El tren espiritual que recorre el mundo

Una imagen para entender lo que debemos ser y diez principios para aplicarlo a la Iglesia.

    04 DE FEBRERO DE 2024 · 08:00

    Sugden Guy sugden, Unsplash,tren vapor, tren antiguo
    Sugden Guy sugden, Unsplash

    El primer Adán dormía, mientras que el Padre le preparaba una esposa. El segundo Adán, Cristo, está despierto a la diestra del Padre, esperando como esperaba Isaac a Rebeca (en Beer-lajai-roi, El pozo del Viviente que ve) aguardando que se forme su esposa y que el Padre dé la orden para poder venir a por ella y celebrar las bodas del Cordero. “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis (Juan 14:1-3). Pero la espera de Jesús es intercediendo por cada uno de nosotros (Romanos 8:34 y Hebreos 7:25).

    Pero ¿cómo ora a nuestro favor? Nos lo dejó muy claro en Juan 17. Que seamos guardados, que seamos santificados y que seamos uno. Es la intercesión de Cristo por nosotros. Nosotros deberíamos orar de la misma forma y no solo orar, esforzarnos por ser eso que Él espera: “a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:27).

     

    El símil del tren de vapor

    Hay una imagen que nos va a ayudar poderosamente a la hora de entender lo que debemos ser: el tren de vapor. La Iglesia es un tren que recorre el mundo haciendo paradas diarias y regalando pasajes o tiques para subir y ser parte de este tren, que tiene parada final en el hogar eterno: Jerusalén de arriba, la Sion celestial.

     

    1. La locomotora es el corazón y el cerebro del tren:

    Es la fuerza y dirección del tren. ¿Quién es el maquinista? Jesús. Jesús es la cabeza, el cerebro de la Iglesia. Maquinista es la persona que dirige o gobierna la máquina. La cabina del conductor situada en la locomotora es el centro de comando desde donde se dirigen todas las operaciones del tren.

    Al mismo tiempo, en la locomotora de un tren de vapor se halla el corazón, porque ahí se sitúa el motor que impulsa el tren.

    • El principio lo hallamos en Colosenses 1:17-19, Jesús es la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia. Quien conduce o gobierna a su pueblo, el cerebro.

    Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud (Colosenses 1:17-19).

     

    2. ¿Qué es el carbón o combustible? La adoración

    Oraciones, alabanza, servicio, obediencia... Toda nuestra adoración, incluidas nuestras ofrendas o nuestra entrega, nutre de fuerza a la locomotora que impulsa el tren.

    • El principio: Nuestra entrega en adoración es la fuerza de la iglesia o el corazón.

     

    3. Cada vagón de pasajeros es una iglesia local:

    Para tener vida o movimiento, cada vagón o iglesia local, debe estar conectado a la locomotora y en unidad con el resto de los vagones.

    • El principio: La iglesia local desconectada del resto del cuerpo de Cristo pierde su salud, funcionamiento y movimiento.

    Jesús dijo en Juan 15, “separados de mí nada podéis hacer”. Pero también podemos decir, “separados del cuerpo nada podemos hacer”.

    Por otra parte, ¿qué ocurre cuando surge un vagón no oficial? Una iglesia no oficial es aquella que se forma incorrectamente, con un pastor autonombrado o en división. Si tal es el caso, dicho vagón marcha detrás del tren con caldera propia, hasta que, en algún momento, si hay restauración, se conectará con el tren, cuando el maquinista autorice y, por cierto, usará para normalizar la marcha de esa iglesia a sus autoridades delegadas.

     

    4. La máxima autoridad en movimiento, jefe de servidores y vida del tren: el Espíritu Santo:

    El Espíritu Santo no para de moverse en la Iglesia, velando de que todo esté bien y de que continúe la marcha de todo el tren y en cada vagón. Él es la máxima autoridad. Tan imprescindible como las ruedas o el chasis.

    • El principio es este: Sin reconocer, dar su legítimo lugar y conceder libertad al Espíritu Santo, nos debilitamos y frenamos el avance del propósito.

     

    5. Las vías del tren son las verdades de la Palabra de Dios:

    La Iglesia avanza y es guiada sobre los principios de la Palabra de Dios.

    • El principio es este: Si nos apartamos de la Palabra de Dios perdemos nuestra esencia y propósito. Cada vez que dejamos la Palabra descarrilados.

    En lugar de ser un pueblo en movimiento para la misión de salvar a los perdidos, solo nos convertimos en un monumento o una institución pesada y paralizada.

     

    6. Hay vagones diferentes para ubicar mejor a los diferentes pasajeros:

    Lo importante es que los vagones no se desconecten del tren y que entiendan que son parte de algo más grande y complejo que ellos mismos.

    • El principio es que la Iglesia no es uniforme, sino multiforme, para manifestar la riqueza de la gracia de Cristo.

    Una avería tristemente muy común en el tren es la vagonitis. Vagonitis es el mal de centrarnos en demasía en nuestra propia Iglesia, al punto de sentirnos independientes del resto del tren y creer que podemos funcionar solos.

    Un ejemplo de vagonitis es que, si el tren hace una parada para que bajen todos los pasajeros del tren y adoren juntos o evangelicen juntos o simplemente tengan compañerismo, que en algún vagón se queden enclaustrados y no quieran descender a estar con sus hermanos. Por cierto, es responsabilidad de los pastores, como autoridades delegadas, reparar este mal de la vagonitis.

     

    7. Los pastores somos azafatos y revisores:

    Somos líderes-servidores de ese gran tren que es la Iglesia, con asignaciones específicas, quizás, un vagón o una zona del tren o geográfica en concreto, pero bajo las órdenes del Espíritu Santo.

    Los maestros enseñan a los pasajeros. Los evangelistas movilizan a la Gran Invitación, es decir, la Gran Comisión, invitar a que suban nuevos pasajeros. Los pastores cuidan, sanan a los que suben, los alimentan, velan de los pasajeros. Los profetas preparan el camino, quitan obstáculos de la vía, anuncian las próximas paradas. Los apóstoles son supervisores de los revisores, que cuidan y forman a los que sirven.

    • El principio es que los líderes del tren son líderes-siervos, a favor de los pasajeros.

     

    8. Todos los pasajeros trabajamos para el bien del tren

    No solo disfrutamos el viaje, que, por cierto, hay que saber disfrutarlo, pero no es un viaje de placer o solo para llegar al destino. Es un viaje de trabajo con una misión que nos atañe a todos.

    En primer lugar, los pasajeros se edifican unos a otros. En segundo lugar, el trabajo de los pasajeros es la adoración, porque la adoración se convertirá en el combustible del tren. La entrega, las ofrendas, las oraciones, la obediencia, la alabanza... es lo que le da fuerza a ese gran tren que es la Iglesia. Y tres, la función de los pasajeros es invitar a subir a los que andan perdidos diariamente. Debemos aprovechar las paradas de este tren y recorrer las calles de las ciudades, de los pueblos, de las aldeas, invitando a todos a que suban al tren de Jesús, con destino a la Nueva Sion.

    Por cierto, los vagones que tengan una influencia más calvinista creerán que solo pueden subir los escogidos. Los vagones que tengan una doctrina más escorada del lado del arminiano pensarán que todo el que quiera puede subir al tren, porque la entrada es gratis, para cualquier persona. Pero lo importante es que repartamos los billetes o las invitaciones y que, finalmente, suban pasajeros.

    Los calvinistas mirando su vagón, dirán: “En este vagón están los escogidos”. Los arminianos mirando su vagón dirán: Aquí están los que quisieron subir. Y Dios, mirando al tren, dirá: “Seguid invitando a los hombres y que se llenen todos los asientos”.

    • El principio es que todo en el Reino ha sido creado para servir (eso incluye a todos los cristianos) no para ser servidos, así como nos lo enseña Dios, el Gran Servidor, todos somos activos trabajadores y no espectadores pasivos.

     

    9. Los ministerios para-eclesiales o supra-locales son nexos del sistema de enganche entre vagones o técnicos especializados a favor del tren, pero no vagones en sí mismos, ni son el tren tampoco, sino que están a favor de la Iglesia, del tren.

    En España, por ejemplo, FEREDE, consejos evangélicos regionales, la Alianza Evangélica Española y otras quitan obstáculos, reparan averías, las fraternidades traen orden y unidad entre los revisores y azafatos (los pastores), para que los líderes-siervos trabajen mejor y con concierto.

    • El principio es este: Dios provee ministerios corporales a favor de la Iglesia para velar de su salud y buen funcionamiento, de manera que sea eficaz a la hora de cumplir su misión.

     

    10. El viaje terminará cuando se haya invitado a todos, según Mateo 24:14, o cuando todos los pasajeros hayan subido, según Romanos 11:25-26:

    A Israel le ha acontecido un endurecimiento en parte hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles, y luego todo Israel será salvo (Romanos 11:25-26).

    • El principio es este: La Iglesia no está en un viaje de placer, sino de misión: la salvación de los perdidos. ¿Hasta cuándo? Hasta la segunda venida de Cristo.

    La Segunda Venida o Parusía abrirá un túnel a la nueva etapa del viaje, la eternidad. Mientras, el mundo entero estará en destrucción y el único lugar seguro, donde habitar y formar una familia, es el tren de Jesucristo: la Iglesia.

     

    Diez principios para la Iglesia

    Aquí os dejo, para terminar este soliloquio, los diez principios que se extraen del símil del tren:

    1. Jesús es quien conduce o gobierna a la Iglesia, porque es su cabeza (Colosenses 1:17-19).

    2. Nuestra entrega en adoración es la fuerza o corazón qué necesita la Iglesia para seguir funcionando.

    3. La iglesia local desconectada del resto del cuerpo de Cristo pierde su salud, funcionamiento y movimiento.

    4. Sin reconocer, dar su legítimo lugar y conceder libertad al Espíritu Santo, nos debilitamos y frenamos el avance del propósito de Dios.

    5. Si nos apartamos de la Palabra de Dios perdemos nuestra esencia y propósito. Cada vez que dejamos la Palabra, descarrilamos.

    6. La Iglesia no es uniforme sino multiforme, para manifestar la riqueza de la gracia de Cristo.

    7. Los líderes del tren son líderes-siervos, constituidos a favor de los pasajeros.

    8. Todo en el Reino ha sido creado para servir, eso incluye a todos los cristianos, no para ser servidos, así como nos lo enseña Dios, el Gran Servidor. Todos somos activos trabajadores y no espectadores pasivos.

    9. Dios provee ministerios corporales a favor de la Iglesia para velar de su salud y buen funcionamiento, de manera que sea eficaz a la hora de cumplir su misión.

    10. La Iglesia no está en un viaje de placer, sino con una misión: la salvación de los perdidos, hasta la segunda venida de Cristo.

     

    Y dicho todo esto, con la imagen del tren de vapor en mente, te ruego encarecidamente: ¡Por favor, acepta la invitación y sube al tren del propósito de Dios!

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Soliloquios - El tren espiritual que recorre el mundo

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