Oigo a Dios decir: “No retrocedas”
Avanzamos por fe, a veces la victoria es no ceder terreno… y retroceder puede convertirse en nuestra tumba.
20 DE FEBRERO DE 2022 · 08:00
He oído al Señor que hablaba a mi corazón: “No retrocedas”. Además, este mensaje es para todos y plenamente bíblico; necesitamos recibirlo: “Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Hebreos 10:38-39).
Uno de los riesgos en la vida del cristiano es retroceder en el Camino después de que hemos decidido tomar nuestra cruz y seguir a Cristo. ¿Qué cosas nos pueden hacer retroceder? Unas líneas más abajo intentaré responder a esta pregunta; por lo pronto, querría dejar unos principios relacionados con el retroceso del cristiano.
Avanzamos por fe
El primer principio se deriva de nuestro texto base. Avanzamos por la fe, de ahí que la incredulidad o abandonar la fe siempre equivale a retroceso. Por esta razón el apóstol dice, al final de su carrera, que haber guardado la fe hasta el final era toda una victoria (2 Timoteo 4:7): “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe”.
Acabo de cumplir cuarenta y cuatro años y estoy desde los dieciséis en Cristo; son casi treinta años caminando con Jesús en los que he comprobado en mi propia experiencia el peligro real de retroceder dejando la fe o, simplemente, por mirar atrás. Jesús nos insta a acordarnos de la mujer Lot para que no miremos atrás (Lucas 17:32). Además, he visto cómo muchos cristianos se desviaban del buen camino o volvían a “Ciudad Perdición” (en el lenguaje de El Progreso del Peregrino, de Juan Bunyan) o se quedaban adormecidos en “la feria de las vanidades”.
Son pertinentes las palabras de Pablo en Filipenses 3:12-14: … sigo adelante a fin de hacer mía esa perfección para la cual Cristo Jesús primeramente me hizo suyo. No, amados hermanos, no lo he logrado, pero me concentro únicamente en esto: olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús (NTV).
Por otra parte, el apóstol Pedro advirtió sobre aquellos que vuelven atrás con términos muy gráficos: “Les ha sucedido a ellos según el proverbio verdadero: El perro vuelve a su propio vómito, y: La puerca lavada, vuelve a revolcarse en el cieno” (2 Pedro 2:22). Y añade: “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero” (2 Pedro 2:20). Siempre que volvemos atrás en la fe experimentamos un “postrer estado” lamentable.
Donde retrocedes puede convertirse en tu tumba
Ahora bien, si hay una historia en la que aprendemos sobre no volver atrás es la de aquel joven varón que tuvo que profetizar contra el altar de Betel, altar levantado en un espíritu de idolatría por el rey Jeroboam. A este hombre de Dios se le ordenó lo siguiente: “Porque así me está ordenado por palabra de Jehová, diciendo: No comas pan, ni bebas agua, ni regreses por el camino que fueres” (1ª Reyes 13:9-10).
Sin embargo, tras cumplir la misión que el Señor le encomendó, el joven profeta fue engañado por otro profeta viejo y dejando de lado su instrucción acabó retornando a Betel. ¿Resultado? En este caso el “postrer estado” fue su muerte. Leemos cómo un león lo atacó y fue enterrado en el lugar en el que Dios le había ordenado que ni siquiera se detuviera a comer o beber agua. El resto de la historia está en 1 Reyes 13.
De este relato aprendemos que hay dos cosas que nos quieren hacer retroceder: una es el rey Jeroboam, quien representa el pecado y el mundo; otra es el viejo profeta, que vendría a ser la religiosidad o lo que fue de Dios, pero ya no tiene la gloria de Dios. Por otra parte, resulta muy llamativo que allí a donde retrocedes se puede convertir en tu tumba ministerial; ya sea el mundo o el sistema religioso. Leíamos en Hebreos 10:38: “Y si retrocediere, no agradará a mi alma”. El joven profeta, cuando perdió el agrado de Dios perdió el respaldo celestial. Todo por su retroceso en el camino.
No ceder terreno también es una victoria
Que Dios nos dé el valor de aquellos soldados del ejército de David, Eleazar y Sama, quienes lograron grandes victorias, el uno por incursionar contra los filisteos y el otro por defender un terreno de lentejas. Eleazar avanzó venciendo filisteos en una gesta tan extrema que, según nos revela el relato de Samuel y Crónicas, “su mano se cansó y quedó pegada a la espada”. Declaran que fue una gran victoria y que el pueblo, que había huido de la batalla, finalmente avanzó, juntamente con Eleazar, para recoger el botín.
El otro ‘valiente de David’, Sama, no avanzó, sin embargo, tampoco retrocedió. Sama sencillamente guardó su posición, es decir, no cedió el terreno al cuidar aquel campo de lentejas. No retroceder, como en esta ocasión, o defender una oposición, también es una gran victoria que el Señor nos quiere dar.
Oigo a Dios decir: “¡No retrocedas!”. No retrocedamos en nuestros valores. No retrocedamos en la santidad. No retrocedamos en el evangelismo. No retrocedamos en nuestra confianza. No cedamos posiciones en cuanto a ofrendar y ser generosos. No perdamos el terreno ganado en nuestro servicio. Cuidemos el ‘campo de lentejas’ de nuestro carácter o madurez.
Llegados a este punto del soliloquio abordaré la pregunta:
¿Qué fuerzas nos quieren hacer retroceder?
1º Nuestra naturaleza de pecado, o la carne, nos quiere hacer retroceder:
Un día en la carne, es decir, viviendo como simples hombres y mujeres naturales, sin dar lugar al Espíritu en nuestro caminar, puede suponer un retroceso muy peligroso. Quizás es la jornada en la que tomas una decisión precipitada; o en la que gritas a alguien y se daña una relación; o en la que dejas de hacer algo que era importante en el plan de Dios para ti o tu familia. En cierto sentido, cada noche dormimos con nuestro peor enemigo, nuestro yo carnal; y nos hará retroceder a no ser que lo llevemos a la cruz, juntamente con Cristo.
La pregunta a los Gálatas sigue siendo oportuna: “¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?” (Gálatas 3:3)
2º El legalismo y fariseísmo también nos quieren hacer retroceder:
Pablo, en la epístola a los Gálatas, dice que no cedió ante los judaizantes para no sacrificar la libertad del evangelio (Gálatas 2:3-5). Tristemente, la historia del cristianismo desde el siglo tercero consistió en un trágico retroceso hacia la religiosidad y el sincretismo. Por eso fue necesaria una Reforma. En nuestra vida como cristianos haremos bien en mantener una renovación continua a fin de no caer en el estancamiento religioso, que es otra forma de ir hacia atrás.
3º El sistema mundano y babilónico nos quieren hacer retroceder:
En el libro de Ester hallamos una historia de no retroceso, especialmente representada en la valentía de Mardoqueo: “Cuando Amán vio que Mardoqueo no se inclinaba ni se postraba ante él, Amán se llenó de furor” (Ester 3:5). Esta negativa del judío a postrarse ante aquel asesino, similar a la valentía de los jóvenes hebreos que no se postraban delante de la imagen (Daniel 2), dio lugar a la acción del poder de Dios para salvar al pueblo hebreo.
No cedamos en nuestros derechos y libertades. Lo que hemos logrado por siglos está peligrando gravemente ya que en este tiempo de relativismo y experimentos sociales se intentan desterrar los valores judeocristianos. Por ejemplo, a la hora de educar a los hijos en las verdades de la Biblia o de anunciar nuestro mensaje abiertamente, si no defendemos nuestro territorio legítimo acabaremos retrocediendo en cuanto a la capacidad de ser cristianos libremente o de evangelizar en público, y dejaremos un mundo lleno de opresión a las siguientes generaciones.
El juicio en Dinamarca a Päivi Räsänen es una muestra de la lucha para no retroceder en el derecho a la libertad religiosa, de expresión y de conciencia. Hasta cierto punto, un enfrentamiento similar al de Rosa Parks, quien tuvo que mantenerse firme ante la presión social y de las autoridades del momento. El carácter de mujeres como Räsänen o Parks se ha convertido en ‘un ánimo al no retroceso’.
Me inspira la historia de Parks, llamada “primera dama de los derechos civiles”, que decidió no dejar su asiento del bus a un blanco, simplemente por ser una mujer de color, porque estaba cansada de retroceder en su dignidad como persona. En sus propias palabras: “No tenía idea de que se estaba haciendo historia. Sólo estaba cansada de rendirme. De alguna manera, sentí que lo que hice era lo correcto al enfrentar al conductor. No pensé en las consecuencias. Sabía que podría haber sido linchada, maltratada, o golpeada cuando llegó la policía. Decidí no moverme, porque era lo correcto. Cuando tomé la decisión, supe que tenía la fuerza de Dios y de mis antepasados conmigo” (Parks, cit. en Bush, 2013:90).
Parks vino a ser un icono del movimiento de derechos civiles. Este suceso dio paso a más protestas contra otras prácticas todavía vigentes en el transporte público, hasta que, en 1956, la lucha judicial contra la ley segregacionista de Montgomery y Alabama llegó finalmente a la Corte Suprema de los Estados Unidos, que declaró inconstitucional la segregación en el transporte.
4º Satanás nos quiere tentar para hacernos retroceder:
Satanás es el adversario, como su propio nombre indica. A Jesús, en el desierto, lo quiso hacer retroceder ofreciéndole un atajo o un avance exprés: “Todo esto te daré si postrándote me adoras”. Esa es una trampa usual que también hemos de enfrentar cada uno de nosotros. En algún punto de nuestro caminar llegará el tentador para bloquear el camino y con su fuerza diabólica intentará que demos marcha atrás. No obstante, si esto no funciona, nos querrá desviar de la ruta del Padre presentándonos un camino ilícito o un atajo por el que será todo más fácil o más rápido. En dilemas de esa clase recordemos el principio basado en Jeremías 7.24: Avanzar en desobediencia equivale a retroceder.
“Mas ellos no escucharon ni inclinaron su oído, sino que anduvieron en sus propias deliberaciones y en la terquedad de su malvado corazón, y fueron hacia atrás y no hacia adelante” (Jeremías 7:24)
Como no podía ser de otra manera, nuestro Maestro hizo retroceder a Satanás en el desierto con aquellas poderosas palabras: Entonces Jesús le dijo: ¡Vete, Satanás! Porque escrito está: «Al Señor tu Dios adorarás, y solo a Él servirás» (Mateo 4:10).
5º Hay gente que te quiere hacer retroceder:
Tristemente, siempre ha habido y habrá personas que se interponen entre tú y tu avance. A veces, con la mejor intención, como Pedro cuando le dijo a Jesús que tuviese cuidado de sí mismo y que jamás le aconteciese tal cosa, que acabara su vida en una cruz. El Señor fue muy radical al reprender a Pedro y llamarlo “Satanás”, es decir, enemigo o adversario. Literalmente le dijo: “¡Ponte detrás de mí!” (Mateo 16:23). Me imagino a Jesús, en la escena de Mateo 16, avanzando para dejar atrás el mal consejo de su discípulo, porque nada impediría su misión en la cruz.
Dios quiera que nosotros también tengamos esa santa obstinación, de seguir hacia adelante con valor, de manera que cualquier obstáculo lo salvemos y quede a nuestra espalda; señal de que hemos avanzado.
Por último, oigo a Dios decir: ¡Avanza!
La mejor forma de no retroceder es avanzar. ¡Avancemos! El escritor de Hebreos invita a sus lectores a madurar usando esta expresión, “avancemos”.
Dejando las enseñanzas elementales acerca de Cristo, avancemos hacia la madurez (Hebreos 6:1).
La pregunta aquí sería, ¿cómo avanzar? Recuerdo una anécdota de la biografía del misionero canadiense, Jonathan Goforth, poco después de haber llegado a la China. Se cuenta que Hudson Taylor le escribió: “Hace diez años que nuestra misión se esfuerza por entrar al sur de la provincia de Henan y solamente ahora lo hemos conseguido… Hermano, si usted quiere entrar en esa provincia, debe avanzar de rodillas”.
Las palabras de Taylor, “avanzar de rodillas”, se convirtieron en el lema de la misión de Goforth para entrar al sur de Henan. Que sean, igualmente, un lema para cada uno de nosotros.
Cada vez que nos cueste avanzar, doblemos las rodillas. Es la forma en la que Jesús encontró la fuerza necesaria en el Getsemaní, cuando casi desfallece, para seguir avanzando hacia la cruz del Calvario.
Hay un poder indescriptible en la oración humilde, arrodillados ante el Trono de la Gracia, para avanzar y no retroceder. Estoy seguro de que ya lo has experimentado, pero si no es así te animo a comprobarlo. Avanza con valor y paso firme, y en el día en el que no puedas continuar, avanza de rodillas. Aunque vayas lento estarás más cerca del Cielo.
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