Juicio y misericordia

Sé que si soy misericordioso, aunque reciba ingratitud de las personas, Dios me dará una bendición especial.

Roberto Tinoco

09 DE AGOSTO DE 2019 · 10:00

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Johnny McClung, Unsplash

Hacer el bien suele traer el bien en consecuencia; pero no siempre sucede así. La ingratitud también es parte de los seres de carne. Por ello, Jesús enseña la recompensa especial a los misericordiosos. El propósito es evitar el desaliento de aquellos que han sido mal correspondidos por sus semejantes.

¿Te rompieron el corazón? Dios puede darte uno nuevo. ¿No recibiste lo que esperabas ante una buena acción? La paga final vendrá de Dios. Mantén la esperanza.

Cuando el Maestro dijo alcanzarán misericordia, aunque incluye la misericordia de los semejantes, claramente hace referencia más directa a la misericordia divina, ya que no siempre en este mundo se paga bien por bien.

Por algo el verbo apunta al futuro: alcanzarán. Por ejemplo, el apóstol Pablo hace referencia a un piadoso hombre llamado Onésimo, quien se caracterizó por hacer el bien, y especificó su recompensa hacia el día final:

Tenga el  Señor  misericordia  de  la  casa  de Onésimo, porque muchas veces me confortó, y no se avergonzó de mis cadenas, sino que cuando estuvo en Roma, me buscó  solícitamente y me halló.  Concédale el Señor que halle misericordia                cerca del Señor en aquél día… (2 Tim. 1:16-18)

¿Lo viste? Misericordia en aquel día. Y misericordia cerca del Señor. Recompensa del cielo para quien la tierra no tiene suficiente con qué corresponder. Esperanza futura para quien el presente no es lo más alto. Misericordia divina en el juicio final a quien tuvo misericordia con su prójimo mientras estuvo en la tierra.

Todo creyente debe erguirse cual Onésimo haciendo misericordia no avergonzándose de sus hermanos en sus aflicciones; entonces hallará la bondad divina igualmente proporcional.

Y lo inverso también es cierto: Porque juicio sin misericordia se hará con aquél que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio (Stg. 2:13)

Para aquellos que al escuchar la palabra juicio corren como insectos ante la luz, el juicio no sólo es castigo de lo malo, sino también es recompensa por lo bueno.

Dios es bueno y justo, maravilloso. Y paga bien, generosa y magnánimamente bien. Por ello es que la misericordia triunfa sobre el juicio; no anulando la justicia, pues de ninguna manera Dios será injusto ni tendrá por inocente al culpable; pero sí permitiendo que la recompensa sea mayor aun, lo mismo que la compasión y el perdón.

¿Tuviste padres con defectos? ¿Cometían sus errores? Seguramente sí, ¿quién no? Pero a pesar de sus defectos los amabas. ¿Verdad? Pasaste por alto esas características no tan agradables y la idiosincrasia propia de vivir en carne porque los amabas.

El amor cubre multitud de pecados (1 Pedro 4:8).

Y si fuiste de aquellos que tuvieron que sufrir el maltrato por parte de los seres queridos, lo cual dejó cicatrices en tu alma, ¿qué otra queda, sino seguir adelante? El amor se sobrepone.

¡ Inmensamente felices los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia!

Alcanzar suena diferente a recibir; es una virtud activa, no pasiva. Un premio, un pago por algo realizado; y no la acción inerte de ser solo depositario. El que recibe solo necesita confianza; pero el que alcanza requiere pasión y dedicación. En otras bienaventuranzas se dice que recibirán, pero en esta ley de felicidad dice que alcanzarán; es ganárselo, un presupuesto a favor con dividendos por la inversión puesta en dicha cuenta de fe y bondad.

Como alcanzar el tren o el vuelo de avión, tuviste que esforzarte para lograrlo. Tu corriste, tu te esforzaste, tu hiciste los preparativos necesarios para tener el boleto de avión, así como los trámites de embarque y demás acciones para llegar a tiempo al vuelo.

Como alcanzar el pase al próximo año en la carrera universitaria, la graduación tiene su sacrificio. Tu estudiaste. Tu te preparaste. Tu asististe a clases. Y tu fuiste responsable con las obligaciones estudiantiles. Eres tu el aprobado porque eres tu quien se ganó su graduación y pase al siguiente nivel de tu preparación académica.

Como alcanzar el home en el juego de beisbol, requirió entrenamiento. Tu estuviste día a día mejorando tus habilidades deportivas. Tu bateaste. Tu corriste. Tu presionaste tus miembros para alcanzar velocidad y tu también te barriste en home para lograr la carrera.

Así, aunque la salvación es un regalo por creer en Jesús (en donde el hombre recibe); alcanzar la gloria prometida como parte de los premios y galardones, propia de la recompensa en la eternidad, conlleva tener misericordia. En aquel día te sentirás inmensamente feliz de haber sido compasivo con otros.

Mientras llega ese día, puedes vivir feliz de saber que tu cuenta eterna sigue aumentando; feliz de saber que nadie puede robar tu tesoro, no se devaluará ni se corromperá. Está reservado para ti por haber amado y servido. ¡Alégrate! ¡Tu galardón es grande en los cielos!

Dicho sea de paso, no todos recibiremos igual recompensa; sino que la obra de cada uno será juzgada y cada quien recibirá de acuerdo a lo que haya hecho mientras estaba en el cuero, tanto bueno como de mala calidad. De manera que alguno puede ser salvo en cuanto a librarse de la condenación eterna y aun así perder la recompensa adicional que el Señor había prometido.

La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa (1 Cor. 3:13-14).

Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo (2 Cor. 5:10).

Nota que se trata del tribunal de Cristo, y que lo que estará siendo juzgado no es el alma del creyente en el sentido de si es o no salvo; sino las obras del mismo para definir el grado de pago o bendiciones que le han de ser otorgadas por su servicio a Dios mientras aún vivía en este mundo.

Con esta esperanza podemos ser felices aunque de momento las cosas en este mundo no estén funcionando como esperábamos. Incluso podemos cambiar nuestro momento aquí y ahora con la pasión de saber que lo que hagamos en el presente redundará en nuestra posición y condición eterna. ¡A sonreír y a servir que el cielo con sus riquezas y bondades nos está esperando!

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - sin definir - Juicio y misericordia