Los hijos de Recab

Recab significa ‘jinete del carro’. Quiero hacer una aplicación profética de su nombre para que no olvidemos nuestra historia. 

03 DE ABRIL DE 2022 · 08:00

Imagen: Universidad de Wisconsin,carro de guerra
Imagen: Universidad de Wisconsin

Vamos a estudiar la dignidad de los recabitas, los descendientes de Recab. Pero primero. ¿Quién fue Recab y qué significa su nombre?

 

¿Quién fue Recab y qué significa su nombre?

Recab es descendiente de Jetro. Eran ceneos. Ellos se escindieron de Madián y se unieron al pueblo de Israel desde el peregrinar del Éxodo. Aunque eran descendientes de Abraham y semitas, no eran propiamente descendientes de Isaac, sino fruto de la unión de Abraham con Cetura. Uno de los hijos de Abraham y Cetura se llamó Madián, y de Madián viene Jetro, y Jetro fue ceneo. Los ceneos se unieron al pueblo de Israel y eran yahvistas, es decir, adoradores del Dios de Abraham, de Jehová.

Uno de los hombres principales de los ceneos fue Recab. Su nombre significa ‘el que monta en el carro’ o ‘jinete del carro’. Y aquí viene la aplicación profética del nombre de Recab y de los recabitas.

El carro en la Biblia representa el poderío de Dios en la tierra, tal y como vimos en el anterior soliloquio. Era uno de los instrumentos de guerra más importantes de la antigüedad. Lo que hoy sería un buque de guerra, un tanque, un avión supersónico o un submarino nuclear, en aquellos tiempos eran los carros de guerra. Constituían el poderío de un ejército.

Cuando en la Biblia hablamos de los carros de Dios equivale a decir: el poderío de Dios en la tierra. A los profetas se les apodó “carro de Israel y su gente de a caballo”, para mostrar que ellos eran una fuerza salvadora, eran un poder de Dios a favor de los propósitos del Señor en la tierra.

De manera que el carro representa:

  1. El poderío de Dios y
  2. Los ministerios que son fieles a Dios.

Pero en la Biblia hay una connotación muy fuerte en lo que respecta a montar en el carro o subir al carro. Recordemos que Recab significa literalmente el que monta en el carro, el que sube al carro y es jinete. Recab representa, entonces, el que se sube al propósito de Dios; el que se sube a la obra del Señor en la tierra; el que sube al servicio de Dios; el que colabora con el Señor en sus planes y en sus propósitos.

Hoy nos quiere preguntar el Señor: ¿Y tú, te subirás al carro de su obra en estos tiempos? ¿Te subirás al carro del propósito de Dios? ¿Serás tú un recabita, uno de los que montan en el carro de lo que Dios está haciendo?

 

¿Qué representa subir al carro?

Como he dicho, en la Biblia hay una connotación muy fuerte en lo que respecta a montar en el carro. Te pongo tres ejemplos.

  1. Débora montó en el carro de Barac.
  2. Segundo ejemplo: Elías montó en el carro de fuego angelical.
  3. Y el tercer ejemplo es, precisamente, Jonadab, el hijo de Recab, quien montó en el carro de Jehú.

¿Qué representa el carro en estos incidentes?

- Lo que Dios estaba haciendo.

- Sus guerras.

- Su poder libertador.

- Su propósito.

Pues bien, no cualquiera puede subir a lo que Dios está haciendo. No cualquiera puede subir al propósito y hacerse uno con Dios para traer victoria. Estos personajes son muy especiales: Débora, Elías y Jonadab.

¿Qué es lo que poseía Débora para poder subir al carro? La respuesta es definición. En un tiempo donde muchos no querían ir a la guerra, Débora fue un ejemplo de definición. Ayudó a Barac a enfrentar a Sísara y a Jabín, que tenían 900 carros.

Entonces, Débora muestra a una mujer definida, que se sube al carro, que está dispuesta a pelear las batallas del Señor, que ya no vive en una indecisión o indefinición, presa de su área de confort, sino que está dispuesta a pagar el precio, a esforzarse, a ser valiente y a arriesgarse. Débora, nos habla de la definición necesaria para subir al carro. Hoy te tienes que definir por Dios.

¿Qué más hace falta para subir al carro de lo que Dios está haciendo? Fidelidad. Elías representa el que no dobla sus rodillas ante Baal y su boca no lo besa. Elías fue fiel cuando muchos no lo eran. La Iglesia del tiempo del fin es la Iglesia Elías, porque prepara el camino al Señor, porque tiene el manto de Elías, así como lo tuvo Juan el bautista en la primera venida de Jesús. Y, para subir al carro de lo que Dios está haciendo, el Señor nos demanda fidelidad.

Pero el tercer personaje que subió, que montó en el carro, fue Jonadab, hijo de Recab.

 

Jonadab, el primer hijo de Recab

Este mensaje se llama así: Los hijos de Recab. Y aquí viene el primer hijo de Recab, Jonadab. Con él vamos a descubrir la dignidad de los recabitas (los hijos de Recab).

Recordemos que el nombre Recab significa ‘el que monta en el carro’, ‘el jinete del carro’, y Jonadab, efectivamente, montó en el carro de un hombre que debía traer una limpieza: una purificación y una reforma. Este personaje bíblico se llamó Jehú.

Jehú tenía un doble cometido: ejecutar un juicio en la casa de Acab, un rey que había sido terrible y perverso (el esposo de Jezabel); y, por otra parte, debía limpiar Samaria del culto a Baal. Dios levantó a Jehú para traer esa purificación o reforma.

Cuando lo iba a hacer, dice en segunda de Reyes, capítulo diez versículo 15, que “Jehú encontró a Jonadab hijo de Recab”, que era un ceneo, y pasó algo muy interesante: “Yéndose luego de allí, se encontró con Jonadab, hijo de Recab. Y después que lo hubo saludado, le dijo: ¿Es recto tu corazón, como el mío es recto con el tuyo? Y Jonadab dijo: Lo es. Pues que lo es dame la mano. Y él le dio la mano. Luego lo hizo subir consigo en el carro y le dijo: Ven conmigo, y verás mi celo por el Señor. Lo pusieron, pues, en su carro. 2ª Reyes 10: 15 y 16. Entonces, en el verso 23, vemos cómo los dos limpian la ciudad de Samaria del culto a Baal.

¡Qué casualidad que Jonadab se llamaba ‘hijo del que monta en el carro’! Y fue él quien le dio la mano a Jehú y subió al carro de lo que Dios quería hacer. ¿Por qué? Porque tenía un corazón recto, como hemos leído. Y tenía celo por el Señor. Así es como pudo unirse a Jehú en aquella purificación.

Es importante que entendamos que este soliloquio es un mensaje en el que el Señor nos habla a través de la dignidad de los recabitas para el tiempo que está por venir a la tierra, que es un tiempo difícil, en el que probablemente no vamos a ver buenos gobernantes ni un regreso a los principios y a los valores bíblicos, sino una decadencia progresiva.

Y, para el tiempo que está por venir, la dignidad de los recabitas va a ser una clave espiritual, para que podamos sobrevivir y para que podamos subir al carro del propósito de Dios, de lo que Dios quiere hacer en los últimos tiempos.

 

La historia de los recabitas

Sin embargo, y aquí sigue la historia de los hijos de Recab, algo dramático aconteció en Samaria y en Israel, el reino del norte. Este Jehú, que supuestamente debía limpiar y purificar, fue tan malo como Jeroboam, el rey que había traído la perversión a Israel. Eso lo dice en el versículo 31 de segunda de Reyes, capítulo diez: “Mas Jehú no cuidó de andar en la ley de Jehová, Dios de Israel, con todo su corazón, ni se apartó de los pecados de Jeroboam, el que había hecho pecar a Israel. En aquellos días comenzó Jehová a cercenar el territorio de Israel, y los derrotó Hazael por todas las fronteras… 2ª Reyes 10: 31 al 36.

Jonadab contempla cómo Jehú en algún momento de su reinado deja de ser fiel al Señor y comete los mismos pecados que Jeroboam. ¿Qué sucede entonces? Que un rey llamado Hazael, un rey que era cananeo, que era pagano, los derrota y va tomándoles territorio. Israel, los conquistadores, comenzaron a ser conquistados.

Venía un tiempo muy difícil de ahí en adelante. La historia que acabamos de leer tuvo lugar, aproximadamente, en el año 842 antes de Cristo. Ten en cuenta que el último rey piadoso había sido Josafat, en Judá, en el año 848 (a. C.), unos seis años antes del reinado de Jehú. Pues de ahí en adelante vinieron reyes que no fueron fieles al Señor, tanto en Judá como en Israel. El siguiente rey medianamente íntegro para con Dios fue Ezequías, 100 años después. Y, aproximadamente 140 años después, Josías. Esos fueron los únicos reyes fieles a Dios o reformadores. Pero todos los demás reyes fueron infieles, idólatras, paganos, que hicieron lo malo, hasta que se corrompió de tal manera el reino de Judá y el reino de Israel que acabaron en el cautiverio. La tierra que Dios les había dado fue para los enemigos de Israel. La Tierra Prometida fue destruida, tomada por los caldeos y por los asirios. Y ellos llevados al cautiverio.

Pienso que Jonadab, hijo de Recab, se dio cuenta de la decadencia que venía, y entendió que la tierra, que en los días de Jehú comenzó ya a ser tomada por los enemigos, acabaría destruida.

Jonadab pudo ver el final de toda aquella maldad, de toda aquella perversión: Israel se quedaría sin tierra. Entonces Jonadab les dio a sus hijos un mandato: Que ellos se convirtieran en un pueblo nómada, que abandonasen la vida sedentaria y no se acomodaran en la tierra. Probablemente Jonadab ya entendió que Canaán finalmente iba a ser dada a los enemigos y que la nación de Israel acabaría en el cautiverio.

Los recabitas, según este mandato, debían volver a la vida nómada. Les prohibió ser agricultores, tener viñas, beber vino (porque para beber vino tienes que quedarte en un sitio, cultivar las vides y procesar el vino), les prohibió edificar casas… Iban a vivir en tiendas. Debían ser un pueblo ganadero, nómada, errante… Y debían abstenerse de vino. Eso fue lo que Jonadab les dio como mandamiento: una vida sencilla, una vida de peregrinos.

Yo creo que Jonadab lo hizo porque vislumbró lo que venía al pueblo al que ellos se habían unido desde los días de Jetro. En los días de Jetro habían peregrinado por el desierto 40 años, y luego habían entrado en la Tierra Prometida y se habían establecido. Ahora, Jonadab, hijo de Recab, mandó a sus hijos que volvieran a ser un pueblo errante, un pueblo nómada. La vida sedentaria llegaba a su fin.

 

Dios bendice a los hijos de Recab

Unos 244 años después de este momento que acabamos de leer, en los días del profeta Jeremías, cuando todavía era rey Joacim (Jeremías capítulo 35) podemos aprender con las virtudes o cualidades de los hijos de Recab. ¿Qué virtudes tuvieron? Ya hemos visto, en Jonadab, que fue recto de corazón y con celo por el Señor (capaz de limpiar del culto a Baal, al lado de Jehú). Pero los hijos de Recab tienen algo más que enseñarnos.

El Señor, en días de Jeremías, en los que la mayor parte de la nación de Israel era infiel al Señor y pronto van a ser llevados en cautiverio, puso como un ejemplo a seguir a los recabitas.

En estos momentos los recabitas se han tenido que refugiar en la ciudad de Jerusalén, porque los caldeos están tomando la tierra. Nabucodonosor con su ejército ha invadido Judá. Los hijos de Recab se protegen en la ciudad de Jerusalén. Pero no viven en casas, sino que se instalan en sus carpas, en tiendas; eso sí, dentro de los muros, para estar a salvo.

El Señor habla a Jeremías, en el capítulo 35, verso uno: “Palabra de Jehová, que vino a Jeremías en días de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá, diciendo: Ve a la casa de los recabitas, y habla con ellos, e introduce, introduce los de la casa de Recab en uno de los aposentos, y dales a beber vino”.

Entonces, Jeremías va a probar a los recabitas, que en este momento no son muchos. Son un pueblo muy pequeño, nómadas, pero que se ha refugiado en Jerusalén. Y los llevan a la casa del Señor, al templo y por mandato del Señor se les permite entrar en una de las cámaras del templo, en uno de los aposentos, y allí les ofrecen vino.

Pero ¿qué hacen los recabitas? Jeremías 35, versículo seis, respondieron: “No beberemos vino, porque Jonadab, hijo de Recab, nuestro padre nos ordenó, diciendo: No beberéis jamás vino, vosotros ni vuestros hijos, ni edifiques casa, ni sembraréis sementera, ni plantarás viñas, ni las retendréis. Sino que moraréis en tiendas todos vuestros días, para que viváis muchos días sobre la faz de la tierra donde vosotros habitáis. Y nosotros hemos obedecido a la voz de nuestro padre Jonadab, hijo de Recab, en todas las cosas que nos mandó, de no beber vino en todos nuestros días, ni nosotros, ni nuestras mujeres, ni nuestros hijos, ni nuestras hijas, y de no edificar casas para nuestra morada, y de no tener viñas, ni heredad, ni sementera. Moramos, pues, en tiendas, y hemos obedecido y hecho conforme a todas las cosas que nos mandó Jonadab, nuestro padre. Sucedió, no obstante, que cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, subió a la tierra, dijimos: Venid y ocultémonos en Jerusalén de la presencia del ejército de los caldeos, y de la presencia del ejército de los de Siria. Y en Jerusalén nos quedamos”.

De manera que se mantienen fieles. Dicen que no van a beber vino. La tentación era seductora, como toda tentación: Quizás sea el momento de volverse a establecer. Dejar de ser nómadas. Terminar con aquel absurdo mandamiento. Acomodarse en una ciudad. Estar más seguros. Ser como el resto de los de Israel.

Pero ellos demuestran algunas cualidades que quiero destacar en este día. Mirad lo que dijo el Señor de ellos, verso 12: “Y vino palabra de Jehová a Jeremías, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Ve, y di a los varones de Judá y a los moradores de Jerusalén. ¿No aprenderéis a obedecer mis palabras?, dice Jehová. Fue firme la palabra de Jonadab, hijo de Recab, el cual mandó a sus hijos que no bebiesen vino, y no lo han bebido hasta hoy por obedecer el mandamiento de su padre. Yo os he hablado a vosotros desde temprano y sin cesar, y no me habéis obedecido. (16) Ciertamente los hijos de Jonadab, hijo de Recab, tuvieron por firme el mandamiento que les dio su padre. Pero este pueblo no me ha obedecido”.

Y ahora bajamos al 18: “Y dijo Jeremías a la familia de los recabitas: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Por cuanto obedeciste el mandamiento de Jonadab vuestro padre, y guardaste todos sus mandamientos, e hiciste conforme a todas las cosas que os mandó. Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: No faltará de Jonadab, hijo de Recab, un varón que esté en mi presencia todos los días”.

¡Qué promesa maravillosa! Os termino de contar la historia de los recabitas. Aquí vemos que se les prometió bendición, que su linaje no se extinguiría. Pues en la actualidad hay recabitas en Yemen y en Mesopotamia. Literalmente, el Señor les dijo: “No faltará un hombre que siempre esté de pie delante de mí”. Una promesa poderosa.

Nos cuenta la Biblia, en Nehemías 3:14 que un recabita, llamado Malquías, fue quien reparó las puertas del muladar. Por eso sabemos que sobrevivieron al exilio de 70 años y regresaron al país para ser parte de la reconstrucción. Es más, en el siglo XIX, el doctor Joseph Wolff, misionero anglicano, en el año 1828, estuvo dos semanas con los recabitas en Yemen, al sur de Arabia Saudí. Al convivir con ellos, dio testimonio de que aún conservaban sus costumbres de pueblo nómada, que no plantaba viña, que tenía ganado, que no bebía vino ni licor. Eran unas 60.000 personas. Ellos renunciaron al sedentarismo y decidieron que una vida simple, sin echar raíces, como peregrinos y extranjeros, era su destino.

 

Tres virtudes de los hijos de Recab

¿Qué aprendemos de los recabitas? Aquí van tres cualidades.

 

1.- Obediencia.

Obedecieron la palabra de su padre Jonadab, hijo de Recab. Una obediencia plena. Tuvieron por firme el mandamiento de su padre. Es decir, lo consideraron actual, aunque quizás otros pueblos no lo hacían. Para otros aquella vida nómada estaba pasada de moda o no lo acababan de entender, pero ellos tuvieron por firme el mandato de su padre. Lo tuvieron por vigente y necesario porque era la instrucción de Dios para ellos. Y abrazaron ese mandamiento. Obedecieron todo el mandamiento. Su obediencia era radical y plena. Por eso, el Señor los puso como ejemplo para todo Israel. Así como los recabitas obedecían la palabra de su padre Jonadab, así le gustaría al Señor que Israel le obedeciera.

Pues bien, para subir al carro del propósito de Dios el Señor demanda de nosotros también obediencia. Que su instrucción sea para nosotros un estilo de vida. El Señor demanda de nosotros que tengamos por firme o actual sus mandamientos y sus principios.

Los principios del Reino de Dios nunca pasan de moda, aunque los pueblos se burlen de ellos. Aunque los hombres digan que todo eso está anticuado, que todo eso no tiene ningún valor, ningún sentido. Nosotros sabemos que en la Palabra de nuestro Padre está nuestra preservación y nuestra felicidad; está nuestra fortaleza, nuestra bendición, y nuestra prosperidad. Es el manual de instrucciones de nuestro Creador. Es lo que nos va a permitir navegar y no naufragar, en medio de las aguas turbulentas de este mundo. El Señor pide de nosotros obediencia.

- Obediencia, a los jóvenes: que no tengan una pareja en yugo desigual; que no tengan sexo antes de matrimonio; que no piensen en el aborto como una opción.

- Obediencia de casarnos y ser fieles hasta el fin; y tener matrimonios de pacto.

- Obediencia a su Palabra: Vivir en verdad y en integridad. Ser gente que “aún jurando en perjuicio propio, no miente”.

- Obediencia a los principios de Dios en nuestras finanzas, en nuestra economía. Que estemos dispuestos a renunciar a trabajos si eso supone dejar de congregarnos. Que estemos dispuestos a renunciar a dinero mal habido, a formas de ganarnos la vida que atentan contra la Palabra del Señor. Porque el diablo va a venir a ofrecernos vino, a tentarnos para que dejemos el mandamiento, para que dejemos nuestra obediencia. No vendamos nuestros principios por nada.

La obediencia a la Palabra de Dios será la bendición, lo que nos dará largura de días. El mandamiento dice: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días sean largos en la tierra y te vaya bien” (Deuteronomio 5:16). Serán largas nuestras vidas, si honramos a Dios como nuestro Padre, y nos irá bien. ¡Nos irá bien! No solamente tendremos largos días, además, nos irá bien. “Decid al justo que le irá bien” (Isaías 3:10). Si honramos a nuestro Padre.

¿Qué es honrar a Dios? Honrar a Dios es obedecerle de corazón. Como los recabitas. No ceder ni un milímetro en sus principios. Sus principios no han cambiado, no han pasado de moda.

“Saber cuál es la voluntad del Señor es el conocimiento más grande. Cumplir la voluntad del Señor es el mayor logro”. Pr. George Washington Truett.

 

2.- No olvidaron su historia. Honraron el legado de sus antepasados.

Para un país y sus habitantes resulta muy difícil evolucionar y construir un futuro mejor si no conocen su historia en profundidad. Esta afirmación está reflejada en la famosa frase: “Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”, atribuida por unos, al poeta y filósofo estadounidense, de origen español, Jorge Santayana, y por otros a Nicolás Avellaneda (abogado, periodista, político y presidente de Argentina entre 1874 y 1880).

Un problema de los seres humanos es que olvidamos nuestra historia. Quizás, una de las pobrezas más grandes de este tiempo es la falta de conocimiento histórico. ¿Cómo reparar este agujero cultural si no hay una concienzuda educación en la materia de historia? Sin embargo, las nuevas leyes de educación quieren que los jóvenes en bachillerato aprendan la historia desde la Constitución de Cádiz (1812).

Yo he vivido en Bolivia y hay una pobreza muy grande a la hora de conocer la historia mundial. Y eso es una forma de manipular a la población, al ignorar las grandes lecciones que nos ha dejado la historia.

Después de 21 siglos de Humanidad hay cosas que ya debemos saber, cosas que ya deberíamos tener claras. Pero el hombre repite la historia:

- Estamos al borde de la Tercera Guerra Mundial. ¿No hemos aprendido nada de la primera y de la segunda?

- Estamos destruyendo nuestro planeta por la codicia, por el amor a las riquezas. ¿No hemos aprendido nada? Unos tienen mucho, otros mueren de hambre.

- ¿No hemos aprendido de los días de la esclavitud? Sigue habiendo esclavos, esclavos modernos, hoy en día.

- Hay cada vez menos lectura. No se lee. Nos informamos con Twitter en 150 caracteres. Leemos libros de entretenimiento y nos falta cultura, nos falta ir a los clásicos, nos falta exponernos a grandes pensadores. Tener un corazón que siempre está en un deseo de ser cultivado.

Bebamos la sabiduría que nos brinda la historia. Cada pueblo tiene su historia. Y esa historia ha costado mucho. Quizás es una historia escrita con sangre, de generaciones pasadas que han conquistado democracia y que han conquistado el bienestar con sudor, con sangre, con sacrificio... Hemos de valorar nuestra historia. “El pueblo que ignora su historia está condenado a repetirla”.

Hay un legado que tenemos nosotros también. Yo quiero honrar ese legado. Debemos recordar nuestra historia. E incluso cada congregación tenemos una historia. Debemos conocerla. Debemos honrar el legado que hemos recibido de nuestros pastores. Acordarnos, como dice Hebreos capítulo 13, verso 7, de la fe de nuestros pastores e imitar su conducta. Acordarnos del camino por el que el Señor nos ha conducido (Deuteronomio 8). Que avancemos sobre esa base; que construyamos sobre esa base.

Una nueva generación no tiene por qué empezar de cero. No tiene por qué volver a aprender sola, sino que suma; toma lo que le ha aportado la generación pasada, y la pasada y la anterior, y debe ir más allá y ser mejor que sus padres.

 

3.- Lo tercero que aprendemos de los recabitas fue su lealtad.

Una lealtad probada y aprobada. Una lealtad que fue recompensada. Solo los leales se suben al carro del servicio. ¿Quieres que Dios te use? Sé fiel. ¿Quieres que Dios te monto en el carro de su propósito? Ten un corazón recto como el de Jonadab.

Mantente firme. Ellos se mantuvieron firmes y el Señor les promete: “Siempre habrá un hombre de pie delante de mí de los recabitas”. Y así lo ha cumplido el Señor hasta el día de hoy. Mantengámonos firmes, seamos leales a Dios y Él nos promete que siempre habrá siervos y siervas de nosotros como pueblo; hijos e hijas de Dios, en pie en medio de este mundo, porque esa es la bendición del Señor, porque es el Señor el que nos sostiene.

Salmos 54:4: “He aquí, Dios es el que me ayuda; El Señor está con los que sostienen mi vida”.

Salmos 16:8: “Al Señor he puesto continuamente delante de mí; porque está a mi diestra, permaneceré firme”.

Por eso no vamos a caer, como dice el salmo, el Señor está mi mano derecha y es el que me mantiene firme y por eso no caeré.

 

Fijémonos en la promesa: No faltaría varón a los recabitas que esté en su presencia todos los días. El Señor lo subió al carro de su presencia. Muchos habían abandonado a Dios en días de Jeremías. Vivían una vida de pecado o de incredulidad o de idolatría. Pero en esos días el Señor encuentra este remanente leal. Y él los subió al carro de su presencia. “No faltará quien esté en mi presencia todos los días”.

Para el tiempo que está por venir. Necesitamos esta dignidad de los recabitas. Obediencia, en primer lugar. En segundo lugar, ellos supieron honrar el legado de sus antepasados y no olvidaron su historia. En tercer lugar, su lealtad inamovible, probada y aprobada, que fue recompensada por el Señor.

Como los recabitas, aprendamos a vivir en tiendas. A vivir de una forma sencilla. A darle valor a lo que realmente tiene valor. No estoy diciendo por eso que no puedas tener una hipoteca, una casa, una empresa, un dinero en el banco… Pero tu corazón no puede estar ahí. Todo eso tienes que administrarlo entendiendo que es de Dios y que por encima de todo le sirves al Señor.

El Señor nos llama en su palabra “peregrinos y extranjeros”. Porque no somos de esta tierra, somos de otra tierra.

Los hijos de Recab, los que se suben al carro del propósito de Dios, de las guerras de Dios, del servir a Dios. Son los que tienen estas virtudes: obediencia plena; no olvidar nuestra historia y honrar nuestro legado; una lealtad probada; le servimos como familia; y una vida sencilla de peregrinos y extranjeros.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Soliloquios - Los hijos de Recab