El Diluvio: covid-19 y el arca de Noé

Tal vez la paloma venga pronto con la rama de olivo en su pico y nos anuncie el fin de la desgracia.

    24 DE ABRIL DE 2020 · 08:00

    Greg Nunes, Unsplash,arcoiris
    Greg Nunes, Unsplash

    La versión más antigua sobre un diluvio universal la podemos encontrar en la Mesopotamia y particularmente en la historia de Utnapishtim (dentro del Poema de Gilgamesh) escrito aproximadamente en el 2100 a. C.

    Similar relato es narrado en tablillas sumerias muy antiguas de la ciudad de Ur, en un relato de origen acadio, titulado Atrahasis, que relata desde la creación hasta el diluvio universal e incluso se encuentra probada arqueológicamente una gran inundación en la ciudad de Shurupak (antigua ciudad sumeria ubicada a 200 km al sureste de la actual Bagdad) y que ha sido datada mediante el método del radiocarbono hacia 2900 a. C.

    El libro de Génesis nos dice que “El Señor vio la magnitud de la maldad humana en la tierra y que todo lo que la gente pensaba o imaginaba era siempre y totalmente malo”. (Gn.6:5) y en el Nuevo Testamento nos recuerda que en los días de Noé “la gente disfrutaba de banquetes, fiestas y casamientos, hasta el momento en que Noé entró en su barco y llegó el diluvio y los destruyó a todos”. (Lucas 17:27)

    La Pandemia del Covid-19 me recuerda un poco esta historia donde la maldad, el egoísmo, la preocupación centrada en cosas vanas, la exaltación de lo superficial en lugar de lo esencial, la carrera vertiginosa y desenfrenada de una sociedad sin rumbo, deriva en una catástrofe donde perece casi todo y sólo se salva un hombre y su familia, además de una muestra de biodiversidad especialmente resguardada.

    Esta pandemia como si fuera una inundación, nos obliga a refugiarnos en nuestra casa, en nuestro hogar, en nuestra arca. Con los que más queremos y con lo que más deseamos resguardar. Es un imperativo ponernos a salvo de la catástrofe y buscar en nuestro interior para revisar y repensar nuestra carrera, nuestra conducta, nuestras prioridades. Para reflexionar, para arrepentirnos y para decididamente rectificar nuestro camino abandonando el mal, el individualismo, la insensibilidad por los otros, la comodidad y la búsqueda del auto placer permanente.

    Nos obliga a valorar lo importante y necesariamente a descartar lo urgente. Nos anima a justipreciar cabalmente el valor de la familia, de los afectos, de los seres que -estando lejos o cerca- queremos y nos hace bien cultivar debidamente esa relación. Nos motiva a preocuparnos y ocuparnos del otro, del prójimo, de quien nos necesita. Debemos ponernos en el lugar del otro y con el otro.

    Nos interpela a pensar en la naturaleza, en la creación, en el resto de los seres vivos y su hábitat, en los escenarios donde se desarrolla la vida.

    La realidad nos obliga a ser realmente auténticos y desnuda las verdaderas intenciones y motivaciones, destruyendo con facilidad las apariencias.

    Esta epidemia, así como las aguas del diluvio, seguramente barrerá mucha suciedad que se acumuló por demasiado tiempo, tanto en la sociedad como en el interior de cada uno de nosotros. Y nos limpiará de liderazgos que se sostenían sólo en mentiras, en engaños y en apariencias. Y nos librará de relaciones que sólo existían por intereses e intenciones deshonestas.

    Y seguramente al pasar esta experiencia nos dejará más auténticos, más libres y entonces más felices.

    Tal vez no falte mucho para que esta calamidad comience a quedar atrás, que las aguas comiencen a bajar. Tal vez la paloma venga pronto con la rama de olivo en su pico y nos anuncie el fin de la desgracia.

    Tal vez pronto podamos abrir la puerta del arca y volver al mundo. Ese mundo, seguramente será distinto y esperemos que distintos seamos nosotros. Que habiendo renunciado a la maldad, hayamos experimentado la sanidad interior así como la tierra experimentó su sanidad.

    Y pudiendo salir de nuestro hogar hagamos visitas, demos esos abrazos, sanemos esas heridas, pidamos esos perdones, brindemos ese afecto.

    Que como Noé, andemos en íntima relación con Dios y Él nos encuentre justos. Aprovechemos la oportunidad que tenemos de reconstruir un mundo mejor.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - La singular pluralidad - El Diluvio: covid-19 y el arca de Noé

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