Plántate un huerto
El huerto de la intimidad con Dios revelado en la Biblia.
10 DE SEPTIEMBRE DE 2023 · 08:00

¿Qué encontraremos en este artículo?
- La extraña petición de Naamán.
- A Dios le gusta crear huertos.
- El huerto de Dios y el huerto del hombre.
- ¿Qué nos aporta el huerto de la intimidad con Dios?
- Como está tu huerto, está tu vida.
- Jesús, el Gran Hortelano.
- Las cinco verdades del huerto.
- La extraña petición de Naamán
En Segundo de Reyes capítulo cinco leemos una historia apasionante. El varón de Dios, Eliseo, fue usado por el Señor para sanar de lepra a Naamán, un general del ejército del rey de Siria. Se nos cuenta que Naamán obedeció la instrucción de zambullirse siete veces en el Jordán y salió limpio de la lepra. Pero hay un detalle sumamente importante en el verso diecisiete, una extraña petición.
Entonces Naamán dijo: Te ruego, pues, ¿de esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová (2 Reyes 5:17).
Naamán, desde el día de su milagro, iba a adorar y sacrificar al Dios de Israel. Pero qué interesante que se lleva la carga de dos mulas con tierra de Israel. La carga de dos mulas son muchos kilos de tierra. ¿Por qué hace esto?
Voy a plantear en este artículo mi teoría: se plantó un huerto. Naamán dice: “Me voy a hacer una parcelita con tierra de Israel donde adoraré al Dios de Israel”. Y este acto inspira el título de mi soliloquio, Plántate un huerto.
En aquel tiempo se acostumbraba a adorar en lugares como jardines donde quizás había una fuente, con el ruido del agua, un huerto, un espacio fértil dotado por la naturaleza, y los hacían lugares de meditación, paseo, de sacrificio... Aún hoy puedes ir a un retiro espiritual y pasear en huertos de oración. Pues en la historia bíblica vemos también que había huertos de adoración, pero que en muchos casos eran para ídolos.
La lógica de Naamán fue “yo no puedo ir a adorar a Israel, pero me llevo un pedazo de Israel a Siria y sobre esa tierra sacrificaré para el Señor”. Probablemente, Naamán se hizo una parcela de adoración.
2. A Dios le gusta crear huertos
¿Dónde empieza esto de los huertos sagrados? Según Ezequiel 28:13 comienza en el Cielo, en el Paraíso. Aunque esta es una palabra para el príncipe de Tiro, sin embargo, muchos vemos que hay una referencia clara a Luzbel o Lucifer, el querubín protector. Y qué significativo que se habla de que hay un Edén, un paraíso celestial, que se le llama aquí “el huerto de Dios”. Entonces, parece que a Dios le gustan los huertos y que en el Cielo había un huerto.
Ahora bien, cuando crea la Tierra, según Génesis, capítulo dos y versículo ocho, hace un Edén a la imagen del cielo. Porque lo que se ve fue hecho de lo que no se ve, y hay diseños terrenales que nos hablan de diseños celestiales. “Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado”. Dentro de Edén se hallaba el huerto y ese es el lugar donde habitaba el hombre.
¿Qué tenía o qué había en Edén para el hombre?
- Número uno, el hombre tenía sustento: los árboles para comer, y también el árbol de la vida.
- Número dos, “lo puso en el huerto de Edén para que lo labrara y lo guardase”. ¿Qué tenía el hombre y la mujer en Edén? Una profesión y un propósito. La primera profesión que tuvo el hombre fue la de hortelano. De hecho, la idea de Dios es que el hombre multiplicara ese modelo de vida de Edén y el propio huerto; que lo expandiera en la medida en la que creciera su familia.
- Tercero, ¿qué más era el huerto para ellos? El hogar de su familia. En el huerto podía plantar a su familia. Allí debía criar a sus hijos.
- Cuatro: Dios paseaba en Edén con el hombre y le hablaba. Lo más importante es saber que el hombre se relacionaba en el huerto con su Creador, aprendía de Dios y se comunicaba con Él, es decir, tenía comunión e intimidad con el Señor.
En resumen, en el huerto era provisto para el ser humano sustento, profesión, un hogar para su familia y comunión con Dios.
3. El huerto de Dios y el huerto del hombre
Por otra parte, en el huerto de Dios todo era fácil, mientras que, en el plantío del hombre, una vez expulsados del huerto, tendrían que ganarse la vida con el sudor de su frente (Génesis 3:17-19), espinos y abrojos le produciría la tierra.
El huerto nos habla de nuestra adoración e intimidad con Dios, de nuestra vida espiritual. Cuando el Señor nos dice “plántate un huerto” o “cuida tu huerto” se está refiriendo a ese lugar personal de amores con Dios, de intimidad y relación con nuestro Creador. En el huerto de Dios todo era naturalmente sencillo y eso simboliza muy bien la vida del Espíritu. Cuando tenemos bien cuidado el huerto todo se facilita, hay fruto y vida. Por el contrario, en el huerto del hombre hallamos dificultad, esto es, cuando descuidamos la comunión con Jesús o directamente nos salimos de la relación con Dios. Puede suceder también cuando entras en una religiosidad: todo es con sudor, con esfuerzo, ya no hay un fluir de vida, sino una rutina enfermiza.
Satanás es un imitador de lo de Dios. Un ejemplo de esto serían los huertos idólatras de las religiones paganas. Copiaron el diseño divino al crear parcelas verdes dedicadas a la idolatría (Isaías 66:17). En Isaías 65:3 dice: “Pueblo que en mi rostro me provoca de continuo a ira sacrificando en huertos y quemando incienso sobre ladrillos”. O en Isaías 1:29: “Entonces, os avergonzarán las encinas que amasteis y os afrentarán los huertos que escogisteis. Porque seréis como encina a la que se le cae la hoja y como huerto al que le faltan las aguas”. La sentencia para los israelitas que iban a sacrificar en aquellos huertos idólatras fue que se acabarían secando espiritualmente.
Sin embargo, cuando cuidamos el huerto de la intimidad con Dios y adoramos de corazón al Señor nuestras vidas estarán como un huerto verde y fructífero. Es la única forma de volver al original, al diseño del Creador para el hombre y la mujer.
4. ¿Qué nos aporta el huerto de la intimidad con Dios?
Todo lo que hallaba el hombre en un principio en el huerto lo encontramos hoy en el huerto de la comunión con Dios:
- Sustento: el árbol de la vida que es Cristo. Cuando cuidamos nuestra intimidad con Dios tendremos fuerza espiritual y salud de carácter. El huerto con Jesús es como la relación matrimonial. Hay que cuidar el amor, priorizar la relación y respetar el pacto; debemos regar, quitar malas hierbas, contrarrestar la rutina y la monotonía, abonar la comunicación, etc. Es toda una labor de hortelano. Con Dios es igual. Se requiere que seamos muy intencionales a la hora de atender nuestra vida espiritual. Si no cuidas el huerto no tienes sustento, nada te vas a poder llevar a la boca, estarás famélico, enfermo. El árbol de la vida es Jesús mismo y hay que pasar tiempo en el huerto para comer de Cristo. ¿Cómo está nuestro huerto? ¿Estamos cosechando algo o han crecido espinos y abrojos?
- Propósito, una profesión: Mi primera profesión en la vida es ser hortelano. Luego puedo ser maestro, conductor de camión, albañil, carpintero, pastor... Pero, antes que nada, debo saber cuidar un huerto, el de la relación con Dios. Si eres un buen hortelano todo lo demás irá bien. Ese es mi primer propósito en la vida, hemos sido creados para amarle, hemos sido creados para adorarle, hemos sido creados para Él.
- Lo tercero que tenía el hombre en el huerto era un hábitat para su familia: Solo podemos formar una familia hoy día si sabemos cuidar el huerto de la comunión, porque si hay presencia de Dios en nuestra vida los hijos crecerán en un ambiente de la Palabra, y tendrán algo del Cielo para comer, a Cristo, hasta que ellos crezcan y hagan su propio huerto. Pero ellos primero se alimentan de mi huerto. Muchas familias se arruinan y nos preguntamos ¿cuál es la causa? Que hemos descuidado el huerto, la relación más importante. Y luego, por supuesto, en un efecto dominó, siguen los problemas matrimoniales o con los hijos, somos unos desdichados, hay enfermedades del alma y no sabemos cómo curarlas. Ahora no tenemos que plantar un huerto con la tierra de Israel, pero sí con la tierra del Cielo, de Jerusalén la celestial. Porque ¿qué es el Reino? Un poquito del Cielo aquí en la Tierra. Eso es lo que quiero en mi casa: que mi casa sea un pedazo del Cielo.
- Cuarto: comunión con Dios. Naamán plantó un lugar de intimidad con Dios y de sacrificio. ¿Te puedes imaginar a ese sirio meditando en el Señor? Él antes era leproso y ahora tenía salud y vida. ¿Te lo puedes imaginar postrándose y adorando al Señor? Era su rincón de encontrarse con Dios. Pues ahora nosotros podemos ser esa clase de adoradores que tenemos nuestros huertos: nuestro espacio de meditar en su Palabra y de adorarle. Plántate un huerto, un lugar de vida, de sustento, de adoración, de intimidad con Dios. Yo puedo traer el Cielo a la Tierra plantando un huerto que sea un lugar de adoración.
5. Como está tu huerto, está tu vida
Los huertos paganos acarreaban un castigo a Israel: sequía. Pero si cuidamos el huerto nuestra alma va a estar en abundancia.
Y vendrán con gritos de gozo en lo alto de Sion y correrán al bien de Jehová, al pan, al vino, al aceite y al ganado de las ovejas y de las vacas. Y su alma será como huerto de riego y nunca más tendrán dolor. Entonces la virgen se alegrará en la danza los jóvenes y los viejos juntamente. Y cambiaré su lloro en gozo y los consolaré y los alegraré en su dolor. Y el alma del sacerdote satisfaré con abundancia y mi pueblo será saciado de mi bien, dice Jehová (Jeremías 31:12-14).
Así quiere el Señor que esté en nuestra alma. Podemos estar pasando por tribulaciones, por circunstancias difíciles, pero Dios no permitirá que seamos un desierto, sino un huerto. “Como huerto regado”, dice en el versículo 12. “Satisfaré con abundancia”, eso es vida abundante, dice el Señor. “Mi pueblo será saciado de mi bien”.
La restauración de una vida o de un remanente se describe en Ezequiel 36:35 en relación con el huerto: “Y dirán, esta tierra que era asolada ha venido a ser como el huerto del Edén. Y estas ciudades que eran desiertas y asoladas y arruinadas están fortificadas y habitadas”.
Isaías 51:3 por su parte dice: “Ciertamente consolará Jehová a Sion, consolará todas sus soledades y cambiará su desierto en paraíso y su soledad en huerto de Jehová. Se hallará en ella alegría y gozo, alabanza y voces de canto”.
Así debería ser el testimonio de todos sus hijos, a quienes sacó del lamento y ahora tenemos una alabanza. Él cambió nuestra oscuridad en luz, la sequedad en un huerto regado, la esterilidad ha dado paso a los frutos del gozo, paz, amor... todos los frutos del Espíritu.
6. Jesús, el Gran Hortelano
Permíteme llevarte a la vida de Jesús. Él fue un hombre de huerto y quien nos vuelve a abrir el camino al huerto y al árbol de la vida (Apocalipsis 22:1-5).
La relación de Jesús con el huerto es poderosa. Juan 18:1: “Habiendo dicho estas cosas, salió con su discípulos al otro lado del torrente de Cedrón, donde había un huerto en el cual entró con sus discípulos”. Se refiere al Huerto de los Olivos, donde solía orar. Lucas 22:39: “Y saliendo se fue como solía al Monte de los Olivos y sus discípulos también le siguieron”. Nota la expresión “como solía”. Era su costumbre ir al huerto a buscar la soledad para estar con su Padre Celestial.
A Jesús lo sepultaron en un huerto. Juan 19:41: “Y en el lugar donde había sido crucificado había un huerto y en el huerto un sepulcro nuevo en el cual aún no había sido puesto ninguno”. ¿Y dónde resucitó? En un huerto. Qué interesante que Adán cayó en Edén y que Jesús fue crucificado donde había un huerto. Donde fracasó el primer Adán, Jesús triunfó. Nunca descuidó su huerto. Solía orar allí.
María Magdalena lo confundió con el hortelano: “Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo llevaré. Jesús le dijo: María. Volviéndose ella, le dijo: Raboni” (Juan 20:15). El primer Adán fue un hortelano y Jesús realmente también fue un hortelano, porque cuidó el huerto de su comunión con Dios como lo más importante en su vida y Él nos da ejemplo para que volvamos a ser como el hortelano original.
Finalmente, la gran decisión de ir a la cruz se concretó en el Huerto de los Olivos. Y para mí las victorias también han sido en el huerto. Las grandes decisiones de mi vida, donde he vencido a mí yo, a mi carne, donde he vencido a mi propia voluntad para hacer la voluntad de Dios, han sido en mi huerto de intimidad con el Señor, diciendo: “No se haga mi voluntad, sino la tuya, me rindo a ti”. La obediencia de Jesús fue probada en el Huerto de los Olivos, en Getsemaní. En el huerto será probada nuestra obediencia igualmente.
¡Qué importante es que nosotros ahora aprendamos a ser hortelanos como nuestro Maestro!
7. Las cinco verdades del huerto
Termino este artículo con cinco verdades:
Primera verdad: A los discípulos se los identifica en el huerto
Pedro estuvo en Getsemaní con Jesús y por eso el siervo del sumo sacerdote le dice: “¿no te vi yo en el huerto?” (Juan 18:26). Entonces, a los discípulos se nos identifica porque hemos estado con Jesús en el huerto. Un verdadero discípulo es aquel que vuelve a pasear con el Creador en el huerto de su amistad con Dios.
Se nota cuando descuidamos el huerto. Dios no nos podrá llevar a una responsabilidad en su servicio si primero no somos buenos hortelanos. El discipulado comienza al estar con Jesús en nuestro propio Getsemaní. “¿No habéis podido velar ni una hora conmigo?”, dijo el Maestro a sus amigos. Prueba a estar con Jesús en el huerto todos los días al menos una hora (o muy a menudo) y vas a ver cómo, de religioso evangélico, asistente a una iglesia o simple dominguero, vas a otro nivel como discípulo. Empezarán a confundirte con Jesús y a reconocerte como su seguidor.
Segunda verdad: El Señor planta en el huerto de nuestra vida
Dice Jesús “¿a qué es semejante el Reino de Dios y con qué lo compararé? Es semejante al grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su huerto y creció y se hizo árbol grande y las aves del cielo anidaron en su rama” (Lucas 13:18-19). El Señor siembra la semilla del Reino en el huerto de nuestra vida.
Cuando una persona no cultiva su huerto es muy difícil que Dios le pueda sembrar algo. Irás a la iglesia y recibirás mil mensajes, pero si no tienes un huerto cuidado esa semilla no fructifica. Y, todo lo contrario, si eres un hortelano responsable cada semilla caerá, luego el Espíritu la regará y después de un tiempo dará fruto. Yo soy el fruto de todo lo que el Señor ha ido sembrando en el huerto de mi vida.
Tercera verdad: Él viene a cosechar al huerto de nuestra vida
El Señor espera fruto. “Yo vine a mi huerto, oh, hermana mía, esposa mía, he recogido mi mirra y mis aromas, he comido mi panal y mi miel, mi vino y mi leche he bebido. Comed, amigos, bebed en abundancia” (Cantares 5:1). El rey Salomón vino al huerto y dice “he recogido”. ¿Quién no querría cosechar de su huerto si lo trabaja e invierte semilla, tiempo y esfuerzo en él?
Antes éramos del diablo y el fruto de nuestra vida era el pecado, pero ahora somos terreno del Cielo en la Tierra. ¡Soy terreno sagrado! Hay tierra de Israel en el huerto de mi vida y Jesús debe poder cosechar en mí. Él se acerca al huerto de Juan Carlos y dice: “A ver qué puedo recoger... ¿Podré alimentar a otros a través de él?”. Él viene a cosechar a nuestra vida, ¿puede cosechar en tu huerto?
Cuarta verdad: La Iglesia debe morar en los huertos
La Iglesia, aplicándolo ahora como congregaciones locales, debemos morar en los huertos y allí tener comunión con el Amado. El Amado, representa al Señor Jesús, mientras que la Amada representa a la Esposa de Cristo, su Iglesia. El Amado dice: “Oh tú, que habitas en los huertos, los compañeros escuchan tu voz, házmela oír” (Cantares 8:13).
El Esposo quiere oír tu voz y mi voz en el huerto. Y a su Amada, en forma colectiva, la cita en el huerto de la oración. No lo dejemos allí solo, esperando y esperando, para acabar decepcionado y lamentándose: “Los hice casa de oración y se han convertido en otra cosa”.
Quinta y última verdad del huerto: Seamos huertos cerrados
“Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía. Fuente sellada y huerto cerrado” (Cantares 4:12). Ten celo por tu huerto. Cuida tu intimidad con Dios como lo más precioso de tu vida. Si se daña la devoción, nuestra intimidad y relación con el Señor, todo lo demás caerá consecutivamente, porque de ahí depende la calidad de nuestra vida y lo demás: nuestro propósito, sustento y familia. Por eso ha de ser un huerto cerrado. No podemos descuidarlo ni abrirlo a cualquiera.
Yo me crie en los huertos, porque antes Murcia, mi región, era toda ella una gran huerta (aún hoy se le llama ‘La huerta de Europa’). Recuerdo que jugábamos por la tarde en la calle y merendábamos en los huertos de lo que íbamos encontrando. Recogía habas, lechuga, coles, le echábamos un chorro de limón; albaricoques, naranjas, higos, asábamos mazorcas de maíz... Esa era nuestra merienda. Pero yo al principio no era consciente de que estábamos robando aquellas frutas, verduras u hortalizas. Imagínate a los muchachos de la calle merendando cada día en los huertos, era pérdida para el hortelano. Por eso algunos ponían alambradas o, a menudo, aparecían los dueños con la escopeta de perdigones y nos sacaban a disparos. ¿Qué sucede también en lo espiritual? Que, si tú no cierras tu huerto, cualquiera entra y te roba. Por eso dice en Cantares, “cazadnos las pequeñas zorras que echan a perder la viña”. Hay uno que quiere dañar tu huerto y ya sabes quién es. Una serpiente apareció en Edén y arruinó el huerto.
Satanás se pervirtió en el Edén del Cielo, también logró engañar a la mujer y al hombre en el huerto de la Tierra e intentará por todos los medios dañar nuestro huerto, porque él sabe que si malogra tu huerto todo lo demás se dañará antes o después.
Tal y como está tu huerto con Dios está de saludable tu vida. Si arruina tu huerto, daña tu vida interior, tu salud mental, emocional, espiritual, y luego destruye tu matrimonio, y a continuación te desorientas y pierdes tu propósito. Si no eres un buen hortelano, no vas a progresar en la vida espiritual. Y si no cuidas primero tu vida, ¿cómo vas a cuidar lo demás?
Puesto en positivo, podemos tener un pedazo del Cielo en la Tierra como Naamán. Hagamos de nuestra vida un huerto y cuidemos con diligencia, con celo, esa parcela sagrada.
Plántate un huerto, como Naamán. Hoy te doy tierra celestial, a través de este soliloquio, y abono también. Seamos buenos hortelanos, a semejanza de Jesús. ¡Ánimo y manos a la obra!
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Soliloquios - Plántate un huerto