelo que pueden llegar hasta un metro de profundidad.

Esto le permite vivir en un ambiente más húmedo y fresco ya que habita en regiones desérticas donde las temperaturas alcanzan valores elevados. Su veneno también es más peligroso para el ser humano.

Los escorpiones viven solitarios y demuestran hostilidad incluso con sus propios congéneres. Las hembras pueden devorar a los machos después del apareamiento.

Cazan insectos y arañas durante la noche pero son capaces de sobrevivir durante largos períodos de tiempo sin alimentarse.

Antes de aparearse, los escorpiones se entregan a una especie de danza nupcial en la que el macho arrastra a la hembra hasta un lugar apropiado en el que, después de arañar el suelo con las patas, deposita un espermatóforo (pequeña cápsula llena de espermatozoides).

Después continúa desplazando a la hembra hasta situarla exactamente sobre dicho espermatóforo para que ella pueda recogerlo con su cloaca y sea fecundada.

Las crías nacen vivas (vivíparas) durante un período que puede durar varias semanas y se sitúan inmediatamente sobre la espalda de la madre, quien las transportará hasta que realicen su primera muda.

Los alacranes o escorpiones suelen vivir alrededor de cinco años. Durante la década de los 70 del pasado siglo XX, se afirmaba que en Estados Unidos y en México moría más gente a causa de la picadura de los escorpiones que por la mordedura de serpientes venenosas.[1]

Aunque en la Biblia constituyen símbolos negativos, en realidad, tanto las serpientes como los escorpiones, son importantes para el ecosistema, comen algunas criaturas y son comidos por otros.

Se conocen miles de especies de escorpiones y probablemente todavía hay muchas más por descubrir. Los escorpiones proporcionan diversos servicios al hombre, principalmente en el campo de la medicina, porque los medicamentos pueden desarrollarse a partir de las diversas toxinas de su veneno.

Los investigadores han aislado alrededor de 100.000 toxinas diferentes del veneno, que se utilizan para tratar el cáncer cerebral y las enfermedades del corazón y del páncreas, así como para producir analgésicos y tratar enfermedades autoinmunes como el reumatismo, el lupus y la diabetes.

Las toxinas también se usan para prevenir el rechazo de órganos durante los trasplantes y para crear insecticidas ecológicos. El veneno del escorpión amarillo, que es común en muchas regiones de Israel, se ha usado para desarrollar una gran cantidad de medicamentos.

Desde la perspectiva de Jesús, la fuente del gozo cristiano es sentirse conocido, amado y protegido en todo momento por el poder de Dios. En Cristo, se nos dan evidencias de que el mal tiene los días contados y de que su desaparición completa ya comenzó durante su existencia terrena.

Así pues, los cristianos vivimos hoy en esa tensión entre una victoria segura y una tormenta presente. Participamos ya del triunfo final -por medio de la comunión, la solidaridad y el amor- pero seguimos sufriendo los últimos zarpazos del dolor, los venenos y la muerte, que todavía imperan en el mundo.

Este gozo existencial se debe a la convicción de que nuestros nombres están escritos en el libro de la vida (Ap. 3:5) y que toda nuestra esencia reside en la memoria del Altísimo, que nunca se puede borrar.

Tal es la esperanza del creyente, la fuente del gozo cristiano y -como escribe el apóstol Pablo- la fe “en esperanza contra esperanza” (Ro. 4:18).

 

[1] Burton, M. y Burton, R., 1979, Enciclopedia de la Vida Animal, Bruguera, Barcelona, p. 966.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Zoé - Hollando serpientes y escorpiones