¡Alerta, ‘hijos de Isacar’!

La historia providencial nos puede ayudar a interpretar “nuestros tiempos”. Los “hijos de Isacar” entendían las señales de los tiempos y sabían lo que Israel debía hacer (1 Crónicas 12:32). Los cristianos debemos de leer la historia desde la óptica providencial: nuestro contexto histórico explica el pasado, condiciona el presente y apunta hacia el futuro que Dios prepara.  

Las Américas constituyen una gran isla separada del resto de la masa terráquea por dos inmensos océanos. A partir de la Dispersión (Babel), una rama de la familia de Jafet emigró de Asia por el Estrecho de Behring, y repartida en 700 tribus constituyó los “pueblos originarios” de América.

La perspectiva providencial de la historia nota que por 15 siglos no se pudo cumplir la Gran Comisión, porque los cristianos no sabían que tenían primos distantes en un continente ignoto.

Dios reservó las Américas para:

1. Reunir las tres ramas originales de la humanidad, en una amalgama étnica única, tal vez para cumplir la misión evangelizadora de Colón, que quiso abrir una nueva ruta para llevar el Evangelio a Asia.  (Traía en su primer viaje cartas de los Reyes Católicos para el Rey de la China).

2. Mostrar el fruto de dos plantíos del Evangelio, sembrados lado a lado:

- El Cristianismo histórico pre-reformado (Hispanoamérica)

- ⁠El Cristanismo Reformado, con la Biblia en la mano (Estados Unidos).

¿Qué papel tendremos los cristianos de América en los planes de Dios? 

• ¿Resistir juntos geopolíticamente, como un bloque, los planes del Anticristo para el control mundial?
• ¿Insistir en la obediencia al temor de Dios en los foros multilaterales?
• ¿Ofrecer refugio y aliento a los cristianos perseguidos en otras regiones?

Notemos cómo actualmente Dios ha levantado “disruptores” (como en los Jueces) en las Américas.  Son estadistas que avanzan ciertos elementos del Reino de Dios y retrasan los planes del Anticristo para el control mundial. Entre ellos: Trump, Bolsonaro, Bukele, Millei.

Muchos eventos mundiales hoy evocan los tiempos del fin, cuando “el amor de muchos se enfriará.” Por ejemplo:

• La pérdida progresiva del temor de Dios.
• El colapso demográfico y hormonal (testosterona).
• La desintegración familiar.
• El abandono y la persecución de la iglesia.
• La avaricia va destruyendo la viabilidad y sostenibilidad de la naturaleza.
• Rechazo a la imagen de Dios (dualidad biológica de la identidad sexual capaz de un amor fecundo).
• La adicción a la distracción y a las drogas psicotrópicas.
• El aislamiento emocional y la epidemia de enfermedades mentales).

¿No se parecen nuestros tiempos a los de los Jueces cuando “cada quien hacía lo que mejor le parecía”? Dios se declaró entonces Rey de Israel (pero, tal como Jesús, fue rechazado y fue sustituido por Saúl, un “rey como las otras naciones”).

A la luz de los eventos actuales, no parece estar lejos el tiempo en que nuestro Rey y Señor cumplirá su promesa de Apocalipsis 11:15, de que “Los reinos de este mundo han venido a ser de nuestro Dios y del Señor Jesucristo”.

Ciertamente estamos en los comienzos de una guerra espiritual que es al mismo tiempo ideológica y geopolítica.  Por tanto, mantengámonos atentos a lo que el Espíritu nos dice como Iglesia.