Mi último mensaje si fuese a morir
Dios me dijo: “Tengo muchos hijos y no pocos siervos, pero ¡ay! ¡Me faltan amigos! ¿Querrás tú serlo?”. Percibí tristeza en el corazón de Dios.
23 DE JULIO DE 2023 · 08:00

Hace poco, un pastor amigo me invitó a hablar en su congregación a los que se iban a bautizar y me lo pidió bajo esta premisa: “Juan Carlos, imagina que solo tienes 15 minutos para dejarles unas palabras de despedida, porque ya te vas de este mundo, ¿qué les dirías?”.
Me puso, realmente, en un brete. Esa noche busqué al Señor en oración y pude entender que les debía decir lo mismo que si tuviera que despedirme de mis hijos y solo me quedaran pocos minutos de vida. ¿Qué les diría?
Lo que yo les diría a mis hijos, si fuesen mis palabras de despedida, y les dije a los nuevos hermanos, es lo que quiero también exponer a los queridos lectores de Evangélico Digital.
1.- Sé un amigo/a de Dios
En primer lugar, yo les diría a mis hijos: Sé un amigo de Dios. Sé una amiga de Dios. Tengo una hija mayor, ella ya está casada, y tres varones, y les diría eso: Sé una amiga de Dios, hija; sé un amigo de Dios, hijo.
Mi mujer y yo fuimos apartados al ministerio en diciembre de 1998, y en octubre del 99 fue necesario entrar a un tiempo completo. Evidentemente, era muy joven y me sentía sobrepasado por aquella responsabilidad, por esa confianza que se me había confiado. Con temor y temblor, iba por la mañana temprano a buscar al Señor en el local de la iglesia y a pedirle su gracia: que me ayudase a ser un buen siervo de Dios.
Una mañana, el Espíritu del Señor me visitó de una forma especial y me habló unas palabras que nunca podré olvidar. Me dijo: “Juan Carlos, tengo muchos hijos en el mundo y no pocos siervos, pero ¡ay, amigos! ¡Me están faltando amigos! ¿Querrás ser tú mi amigo?”. Pude percibir la tristeza en el corazón de Dios, como un suspiro, y recordé cuando David tuvo sed y suspiró: “¿Quién me diera de beber agua del pozo de Belén?”. Tres valientes se jugaron la vida por llevarle agua a su capitán, al que tanto le debían. Yo sentí la sed del corazón de Dios, su suspiro: el anhelo profundo de Dios era tener más que simplemente gente que es salva y va al cielo o gente que trabaja (como yo quería trabajar) para servirle y hace cosas para Dios... El Señor me mostraba que lo que él más anhelaba era tener amigos y amigas. Personas que estén dispuestas a pagar el precio. Dispuestos a dedicarle tiempo a la amistad con Dios, a conocer al Espíritu Santo, a caminar con el Señor. Y, por supuesto, yo le contesté, “Señor, yo quiero ser tu amigo. Jesús, ayúdame. Enséñame a ser un amigo de Dios”.
Veinticuatro años después, estoy firmemente convencido de que es todavía la gran necesidad del Reino de Dios. El primer llamado que todos tenemos. Ser amigos y ser amigas de Dios. De hecho, es lo que se perdió en Edén.
En Edén, el Señor paseaba con el hombre y con la mujer; tenía una amistad con Adán y Eva; y el pecado lo truncó todo. Ahora, por naturaleza, dice el Nuevo Testamento, que somos “hijos de ira” e “hijos de desobediencia”. Todos nosotros estamos en esa condición de “enemigos de Dios”. Pero por eso vino Jesucristo. Jesucristo dijo: “Ya no os llamaré siervos, os llamaré amigos. Porque nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos” (Juan 15:13-15). No nos llamó ‘enemigos’; dijo “que uno dé su vida por sus amigos”. ¡Jesucristo vino para restaurarnos a la bendita amistad con Dios!
Por lo tanto, le diría a mi hijo, y le digo a los que leen este soliloquio: ¡Sé un amigo! ¡Sé una amiga de Dios! Pasa tiempo con el Espíritu Santo. Cultiva el hábito de leer todos los días las Sagradas Escrituras. Pon oído a la Palabra: ahí el Señor va a hablarte. Tú le hablas a Él en oración. Él te habla a ti por medio de la Palabra. Jamás pongas en riesgo el honor más grande que nos ha dejado en la tierra: que el Todopoderoso, que el Creador, que El Eterno quiera ser mi amigo y tu amigo.
Dice en Santiago 4:6 que “el Espíritu nos anhela ardientemente”, o “celosamente”. El Espíritu que Él ha hecho morar en nosotros nos anhela, nos desea. Pero en el versículo anterior también dice (Santiago 4:5) que la amistad con el mundo es incompatible con la amistad de Dios. No pongas en riesgo tu amistad con Jesús por lo del mundo, no merece la pena. Por supuesto, no me refiero al mundo como el conjunto de hombres a los que debemos amar. Hemos de servir al mundo. Pero me refiero a lo que dice en 1ª Juan 2:15-171.
Nosotros, los hijos de Dios, ya no tenemos los deseos de la carne, tenemos los deseos del Espíritu. No tenemos (en la vida nueva en Cristo) los deseos de los ojos, la codicia, nuestra única ambición, dice el apóstol Pablo, es serle agradables (2 Corintios 5:9). Ya no vamos detrás de la vanagloria de la vida o la vanidad de la riqueza, nuestra riqueza es esta amistad con Dios de la que estoy hablando. Nuestra riqueza es su Presencia. Nuestro mayor tesoro es el testimonio del Espíritu Santo de que estamos viviendo una vida en santidad, que consigue dibujar una sonrisa en el rostro de aquel Dios que tanto nos amó y nos ama. Ese es ahora nuestro objetivo en la vida.
2.- Sé un hombre o una mujer de Dios
En segundo lugar, también les diría a mis hijos y te traslado a ti, querido lector: ¡Sé un hombre de Dios! Sé una mujer de Dios, hija mía, sé un hombre de Dios, hijo mío. Porque la honra más grande que un ser humano puede tener en la Tierra no es que le llamen “señoría”, si es un juez, “majestad”, “ilustrísima”, “apóstol”, en la iglesia, “profeta”, “pastor”, lo que sea... Cualquier título. El honor más grande, según la Palabra de Dios, es que a un hombre mortal se le pudiera llamar, “varón de Dios” o a una mujer, “mujer de Dios”. Yo no sé tú, pero a mí me gustaría que al final de mis días, las personas que han estado cerca, especialmente mi mujer y mis hijos, pudiesen dejar ese resumen: “Mi padre fue un hombre de Dios”. Eso sería un premio para mí.
¿Qué es un hombre de Dios? ¿Qué es una mujer de Dios? Ahí mismo, en la pregunta, está la respuesta: un hombre DE DIOS. De Dios, porque le perteneces a Dios. En una ocasión hacían una campaña y el célebre evangelista D. L. Moody era a quien todos los organizadores querían invitar para que estuviese predicando el Evangelio, hasta que uno de los diáconos, molesto, dijo: “¡Pero bueno, vamos a ver! ¿Acaso Moody es el único que tiene al Espíritu Santo?”. Y alguien le respondió: “No. Muchos tienen al Espíritu Santo. Pero lo importante no es que Moody tiene al Espíritu Santo, sino que el Espíritu Santo le tiene a Él, y por eso lo queremos traer”.
Uno de mis versículos favoritos es 2ª Crónicas 16:9: “Los ojos del Señor recorren toda la tierra para mostrar su poder a favor de aquellos que tienen un corazón completamente suyo”. ¿Podrá encontrar entre mis lectores hombres y mujeres completamente entregados a Él? Que el Señor pueda decir: “¡Los he hallado!”. Y que pueda manifestar su poder en nosotros. Yo creo que sí, que eso es lo que el Señor está buscando.
Por eso se decía “El Dios de Elías”, porque era el Elías de Dios. Por eso decía “el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”. Porque Abraham, Isaac y Jacob eran de Dios. Y, por lo mismo, yo quiero que se diga: “el Dios de Juan Carlos”, porque yo soy el Juan Carlos de Dios. ¡Pon tu nombre ahí, en esa declaración! Que el Señor no se avergüence de ser llamado el Dios de... Pedro, el Dios de Juana, el Dios de Wilson, el Dios de Richard, el Dios de... Porque somos hombres y mujeres de Dios. Entonces, le diría a mi hijo: ¡Sé un hombre de Dios! Y le diría a mi hija: ¡Sé una mujer de Dios!
También, esto implica ser alguien del pueblo de Dios. Porque el Espíritu no solamente nos lleva al Padre, el Espíritu nos lleva a estar con el pueblo de Dios. Les diría a mis hijos: “Hijo, hija, no camines sin otros hombres de Dios que puedan cuidarte del peor enemigo que tienes, que eres tú mismo, tu engañoso corazón. Sé lo suficientemente maduro para solo depender de Dios, en cuanto a lo que acabamos de hablar, en cuanto a ser alguien de su Presencia, ser alguien que en el desierto del mundo vives dependiendo de su Presencia, te escondes como Moisés y subes a la cumbre, tienes tus raíces profundas, dependes del agua de su Presencia... Pero sé también lo suficientemente humilde como para buscar estar siempre bajo autoridad, bajo supervisión de otros hombres de Dios, de otras mujeres de Dios, quienes fácilmente te puedan ayudar, gracias a que tú estás buscando ser ayudado o ayudada. ¡No camines solo, hijo mío! Aunque seas un hombre de Dios, o ¡por eso mismo! Camina con tus hermanos, porque Dios tiene siete mil que no han doblado sus rodillas delante de Baal (1 Reyes 19:18). ¡Dios tiene un pueblo fiel en la tierra!
3.- Sirve al Señor con todo el corazón
Y finalmente les diría: Sirve al Señor. Estás aquí en la Tierra para amar a todos y para ganar almas. ¡Sírvele! Como dijo David a Salomón: “sirve al Dios de tu padre con ánimo pronto”2. Como dijo Pablo a su hijo Timoteo en su despedida: “predica a tiempo y fuera de tiempo. Haz la obra de evangelista”3. Lo encomendó a Dios y le dijo: “delante del Señor que ha de juzgar a los vivos y los muertos”, redarguye, reprende, exhorta, no pierdas tiempo, gana almas...
Si amas a todos, te gozarás al servirles, tendrás a los demás como más importantes, mantendrás a raya el maldito ego, con su egoísmo y egocentrismo, y el amor a todos hará que el corazón de tu Padre Celestial esté feliz contigo.
Sirvamos a Dios, amando a los demás y ganando las almas.
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¿Qué les diría a mis hijos si tengo tan solo 15 minutos para dejarles algún consejo, porque no los voy a ver más en este mundo? Lo mismo que les dije a los que se iban a bautizar en la iglesia de mi amigo y que les digo a los que leen este soliloquio, simplemente tres cosas:
- Número uno: Sé un amigo de Dios. Sé una amiga de Dios.
- Número dos: Sé un hombre de Dios. Sé una mujer de Dios.
- Número tres: Sirve al Señor. ¡Sirve al Señor, hijo mío, hija mía, amándole con todo el corazón, amando a todos los que están a tu alrededor y ganando almas para Cristo!
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1 No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre (1ª Juan 2:15-17).
2 Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si tú le buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te desechará para siempre (1 Crónicas 28:9).
3 Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio (2 Timoteo 4:1-5).
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Soliloquios - Mi último mensaje si fuese a morir