¿Un Dios ilimitado tiene límites?

Si queremos un Dios políticamente correcto, que cambia de parecer, inventémosle y démosle nombre; porque ese no es el Dios de la Biblia.

14 DE MARZO DE 2021 · 08:00

Alexander Andrews, Unsplash,universo, galaxias
Alexander Andrews, Unsplash

Los límites de un Dios ilimitado (1)

Quiero hablar en algunos soliloquios sobre cómo es Dios. Y os confieso que siento que apenas lo estoy conociendo. Él es inabarcable; excede a todo conocimiento; Dios es un misterio que se revela poco a poco y que durante toda la eternidad iremos conociendo.

Para nosotros es difícil: somos seres unipersonales; el Creador es trino, tres personas en uno. Somos seres mortales, finitos, a los que Dios ha dado inmortalidad; pero Él es eterno, infinito. Sin embargo, “esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Cuando conocemos a Dios algo pasa; nos enamoramos de Él y su luz disipa nuestras tinieblas.

Dice en Job 11:7, “¿Descubrirás tú las profundidades de Dios? ¿Descubrirás los límites del Todopoderoso?”. Evidentemente, la respuesta es ‘no’. No podemos descubrir las profundidades de un Dios inconmensurable, inescrutable; un Dios que no somos capaces de abarcar, de comprender, de aprehender. Es imposible, para nosotros, el descubrir los límites del Todopoderoso, porque Él es ilimitado. Entonces, este es un buen punto de partida: reconocer que en parte conocemos; que ahora vemos como en un espejo y un día lo veremos cara a cara. “Porque ahora vemos por un espejo, veladamente, pero entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido” (1 Corintios 13:12).

Hoy estaba hablando con mi esposa, Vanessa, acerca de inquietudes; preguntas sobre la eternidad, sobre cómo serán algunas cosas allí. Por ejemplo, qué hará el Señor con personas que nunca han oído claramente el Evangelio y mueren; y estábamos preguntándonos por todo esto de la salvación, de la vida eterna; y, de repente, hemos dicho: “¡Eso, Fernando, ya lo sabe!”. Fernando es mi suegro y el que fue mi pastor. Para él, estas cuestiones ya no son un misterio, porque los que han fallecido y están con el Señor ya saben muchas verdades sobre las que ahora especulamos. Y nos consoló el hecho de que no nos falta tanto; nos falta solo un poquito (hablando relativamente del tiempo) para que algunas cosas que ahora vemos como por espejo las veamos cara a cara; para que conozcamos como hemos sido conocidos.

Yo creo que partir con la humildad de que todos estamos descubriendo a Dios, y quitarnos el calzado de los pies ante un Dios santo, es un buen comienzo a la hora de acercarnos a Él. Pero, por otra parte, es muy importante que sepamos que hay algunos límites que tiene un Dios ilimitado. ¿Un Dios ilimitado tiene límites? Claro que sí. Y aproximarnos a los límites de Dios es fundamental para conocer mejor al Señor.

Los límites de Dios tienen que ver con dos aspectos. Primero, con su propio carácter. Su forma de ser limita su actuar. Él es omnipotente y puede hacer todas las cosas, pero hay muchas cosas que Él no hace por su naturaleza o su carácter; por cómo es Él. Esto hace que un Dios ilimitado se limite a sí mismo. En segundo lugar, Él ha establecido unos principios, unas leyes, que Él mismo no viola, porque si lo hiciese dejaría de ser justo o dejaría de ser un Dios eterno, constante en sus principios. Al contradecirse a sí mismo ya no sería un Dios de principios y de verdad.

Entonces, en los límites que Dios se ha puesto a sí mismo, descubrimos cómo es Él y los principios o leyes que rigen la historia de su Creación, es decir, la relación de Dios con su Creación.

Ahora, no pretendo, ni mucho menos, tocar en profundidad estos temas, porque son sumamente trascendentales. Vamos a analizar, de forma sencilla, siete límites; siete cosas que Dios no puede hacer, aunque es ilimitado y todopoderoso. Esta semana serán dos límites de nuestro gran Dios ilimitado.

 

Primer límite: Dios no puede mentir

Dios no puede mentir. El padre de la mentira es el Diablo y, cuando él miente, de su propia naturaleza está haciéndolo (Juan 8:44). Pero Dios es el Padre de la verdad. Él es la verdad y no puede mentir. Por lo tanto, Él no llamará a lo bueno malo y a lo malo bueno (Isaías 5:20). Él no puede entrar en una especie de relativismo y cambiar de acuerdo a las modas.

Hoy estamos en un tiempo en el que todo parece variable y que cambia dependiendo de culturas, ambientes, momentos, estados de ánimo... El colmo es que hay gente que dice que su identidad sexual es líquida, y que hay una etapa de su vida en la que pueden sentirse hombre, mientras que en otra mujer. Si no tenemos claro lo que somos ¿podremos ver con claridad el resto de los asuntos importantes de la vida?

El contraste es que Dios es la Roca Eterna (Isaías 26:4). Un Fiel Refugio. Él es y será el gran Yo soy. Siempre será el mismo; en Él no hay sombra de variedad (Santiago 1:17). Y por eso, por su naturaleza inmutable, ha dejado verdades como absolutos. Imagina que tuviésemos un Dios que nos ama hoy y nos odia mañana; que le da la espalda a la Tierra hoy y mañana la quiere bendecir. Diríamos: “A ver cómo amanece Dios”. Pero no. Podemos tener la seguridad de que Dios no cambia.

En relación con esto leemos en Números 23:19: “Dios no es hombre, por lo tanto, no miente. Él no es humano, por lo tanto, no cambia de parecer. ¿Acaso alguna vez habló sin actuar? ¿Alguna vez prometió sin cumplir?”. Si Él promete y no cumple, estaría fallando a su palabra. Sin embargo, Él cumple sus promesas.

Cuando afirmamos que Dios nos puede mentir, entonces, siempre vamos a encontrar la verdad en Él, la luz de todas las cosas. Si nos preguntamos sobre cualquier tema, en Él está la luz. El Señor no vende su verdad; Él no queda bien con nadie. No falta a su palabra. Le dice al hombre la verdad, y la verdad nos hace libres (Juan 8:32). Nos enfrenta a nuestra verdad, a nuestra condición, y a partir de esa verdad él puede ayudarnos. Dios se convierte en un espejo donde siempre encontramos verdad. En Él no hay mentira. Y tenemos su libro, la Biblia, que es el libro de la verdad.

Si queremos un Dios políticamente correcto, que cambia de parecer, que queda bien con todos, debemos inventarnos a ese dios y ponerle algún nombre. No es Jesucristo. No es el Dios de la Biblia. Él es verdad. Eso sí, verdad con amor. Con misericordia y verdad corrige al pecador (Proverbios 16:6). Pero la verdad es un límite en su proceder y en su forma de relacionarse con el hombre. Y también debe ser un límite para cada uno de nosotros.

 

2º límite: Dios no puede forzar la voluntad del ser humano o decidir por él

Un límite que es muy importante. Es un principio de Dios; una ley. Hemos hablado de que Dios es verdad. Este es su carácter. Aquí, en cambio, se nos revela un principio que Dios estableció. Esta ley está basada, por ejemplo, en el Salmo 115:16. “Los cielos son los cielos del Señor. Pero la tierra la ha dado a los hijos de los hombres”. ¿Qué quiere decir eso? Que Dios le ha dado autoridad al hombre en la Tierra, y que hay cosas que Él no va a hacer por los hombres.

Pensad un momento conmigo. Hay un sinvergüenza que está abusando de un niño. Si yo fuera Dios lo fulminaría al instante. Si yo fuera Dios mandaría a un ángel que acabaría con ese criminal al instante, porque es terrible lo que está haciendo. Pero Dios es justo. Si Dios lo hace así y detiene ese acto de maldad, impidiendo el sufrimiento de este niño, ¿por qué, entonces, no impide que Paco, que está en la barra del bar, y se está emborrachando, y que va a llegar a casa y va a maltratar a María, por qué no impide el sufrimiento en el caso de Paco igualmente? Se me ocurre que Paco, de repente, tenga asco por el alcohol; o que le fulmine un rayo. Y seguimos...

Entonces, si actúa así a favor del niño y lo hace a favor de esta familia, impidiendo que Paco beba, ¿por qué no manda un ángel que se ponga delante de los terroristas que van a estrellar su furgón contra un grupo de personas en Francia? Y, en adelante, Dios lo hace en un caso y en otro caso... Por esta regla, de no hacer acepción de personas, ya lo tendría que seguir haciendo en todos los incidentes trágicos; debe impedir el sufrimiento en el mundo, para todos los hombres. De manera que, lo que Dios está logrando, realmente, es limitar la voluntad del hombre. Impedir que el hombre sea libre y decida por sí mismo. El hombre, por lo tanto, sería una especie de marioneta o de esclavo en manos de Dios. Quizás, tengo libertad para algunas cosas, pero en cualquier momento, si voy a hacer algo incorrecto, que me daña a mí o a otros, el Señor me lo prohibiría. Yo ya no sería completamente libre ni plenamente responsable de mi propia vida. Podría pensar: “Voy a ir con mi coche a 150 Km/h, porque si tengo un accidente Dios va a mandar un ángel que me salvará o va a hacer algo para salvar a otros de mi exceso de velocidad”. Pero lo que Dios dice es: “No, no... Para un momento, Juan Carlos. Yo tengo que establecer unos principios. Por cómo Yo soy... Y por respetar la voluntad del hombre. Tengo que establecer unos principios”, dice Dios. “Los Cielos son míos. La tierra se la he dado a los hijos de los hombres. Vosotros decidís qué vais a hacer con vuestra libertad; cómo usaréis vuestra voluntad... Debéis tomar, cada uno, responsabilidad”.

Ahora bien, eso no implica que Dios no obra. Claro que obra. Por ejemplo, Él constantemente llama a los hombres a actuar con sabiduría. Cada día ayuda a las personas que sufren. Constantemente intenta que su creación más amada, los seres humanos, se vuelva a Él.

Todo el mal de la Humanidad comenzó, precisamente, porque respetó la voluntad del ser humano, pues cuando creó al hombre y a la mujer puso un árbol y les dijo que si en algún momento querían romper la relación con Él solo tenían que comer del árbol. Además, lo colocó en el centro de Edén, junto al árbol de la vida. ¿Qué era eso? Le estaba diciendo al hombre: “A pesar de que Yo te he hecho sin pecado, perfecto, si lo deseas puedes escoger pecar”.

Es lo que la Biblia llama, en 2ª Tesalonicenses 2:7, “el misterio de la iniquidad”. ¿Cómo puede ser que, en un cielo perfecto, en uno de los ángeles más preciosos y más sabios, la iniquidad fue hallada? Lucifer corrompió su sabiduría. Y si Dios sabía que Lucifer se iba a revelar, ¿por qué no hizo que desapareciera Lucifer, sin dejar rastro? Además, dado que es omnipotente, hubiese podido borrar de la memoria de los otros ángeles lo de la existencia de Luzbel; así, el problemita de Lucifer hubiese quedado como un error en el sistema, que se elimina, y nunca hubiésemos sabido nada más del asunto.

No fue así. Dios tiene límites en su proceder. Más bien, les dio libertad a todos los ángeles; y dejó que Lucifer murmurara y pusiese duda en los ángeles, para que decidieran si querían rebelarse o querían seguir siendo fieles. El misterio de la iniquidad: Dios no detuvo el pecado. Por el contrario, en esto del pecado mostró el colmo de su amor, de su misericordia, el colmo de su paciencia y bondad. Esto que parece para mal, lo usa para darse a conocer como Salvador y Dios de amor. Preparó a Jesús como el redentor y lo entregó para sanar la fractura ocasionada por el pecado.

En el Edén vemos de nuevo el misterio de la iniquidad, ya que el hombre caminaba con Dios, paseaba con Dios; un hombre y una mujer que eran amigos de Dios; sin embargo, se dejaron engañar por una serpiente. Y Dios lo sabía. Pero Dios les deja la puerta abierta, como diciendo, “si en algún momento quieres comer de ese árbol y tomar otro camino, ahí tienes el árbol”. Tal es el amor que Dios le ha dado al hombre que Él se limitó a sí mismo y no hizo un ser que solamente puede ser bueno, siempre bueno, y que no tiene otra opción. Hizo un hombre y mujer capaces de decidir, de ser libres, de elegir si querían ir por el buen camino o por el mal camino.

Igual sucedió con Caín. En el momento en el que iba a matar a su hermano, el Señor no apareció para detener su mano. Simplemente, le advirtió de que el pecado estaba a la puerta y lo codiciaba.

“Tú debes dominarlo” (Génesis 4:7). Es como si le hubiese dicho: “Yo no puedo tomar la decisión por ti... Tú tienes que ver qué haces con el pecado”. Y, tristemente, se produjo el primer homicidio en la tierra. En ese caso fratricidio.

Entonces, Dios, en lugar de impedir, como nosotros pensamos, el sufrimiento, lo que hace es llamar a los hombres a que se reconcilien, para que ya no haya muerte ni abusos de niños ni más injusticia. Él nos va a ayudar a escoger el bien, pero nunca tomará la decisión por nosotros.

Salmo 115:16: “Los cielos son los cielos del Señor. Pero la tierra la ha dado a los hijos de los hombres”. Así que, Dios respeta las decisiones de los gobiernos y las decisiones de las familias y de cada uno de nosotros. Si explotan o no explotan esa bomba. Si quieren entrar o no quieren entrar en guerra. Si acaban divorciándose o van a luchar por su matrimonio... Por supuesto, hay ángeles que están ayudándonos. Y Dios siempre se ocupa en sanar a personas que han sido dañadas, y desea vendar las heridas del sufrimiento.

Estamos ante un quebradero de cabeza para muchos. ¿Por qué Dios permite el sufrimiento? Pero las implicaciones de la respuesta son profundas. ¿Y si impidiera el sufrimiento? ¿Querríamos un mundo donde no hay opción de hacer otra cosa que no sea el bien? Entonces diríamos que Dios es un tirano y que, realmente, no somos libres.

La próxima semana seguiré con otros límites de un Dios ilimitado.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Soliloquios - ¿Un Dios ilimitado tiene límites?