¿Leproso yo?

La enfermedad de la lepra en Levítico. No gritamos lo que somos, es muy vergonzoso, pero no tenemos que hacerlo, nos delatan nuestros actos.

    20 DE NOVIEMBRE DE 2018 · 10:00

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    Los enfermos de lepra deberán romperse la ropa y andar despeinados, y mientras dure su enfermedad serán considerados gente impura. Vivirán apartados, fuera del campamento. Además, se cubrirán la mitad del rostro e irán gritando: “¡Soy impuro! ¡Soy impuro!” (Levítico 13:45-46 TLA)

    Tal vez le sorprenda saber que la lepra es de las enfermedades menos contagiosas, conocida principalmente por las antiguas civilizaciones de China, Egipto y la India.

    La primera referencia escrita en el Antiguo Testamento a la lepra se remonta a la experiencia de Moisés narrada en Éxodo 4:6 (“he aquí que su mano estaba leprosa como la nieve”).

    A lo largo de la historia, los afectados por la enfermedad fueron condenados al abandono por sus comunidades y familias. Se les podía ver en los caminos con la mano o lo que quedaba de ella, extendida pidiendo limosna, totalmente incapacitados, con deformidades en la extremidades y ulceraciones siempre frescas, posiblemente despidiendo un olor nauseabundo. Sin duda lo que mas la identifica es la comparación que se hace con la condición pecaminosa del ser humano. En el Antiguo Testamento el diagnóstico y tratamiento del leproso estaba a cargo del sacerdote, quien hacía las veces de médico, aunque solo para diagnosticar la enfermedad pues no tenía el remedio para la cura. (Lev. 13:9-11).

    Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), entre 1940 y 1960 con el desarrollo de la Dapsona, antibiótico usado para contrarrestar la lepra y otras dermatitis, se detuvo la enfermedad. En los años sesenta, M. leprae empezó a desarrollar resistencia a la Dapsona, el único fármaco conocido hasta entonces. En 1981, la OMS recomendó el TMM (tratamiento multimedicamentoso) con Dapsona, Rifampicina y Clofazimina, que eliminan el patógeno y logran la curación del paciente.

    Desde 1985, la OMS proporciona TMM gratuitamente a todos los pacientes del mundo.

    Aunque la lepra es actualmente curable y cada vez menos frecuente, no pierde su comparación con el pecado. Aquí algunas de las similitudes.

    1.- Pérdida de la sensibilidad y deformidad por la afectación del sistema nervioso.

    Si alguien se quema con fuego, y sobre la quemadura se le forma una mancha rojiza, el sacerdote revisará la mancha. Si en la mancha el pelo se ha puesto blanco y la piel se ha hundido, es porque la quemadura se ha convertido en lepra”. Levítico 13:24-25 TLA

    Las bacterias que provocan la lepra pueden tomar dos formas:

    Tuberculoide: produce grandes manchas con una exagerada sensibilidad al tacto (hiperestesia), que pronto, a consecuencia de la enfermedad, destruirá el impulso sensorial y mas tarde un efecto anestésico dejando al paciente sin sensibilidad alguna.

    Lepromatosa: origina grandes deformaciones en la piel o (tumores), aparecen numerosas manchas eritematosas. Existe extensa destrucción de tejidos, como por ejemplo cartílago nasal y oídos, apareciendo en fases avanzadas la típica "facies leonina". También hay afectación difusa de los nervios periféricos con pérdidas sensoriales.

    En la instrucción dada en Lev. 13:24-25, obviamente se refriere a un paciente que perdió la sensibilidad no sintió el calor del fuego y se quemó, éste debe presentarse al sacerdote para ser supervisado y si la herida de la quemadura no sana sino que se hace mas profunda y además cambia su color de piel, entonces es declarado leproso, pronto comenzará a dañarse sin darse cuenta. Su sistema nervioso ha sido afectado por el bacilo, y sus actividades cotidianas pronto revelarán su terrible condición.

    Cuando la instrucción con respecto a la lepra fue dada no existía una explicación científica con los términos antes mencionados, sin embargo, el creador de todas las cosas conocía el origen de las lesiones. Así el sistema nervioso central del alma se daña, pronto comenzamos a sufrir las consecuencias hasta llegar a un efecto anestésico espiritual.

    Al nacer solo hacemos un berrinche porque tenemos hambre y no sabemos lo que es esperar, comenzamos a crecer y cuanto mas tiempo pase mas insensibles seremos. Poco a poco las cosas que antes provocaban vergüenza se convertirán en hábitos naturales que comerán el alma hasta destruirla.

    Nos hacemos insensible a la maldad, a la necesidad, al respeto, al amor, a todas las virtudes, y lo que es peor al temor de Dios. Esta condición espiritual trae deformaciones, nódulos y eritemas espirituales, perdemos la imagen de Dios, los instintos naturales se degradan y nos hacemos daño sin sentirlo, podemos caminar rumbo a la condenación eterna y no nos damos cuenta.

    2.- Persistencia y extensión de la mancha.

    “…y si se fuere extendiendo por la piel, entonces el sacerdote lo declarará inmundo; es llaga.” Levítico 13:22

    Puedo imaginar los nervios de una persona que se notaba una mancha o moretón en la piel. Probablemente comenzaba a hacer planes para ocultarla lo mas posible. Desde luego que es poco probable que una de estas manchas apareciera de un gran tamaño de la noche a la mañana, de hecho en algunos casos la persona tenia hasta 3 semanas para ser declarada limpia dependiendo de la evidencia. Si el pelo en la llaga es blanco y la llaga es mas profunda que la piel es lepra, pero si la mancha es blanca pero no se ve hundida sobre la piel y permanece así por dos semanas podrá ir a casa porque probablemente se trate de una irritación, pero si la mancha persiste y se extiende volverá al sacerdote, es lepra.

    Básicamente los parámetros para declarar leproso o impuro a alguien consistían en una mancha que se extendía y persistía en la piel y que pronto se combinaría con una lesión mas profunda que la piel y que no cicatrizaba en el tiempo establecido. Una vez que la mancha aparecía no habría forma de deshacerse de ella. No había tratamiento, clínica ni médico que la curara.

    La mancha se extiende y cada vez es mas notoria, no es superficial, esta por debajo de la piel. Nacemos con ella no la podemos borrar.

    El pecado nos mancha mas que enfermarnos, la Biblia nos dice que el Señor vendrá por una iglesia sin mancha, los parámetros para ser declarados pecadores no han cambiado, el pecado se extiende, es persistente, comienza a carcomer la conciencia, el corazón, sale por todas partes, no es privativo de una área en el cuerpo o el alma. Una sola mancha con estas características declaraba inmundo al portador. Que difícil aceptar semejante condición, ser declarado inmundo. Los seres humanos nos resistimos a la idea de ser declarados pecadores, no creemos que seamos y estemos tan sucios como para ser señalados. La lepra como el pecado son en si una inmundicia tanto como una enfermedad incurable.

    3.- Una situación muy penosa para el enfermo de lepra. Declarado inmundo.

    Los enfermos de lepra deberán romperse la ropa y andar despeinados, y mientras dure su enfermedad serán considerados gente impura. Vivirán apartados, fuera del campamento. Además, se cubrirán la mitad del rostro e irán gritando: “¡Soy impuro! ¡Soy impuro!” Levítico 13:45-46

    Involuntariamente anunciamos lo que somos. Pablo nos dice que las obras de la carne son notorias, sin darnos cuenta y sin esfuerzo alguno presumimos nuestra condición de inmundos. Tal vez podamos esconder algo de lo que realmente somos, aunque el hombre solo puede ver la apariencia, Dios como le dijo a Samuel, puede ver lo mas profundo del ser, mas allá de la piel, los huesos y aun los genes con su fascinante estructura complicada quedan expuestos a los ojos del que nos formo.

    Gritamos lo que somos con nuestra ropa, costumbres, habilidades y hasta con nuestras mejores obras que son comparadas con trapos inmundos.

    Que gran diferencia y cuantos problemas nos evitaríamos si el vendedor de droga se acercara a nosotros o nuestros hijos con una proclamación a gran voz, “Te quiero hacer esclavo”, si el supuesto maestro de Biblia dijera “Soy enviado a engañarte”, si el vendedor de alcohol gritara “No lo tomes, te destruirá el hígado y te hará miserable”, si el prójimo gritara “No te me acerques quiero hacerte daño”, si el político gritara “Soy corrupto, soy corrupto”, si el líder advirtiera a gran voz “No pienso servir”, si el ladrón antes del asalto nos advirtiera con gritos la cita precisa para el momento de la agresión, y cuantas cosas mas. Seguramente no gritamos lo que somos, es muy vergonzoso, pero no tenemos que hacerlo, ni la voz mas fuerte se compara con el peso de los actos.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Vida práctica - ¿Leproso yo?

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