El show debe continuar

La necesidad compulsiva de algunos pastores de tener reuniones a como sea ha tenido serias consecuencias de salud pública y testimonio de la iglesia.

Cordialmente · 04 DE JUNIO DE 2020 · 08:00

Tyler Callahan, Unsplash,butacas vacías
Tyler Callahan, Unsplash

La ciencia define el síndrme de abstinencia como el “conjunto de alteraciones físicas y psíquicas que aparecen en una persona cuando deja bruscamente de tomar una sustancia a la cual está habituada o es adicta, especialmente una droga”.

Si bien, como dice la definición, este síndrome se ve especialmente en quienes han estado bajo el efecto de drogas (alcohol, tabaco, estupefacientes,etc), sin embargo se lo observa también en otras adicciones, tales como la pornografía, el juego o el trabajo.

Es decir, ante la imposibilidad de continuar con cierto comportamiento, el síndrome de abstinencia se manifiesta como una patología que produce una conducta alterada e incontrolable, incapaz de medir sus consecuencias.

Uno de los efectos de la pandemia que nos aqueja ha sido la necesidad del aislamiento social. Cada país y sociedad lo llevó a cabo con mayor o menor intensidad. Lo cierto es que las actividades con concentración de personas fueron prohibidas y entre ellas estuvieron las celebraciones religiosas.

Sin lugar a dudas, lo repentino e inesperado de estas medidas provocaron en algunas iglesias serios inconvenientes y no ha sido fácil, para muchos, transitar este camino de limitaciones que ha afectado la vida de sus comunidades, el cuidado pastoral y las finanzas de la iglesia.

Este contexto ha sido propicio para que aparezcan todo tipo de teorías conspirativas y apocalípticas. Desde pensar en una confabulación mundial para cerrar las iglesias, o el avance mortal del comunismo (¿existe?) o el anuncio claro del fin de la historia a la vuelta de la esquina.

Si no fuera porque algunos creen en serio en estas cosas ni lo mencionaría, ya que no es mas que un interesante entretenimiento de teología-ficción típico de las reacciones que desde siempre ha tenido la humanidad ante las catástrofes o pandemias.

Lo que es muchísimo más serio por sus consecuencias, tanto para la salud pública como para el testimonio de la iglesia, ha sido la necesidad compulsiva, síndrome de abstinencia, de algunos pastores de tener reuniones a como sea.

Un deseo incontrolable que los ha llevado a exponer a cientos a la enfermedad (sobran ejemplos en los cinco continentes y en nuestro país) a la vez que han dejado un deplorable testimonio ante la sociedad avergonzando el Evangelio.

Mientras la mayoría de las iglesias estan aportando miles de voluntarios y todo tipo de recursos sirviendo a la sociedad de manera sacrificial, acatando las normas y levantando en alto la fe en Jesucristo, otros, unos pocos pero visibles, están ocupados en que el show debe continuar.

No podemos evitar levantar preguntas:

  • ¿Qué los lleva a hacer esto?
  • ¿Qué les ha pasado que no pueden vivir la fe si no es como espectáculo?
  • ¿Este tipo de acciones son para llevar gloria a Dios o para poner en alto cuan capaces somos de continuar con el show?
  • ¿Podemos pensar que glorificamos a Dios arriesgando la salud de las personas o dando un pésimo ejemplo de super héroes de la fe que viven más allá de una pandemia?
  • ¿Será que exponer a las personas y arruinar el testimonio honra a Dios? Y si no lo honra ¿Por qué lo hacemos?

Esto va más allá de si nos preocupamos por guardar ciertos protocolos de seguridad. Esta avidez por poner en alto nuestras actividades y celebrar en medio de la muerte dan una imagen vergonzosa de la iglesia ante la sociedad.

Ya que somos iglesia de Jesucristo cuya cabeza es Él ¿No sería bueno seguir su ejemplo de sencillez y compromiso con el discipulado personal? Bien nos hará recordar que la iglesia llena del Espíritu que nació en Pentecostés tardó más de 300 años en tener un templo.

La ferviente iglesia que abandonó las catacumbas se instaló en las “casas reales” (basílicas) dando inicio a la decadencia de la fe con una iglesia que amaba más la apariencia que el servicio.

Estamos convencidos de que Dios usará estas circunstancias para purificar nuestra fe, fortalecer a su iglesia y extender su reino. Todo lo encaminará para bien. Es tiempo de aprender las lecciones y volver a lo genuino. Es tiempo para ver lo que Él hará.

Es tiempo para reconocer que el show NO SIEMPRE debe continuar.

 

Fuente: CORDIALMENTE, revista digital del Foro Pastores por la Gente

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Vida práctica - El show debe continuar