La caída de los grandes hombres de Dios
Cada vez que un ministro de renombre tropieza en pecado o escándalo, el mundo se burla, los débiles se escandalizan y el infierno aplaude.
02 DE NOVIEMBRE DE 2025 · 08:00
Amados pastores y siervos del Señor:
Escribo con temor y temblor, no desde ninguna superioridad, sino desde los llanos, donde todos los hombres somos vulnerables. Lo hago con tristeza por lo que estamos viendo: caídas, escándalos, heridas abiertas en el cuerpo de Cristo... Y también con esperanza, porque creo que siempre podemos volver al temor santo, a la humildad y a la pureza del llamado.
Cuando caen los grandes, tiembla la tierra
Cada vez que un ministro de renombre tropieza en pecado o escándalo, el mundo se burla, los débiles se escandalizan y el infierno aplaude. No se trata solo de un hombre o un ministerio: se trata del nombre de Cristo que es vituperado entre las naciones. Por eso, no podemos callar ni mirar hacia otro lado. La caída de uno nos afecta a todos, pues somos un solo cuerpo.
No solo quiero evidenciar lo que para todos es obvio, sino proponer soluciones y medicina preventiva. En este sentido os remito a un artículo que escribí en Evangélico Digital (¿Estás a punto de caer?: 6 señales), basado en un libro imprescindible en la biblioteca de todo siervo de Dios: El llamamiento peligroso, de Paul David Tripp. Si quieres un resumen del mismo, además del artículo, tienes esta lectura que hice algún tiempo atrás: Resumen del libro el llamamiento peligroso
La vulnerabilidad no es debilidad
Pastores, líderes, servidores: no somos de hierro. También nos cansa la carga y nos prueba la soledad y nos abruma la expectativa. No ignoremos los avisos del alma: el agotamiento, la falta de oración, la desconexión con nuestra familia, el alejarnos del consejo sabio…
Según David Tripp, “el camino para perderte en tu propia historia del ministerio ha sido recorrido por muchos”, por lo tanto, hay señales que nos deben advertir de que estamos cerca de una caída:
- IGNORAR LA CLARA EVIDENCIA DE LOS PROBLEMAS
- ESTAR CIEGO A LOS PROBLEMAS DE NUESTRO PROPIO CORAZÓN
- QUE A NUESTRO MINISTERIO LE FALTE DEVOCIÓN
- NO ESCUCHAR A LAS PERSONAS MÁS CERCANAS
- EL VIVIR EN SILENCIO
Admitir lo que ocurre en nuestro corazón, antes de que se desborde, es crucial para prevenir la caída. Hablar a tiempo es valentía, mientras que callar por orgullo equivale a suicidio espiritual.
Necesitamos rendir cuentas y amigos verdaderos
Nadie está por encima de la corrección ni puede prescindir del acompañamiento. Un hombre sin rendición de cuentas es un hombre en riesgo. Busquemos (si no los tenemos ya) un pastor, un hermano maduro, alguien que pueda mirarnos a los ojos y preguntarnos sin miedo: “¿Cómo estás de verdad?”. Y si ya tenemos tal recurso celestial, usémoslo periódicamente, como el que se hace chequeos en el médico, aunque solo sea para confirmar que todo está bien…
La historia ha demostrado que los héroes solitarios terminan cayendo, mas los siervos que saben caminar acompañados permanecen en pie.
Cuidemos la casa antes que el púlpito
Nuestra esposa, los hijos, el hogar: ese es nuestro primer ministerio. ¿De qué sirve ganar multitudes si perdemos nuestra familia? El que gobierna bien su casa, ese puede cuidar de la Iglesia de Dios.
No convirtamos el ministerio en refugio para huir de las responsabilidades domésticas. “Me pusieron a guardar las viñas, y mi propia viña no guardé”, se lamenta la sulamita (Cantares 1:6). Nuestra congregación puede sobrevivir sin nosotros unas semanas; nuestra familia no.
Confesar, primer paso a la restauración
Cristo restaura a los suyos, pero no a los que se justifican, sino a los que confiesan. “Él que encubre sus pecados no prosperará, mas el que los confiesa y los abandona hallará misericordia” (Proverbios 28:13). La cruz no solo perdona al pecador, también levanta al ministro herido.
El pastor Kevin Karson, en una carta abierta a sus compañeros pastores, nos grita: “Obtengan la ayuda que necesitan”. Busquemos ayuda, procuremos oración y establezcamos tiempos de reposo. Si has caído, no te escondas. Y si aún no has caído, pero estás luchando, no te aísles.
Por cierto, como explico en mi artículo titulado Autodestrucción espiritual en el éxito ministerial, resulta llamativo que tres de los pastores que avalaron el libro de Paul D. Tripp terminaron cayendo en los mismos abismos que el autor advertía. ¿Qué nos dice esto sobre la cultura pastoral contemporánea? En la contraportada aparecían los nombres de siete líderes cristianos de enorme influencia en el mundo anglosajón —pastores, autores y conferenciantes— que recomendaban el libro efusivamente. Entre ellos, James MacDonald, Joshua Harris y Tullian Tchividjian, los mismos que avalaron un libro que advertía sobre los riesgos del ministerio y terminaron cayendo en los peligros que Tripp denunciaba: infidelidades, abusos de poder, manipulación espiritual y, en un caso, renuncia explícita a la fe cristiana. El título del libro, El llamamiento peligroso, se volvió, para ellos, una profecía autorreferencial.
Volvamos al primer amor
Hermanos, no fuimos llamados a ser famosos, sino fieles. Nuestro romance no puede ser con el ministerio, sino con el Maestro, y es en sus brazos donde todo vuelve a empezar… ¡Que los púlpitos vuelvan a ser altares, no escenarios! ¡Que el éxito deje de medirse por cifras y vuelva a medirse por lágrimas en la presencia de Dios! Solo así regresará el fuego santo a nuestros corazones.
Con profundo respeto y con amor fraternal,
Juan Carlos Parra.
Pastor y siervo de Jesucristo.
Murcia, España, noviembre de 2025
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Soliloquios - La caída de los grandes hombres de Dios