Consagrando la familia a Dios

Con más de cien años Josué lanzó un reto a Israel: la consagración de la familia.

01 DE NOVIEMBRE DE 2018 · 15:00

Kaitlyn Horton / Unsplash,familia, padres hijos
Kaitlyn Horton / Unsplash

Pero yo y mi casa serviremos al Señor (Josué 24:15).

Los años habían pasado, la carga emocional y espiritual por miles de personas era mayor que la edad misma. Josué estaba a punto de cumplir con su misión, había liderado al pueblo de Israel en lo que fue el evento mas importante de su historia, la posesión de la tierra prometida.

Ante esta circunstancia y con más de cien años de edad, el líder anciano lanzó un reto: la consagración de la familia. Se basó en al menos tres elementos para lograrlo.

1 El propósito de Dios. Poco mas de setecientos años atrás, Dios había apartado a Abraham de entre una sociedad corrupta e idólatra, le ordenó salir de la casa de su familia, lo llevó por una tierra que nunca poseyó, le dio un hijo sobre el cual se cumpliría la promesa de darle tanta descendencia como la arena del mar. Todo iba bien hasta que Jacob, descendiendo a Egipto, provocó una esclavitud de 400 años. Dios mandó a Moisés para liberarlos y después de cuarenta años por el desierto, finalmente entraron en la tierra prometida.

Creo que olvidé mencionar algo, Dios le advirtió a Abraham que su descendencia viviría en la esclavitud en tierra extraña, pero saldrían en libertad y siendo inmensamente ricos (Gn. 15:13). El resumen de la historia nos muestra que Josué basa su reto para el pueblo en el conocimiento que tiene acerca del plan de Dios para la vida del hombre (Jos. 24:2). Si tomamos la decisión de consagrar nuestra familia al Señor, no será por simple decisión propia, pero sí porque este es el propósito de Dios para nosotros. Permita que se cumplan los propósitos de Dios en su familia.

2 El acto de la consagración como evidencia. Después de reconocer todo el bien recibido de parte de Dios, Josué les insta a actuar en conformidad a ese bien (Jos. 24:14). Temer al Señor y servirle con integridad, es sin duda la marca visible distintiva de una familia consagrada a Él. No solo había que quitar el lugar que ocupaban los dioses que sus padres habían conocido cientos de años atrás, sino que también deberían separarse de los dioses que ellos habían encontrado en la tierra prometida y por cierto tenían escondidos en sus casas.

Como familia probablemente ya no servimos a dioses extraños, sin embargo, tal vez hemos encontrado otros dioses de “este lado del río” que, si bien no se identifican con imágenes paganas, sí se identifican con actitudes tales como avaricia, rencor, desorden, el llamado consumismo, y hasta religiosidad disfrazada de piedad entre otras.

Tenga en su familia actos de consagración, pero antes deshágase de los dioses que encontró después de conocer a Cristo.

3.- El estímulo para la consagración. Los seres humanos actuamos por naturaleza impulsados por estímulos.  Los estímulos son como el botón de encendido para el compromiso.

Josué les advierte que no importa la decisión que tomen con respecto a la consagración familiar, él y los suyos servirán al Señor. La nación responde con emoción que se consagrarán al servicio de Dios debido a todos los bienes que han recibido de Él: los sacó de la esclavitud a ellos y sus padres, les dio evidencias de su poder, fue su proveedor, fue su capitán de guerra, lo más maravilloso, también era su Dios. Piense en los estímulos que usted tiene para consagrarse junto con su familia, seguramente se unirá a la expresión de Israel, “Nosotros también serviremos al Señor”.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Vida práctica - Consagrando la familia a Dios