Soledad interactiva y otras posmodernidades
No vamos a ser posmodernos, porque el cristiano tiene su cultura propia del reino de Dios; pero sí podemos tener una sensibilidad posmoderna.
28 DE FEBRERO DE 2021 · 08:00

La posmodernidad y sus peligros (3)
Hemos llegado al tercer y último artículo sobre la posmodernidad y sus peligros. Fiel a la estructura de los soliloquios anteriores quiero comenzar hablando un poco de lo que es la posmodernidad y después analizar brevemente dos nuevos peligros para, en un espíritu eminentemente práctico, plantear respuestas bíblicas. No pretendo perderme en una suerte de divagación filosófica, sino que estas líneas sean útiles al lector. Los dos peligros que abordaré son: la Infancia Mediática y las Soledades Interactivas.
Premodernidad, modernidad y posmodernidad
Cuando hablamos de posmodernidad no podemos ignorar la evidencia de que hay regiones del mundo que están ancladas en la cultura de la era premoderna o aún en plena modernidad. Como dice Jaume Llenas1, presidente del comité del Movimiento de Lausana en España, “la posmodernidad es un fenómeno casi totalmente occidental, aunque sus efectos no dejan de hacerse notar en otros lugares del mundo. Sin embargo, en los países árabes o en muchos países africanos o asiáticos su influencia es escasa o casi nula. Con todo, la influencia de la posmodernidad no deja de crecer de año en año”.
La pluma precisa de Jaume nos ayudará a describir el fenómeno de la posmodernidad, ya que necesitamos entender lo que ha pasado en las últimas décadas de la historia humana.
Llenas1, en Liderazgo y posmodernidad, explica cómo durante las épocas históricas podemos distinguir tres sistemas culturales: la cultura tradicional, la cultura moderna y la cultura posmoderna.
- La cultura tradicional, también llamada premoderna, está basada en aquello que la tradición dicta. La frase preferida de este sistema cultural es: “siempre se ha hecho así”.
- Entre los siglos XV y XVI se produce el primer gran cambio cultural hacia la modernidad. La pauta de la cultura moderna es lo científico, la razón, la medida de todo es el ser humano. La frase preferida es: “está científicamente demostrado". La modernidad ha durado en Europa 500 años, pero hacia finales del siglo pasado comenzó a dar muestras de debilidad. Entonces, llega un nuevo sistema cultural, la posmodernidad.
- “La posmodernidad”, escribe Jaume, “surge por la decepción de la modernidad”, y esta nueva cultura propugna que “la razón no es la respuesta de todo; de hecho, es imposible que el ser humano llegue a saber lo que es verdad, porque la verdad objetiva no existe”. Esta es una de las grandes características, según Llenas, de la posmodernidad: “Las verdades que existen son verdades particulares, personales, locales... Lo que es verdad para mí no tiene por qué serlo para el otro; es mi verdad y no tengo derecho a imponérsela a nadie más; casi no tengo ni derecho a proponérsela. Es un acto de presunción presuponer que yo tengo la verdad y el otro no”.
La otra gran característica del hombre posmoderno, en la tesis de Liderazgo y posmodernidad, es juzgar como aceptables todos los estilos de vida, en tanto que no hagan daño a los otros: “No creen que nadie, y menos Dios, tenga el derecho de fijar las normas con las que hemos de vivir”.
Sin embargo, en la exposición de Llenas, somos alentados, pues también se destaca cómo en la posmodernidad hay una mayor sensibilidad espiritual que se expresa en la búsqueda de guías espirituales, en una “espiritualidad experimental, mucho menos teórica” y en la necesidad de pertenencia a una comunidad o grupo, siempre que este no sea un grupo de control. Por eso Jaume defiende que es el tiempo de un liderazgo “de ejemplo y no coercitivo” y de exponer la verdad del Evangelio en el marco de una relación continuada de amistad: “No necesariamente los posmodernos van a rechazar la Escritura”; pero debemos “huir de una aproximación que es solo doctrinal”.
Sirva de ejemplo el de la predicación, con una sensibilidad hacia el hombre posmoderno: “Las Escrituras tienen aspectos que son muy prácticos para problemas prácticos. Muchas veces hemos huido de temas que a la gente le preocupan. Casi nunca se predica en la iglesia sobre trabajo, por ejemplo. Estamos acostumbrados a hacer mensajes relacionados con la vida de la iglesia. La iglesia mirando hacia su interior. Debemos recuperar la costumbre de Jesús de ser contadores de historias. De historias de la vida diaria. Eso no implica ser menos profundos; implica tener otra aproximación a los temas”.
No puedo estar más de acuerdo con Jaume. No vamos a ser posmodernos, porque el cristiano tiene una cultura propia, la del reino de Dios, y una cosmovisión alternativa, la de Jesús; pero sí que podemos tener una sensibilidad posmoderna y “expresar el evangelio eterno en términos comprensibles para la gente de hoy en día”.
Coincido, a su vez, con Francisco Mira2 al afirmar que se ha producido “un cambio de paradigma, de la modernidad a la posmodernidad”, y en que no deja de ser “un desafío para la fe cristiana” que debe ser analizado con seriedad. Solo así podremos “salir airosos de esta nueva situación y mantener la relevancia del mensaje cristiano”.
Pues, dentro del análisis, es necesario hablar de estos dos peligros relacionados con las nuevas tecnologías y ser muy intencionales en cuanto a responder ante ellos: la Infancia Mediática y las Soledades Interactivas.
La Infancia Mediática
Para cualquier joven o adolescente la telefonía móvil, la navegación por Internet, o la televisión digital son experiencias cotidianas y no excepcionales. Para la infancia y juventud de la actualidad las TIC no solo se han convertido en su experiencia diaria, sino que es una seña de identidad generacional. Son generaciones nacidas ya y socializadas bajo las tecnologías digitales.
Buckingham3 denomina su infancia como "infancia mediática" y lo justifica al declarar que los niños del mundo industrializado pasan hoy más tiempo en compañía de los medios que en la de sus padres, profesores o amigos. En consecuencia, muchos infantes se crían en un ambiente caracterizado por no tener ningún hermano con quien jugar o, como mucho uno, y en un entorno vital caracterizado por el asfalto. Por ello las distintas máquinas -Tv, videojuegos, smartphone o Pc- se convierten en el “amigo” con quien jugar en el hogar.
Frente a los procesos tradicionales de socialización cultural de los niños, a través del contacto en intercambio con otros iguales o adultos, actualmente este proceso se desarrolla a través de una doble vía: por una parte, la representada por interacción con humanos, y por la otra, por el conjunto de experiencias de interacción con múltiples medios y recursos tecnológicos.
Y no podemos abstraernos de esta realidad; huir a una especie de isla para estar incomunicados y allí criar a nuestros hijos. ¿Qué haremos más tarde con ellos? ¿Los introduciremos al mundo “a lo tarzán"? La respuesta es evidente: fomentar la socialización en el contacto directo del mundo natural, aunque, sin olvidar que somos parte, la mayoría de los mortales, de una gran “Pangea electrónica”, como diría Guzmán5, “que es capaz de unir todos los puntos geográficos de la Tierra, salvando las fronteras físicas de las naciones y las distancias mensurables de la toponimia”. Han de saber vivir y relacionarse en ese otro entorno virtual.
Sin embargo, el mundo virtual o los dispositivos electrónicos no han de convertirse en una especie de niñera digital que haga las veces de ludoteca, abuela o cuidadora, mientras que nosotros seguimos con nuestras vidas, súper ocupados y acelerados.
Cada vez hay menos niños. Y, aunque la nueva generación siempre ha sido importante, ahora, si cabe, más todavía. En ellos debemos depositar nuestra esperanza de un mundo mejor, y han de ser ellos nuestra prioridad a la hora de poner todo el empeño en saberlos cuidar y educar para un siglo XXI sumamente complejo.
En este sentido, la labor de los padres y tutores es doble: instrucción y protección. Los acompañamos en el viaje de la infancia a la adolescencia, de la adolescencia a la juventud y de la juventud a la adultez, fomentando el desarrollo de sus habilidades personales, relacionales, laborales y marciales, pues la batalla cultural y moral es ineludible para todo hombre y mujer de bien.
El ejemplo que nos viene como anillo al dedo es el de Timoteo. Timoteo fue educado con esmero por su madre y su abuela y, a pesar de estar entre dos mundos y dos culturas -la judía y la griega, ya que era de padre griego y madre hebrea-, no naufragó en cuanto a la formación de su personalidad, sino que llegó a ser un hombre de Dios, con un carácter sobresaliente, de manera que se convirtió en una bendición para su ciudad, su iglesia y, posteriormente, para las naciones, junto al apóstol Pablo.
Pero, de fondo, estuvo el trabajo certero de Loida y Eunice: “Me acuerdo de tu fe sincera, pues tú tienes la misma fe, de la que primero estuvieron llenas tu abuela Loida y tu madre, Eunice, y sé que esa fe sigue firme en ti” (2 Timoteo 1:5).
Loida y Eunice estuvieron llenas de fe y la supieron transmitir a su vástago. La infancia de Timoteo no fue mediática, sino bíblica. La palabra de Dios marcó su camino y fue guía para su carácter: “Tú, sin embargo, persiste en las cosas que has aprendido y de las cuales te convenciste, sabiendo de quiénes las has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:14-17).
Creamos que nuestro testimonio de fe, como educadores cristianos, y nuestra siembra de la palabra en el corazón de la nueva generación no será en vano; traerá una cosecha de hombres y mujeres de Dios, equipados para las buenas obras que se deben emprender en la era posmoderna.
Las Soledades Interactivas
Este sería el otro peligro de la posmodernidad. El concepto es del sociólogo de la Comunicación, Dominique Wolton6, director de investigaciones del Centre National de Recherche Scientifique.
Dice Wolton: “Con Internet, hemos entrado en lo que yo llamo la era de las soledades interactivas. En una sociedad donde los individuos se han liberado de todas las reglas y obligaciones, la prueba de que hay soledad real es la dolorosa evidencia de la inmensa dificultad que existe para entrar en contacto con los demás. El símbolo de esta suma de las soledades interactivas se ve en la obsesión creciente de muchos por estar localizables... Vemos dibujarse extrañas angustias en ellos, como no recibir bastantes llamadas ... No sólo la multiconexión no garantiza una mejor comunicación, sino que, además, deja intacta la cuestión del paso de la comunicación técnica a la comunicación humana".
En definitiva, para el francés, podemos estar hiperconectados en la Red o a través de las nuevas tecnologías y, al mismo tiempo, tener dificultades para entablar una conversación con nuestros vecinos: “Efectivamente, siempre llega un momento en que es preciso apagar las máquinas y hablar con alguien. Todas las competencias que tenemos con las tecnologías no conllevan para nada una competencia en las relaciones humanas”.
¡Cuántos solitarios interactivos hay a nuestro alrededor! Muchos se aíslan y no son capaces de mantener relaciones auténticas, de valor, trascendentes... En la era de la hiperactividad y de la hiperconexión podemos morir desconectados de todos y desconectados del Creador.
¿Cómo recuperar la conexión?
Creo que las voces de maestros y guías posmodernos dirían “conócete a ti mismo” o “autodescubrimiento”, como el principio para saber relacionarte y conectar con los demás. Y muchos están ocupados en eso, buscando su centro o su eneatipo. Una tarea muy complicada, porque parte de la gran torpeza del ser humano –tradicional, moderno o de este siglo XXI- que es desconectar su historia de un maravilloso origen, cuando fuimos creados en el seno del amor del Creador.
Al reconciliarnos con nuestro origen y con nuestro Dios, al entender el sentido de esas palabras, “de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo Unigénito” (Juan 3:16), podemos conectarnos con nuestro Padre, entender nuestro valor e identidad en Él -que nunca estamos solos- y conectar con los otros, dándoles la importancia debida, esto es, que ellos también son amados y únicos, y son un milagro a todas luces.
Un toque de sanidad necesita nuestra vista. Una vez un ciego, en el proceso de ser curado por Jesús, dijo: “veo a los hombres como árboles” (Marcos 8:24). Quizás también nosotros veamos a los demás como árboles; porque hay muchos hombres y son solo uno más; o porque simplemente son un árbol del que me sirvo para tomar su fruto. Pero Jesús volvió a tocar al ciego: “Entonces Jesús puso otra vez las manos sobre sus ojos, y él miró fijamente y fue restaurado; y lo veía todo con claridad” (Marcos 8:25). El toque de Jesús, el amor de Jesús, una relación personal con él hará que me descubra a mí mismo como un milagro y que vea a los que me rodean con claridad, reconociendo que no son algo, son alguien; y, ya sea en una sana relación online o en un contacto offline, son mis hermanos, mis prójimos, a los que puedo amar.
1. LLENAS, Jaume (2015). Liderazgo y postmodernidad. Barcelona: Andamio.
2. MIRA, Francisco (2015). Introducción a la obra de Jaume Llenas y Charles E. Hummel. En: LLENAS, Jaume. Liderazgo y postmodernidad. Barcelona: Andamio.
3. AREA MOREIRA, Manuel (2009). Tecnologías digitales y multialfabetización. En: BALLESTA PAGÁN, Javier. Educar para los medios en una sociedad multicultural. Barcelona: Editorial Davinci.
4. CASTELLS, M. (2001). Lección inaugural del programa de doctorado sobre la sociedad de la información y el conocimiento.
5. GUZMÁN, M.D. (2001): Internet: de la Pangea electrónica al onanismo digital. En: Correa, R.I. La sociedad mesmerizada. Huelva: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Huelva.
6. WOLTON, Dominique (2000). Las nuevas tecnologías, el individuo y la sociedad. En: Internet ¿y después? Barcelona: Gedisa.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Soliloquios - Soledad interactiva y otras posmodernidades