La verdadera Pascua y el verdadero Cordero de Dios
Juan 19.31–37: piernas quebradas, costado traspasado y profecías mesiánicas.
31 DE AGOSTO DE 2025 · 08:00
Era el día de preparación para el sábado, así que no podía quedar ningún cuerpo en la cruz ese día (un día particularmente sagrado ese año). Los judíos pidieron a Pilato que les quebrara las piernas a los condenados para acelerar su muerte y poder retirar los cuerpos.
Así que los soldados le quebraron las piernas al primer hombre crucificado con Jesús, y luego al otro. Al acercarse a Jesús, vieron que ya estaba muerto, así que no le quebraron las piernas. Uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y de la herida brotó sangre y agua.
Un testigo ocular de estas cosas ha dado un relato preciso. Él mismo lo vio y dice la verdad para que ustedes también crean.
Esto también confirmó la Escritura: «No se le quebró ni un hueso». Este otro pasaje también: «Mirarán al que traspasaron». (19. 31-37 MSG)
El texto explica aquí varias cuestiones. Pero hay algunas cuestiones que resaltar. La Pascua judía (Pésaj) no caía siempre en sábado. Hasta en la actualidad es una festividad que comienza en el día 15 del mes de Nisán del calendario judío y puede caer en cualquier día de la semana.
Si bien el Pésaj incluye dos "días santos" o "grandes sábados" que son días de descanso del trabajo, estos no siempre coinciden con el Sábado semanal judío.
Por documentos de la época e incluso se han encontrado algunos restos de crucificados, la idea de la tortura romana no era que mueran rápidamente, sino todo lo contrario, ellos querían que los condenados tuvieran una muerte lenta y dolorosa, e incluso luego de muertos solían dejar los cuerpos allí, desnudos, colgados, y venían aves de rapiña a comer los cuerpos.
Pero cuando Jesús murió, la Pascua coincidía con el sábado semanal. Los líderes judíos pidieron romper las piernas de los crucificados y retirar los cuerpos para que estos no quedaran expuestos en la cruz durante el sábado, ya que era un día solemne de fiesta, y no querían profanarlo con cuerpos colgantes. La práctica de quebrar las piernas aceleraba la muerte por asfixia, que era el proceso natural de la crucifixión.
Y esto me hace pensar en algunas cuestiones referente a la hipocresía del ser humano. En Asunción, capital de mi país, estamos acostumbrados a que en cada semáforo haya personas indigentes, limpiando vidrios, vendiendo golosinas, o pidiendo dinero. Cerca de la Estación de Buses, en la zona donde vivo, hay muchas personas nativas (pueblos originarios) pidiendo dinero en los semáforos. Cuando se está por realizar un evento internacional donde vienen visitas de otros países, misteriosamente, no hay nadie en los semáforos. Toda la gente pobre desaparece. Y lo que sabemos es que los llevan a algún cuartel del ejército, les dan comida y lugar para dormir, y cuando los visitantes se van, todo vuelve a la normalidad.
Evidentemente no podrían llevar a los crucificados a un cuartel romano, entonces lo más fácil, era que les quiebren las piernas y “asunto solucionado”. Cuánta hipocresía de estos líderes religiosos. Parece que nunca habían leído Isaías 58, ni tampoco el libro de Amós. No les importaba en absoluto el sufrimiento de la gente. Lo único que les interesaba era que la religión siguiera funcionando sin interrupciones, no para dar gloria a Dios, sino para dar gloria a su religión, y seguramente, esperaban que mucho dinero ingrese de los fieles durante esos días.
He leído diferentes posturas referentes al agua y sangre que salió del costado de Jesús, clavado por una lanza. Recordemos que en Getsemaní también había sudado gotas de sangre. Algunos dan una explicación relacionada a cuestiones naturales del organismo, otros hablan de símbolos teológicos como el agua del bautismo y el vino de la comunión.
La verdad que no estoy seguro si realmente existe un simbolismo o si fue simplemente anecdótico.
Sí, está claro, que estaba profetizado que no quebrarían las piernas de Jesús, como tampoco se debían quebrar los huesos de los corderos pascuales. El relato del Éxodo, en el capítulo 12, especifica la prohibición de quebrar los huesos del cordero pascual (Éx 12.46).
Eugene H. Petersen tradujo Salmos 34. 20 de esta manera: “Él es tu guardaespaldas, que protege cada uno de tus huesos; ni siquiera un dedo será roto”. (MSG)
Usaré una ilustración más. En época de la dictadura militar en América Latina, y específicamente en mi país, era casi normal que los sospechosos de ser “comunistas” eran detenidos y torturados. Esa tortura era tan bárbara, que algunos morían allí mismo. Metían a los detenidos en una pileta llena de residuos fecales, usaban picanas eléctricas, y un sinfín de otros métodos. Mis padres tenían unos amigos que eran dueños de un colegio, y el profesor, un doctor en educación, fue llevado al calabozo y torturado. Y los torturadores llamaban por teléfono a la esposa para que escuchara los gritos de su esposo. Y la que murió fue la esposa de un ataque cardíaco.
A lo que voy es a lo siguiente. No necesariamente Jesús murió por las torturas recibidas, ni por estar colgado en la cruz. El podría haber vivido mucho más colgado, pero el peso del pecado de todos nosotros fue lo que se lo llevó rápidamente. En realidad su humanidad murió, no su divinidad, aunque para mi es sumamente complejo de entender qué pasó con la divinidad de Jesús durante la muerte de su cuerpo físico.
Podemos especular mucho sobre eso, pero la Biblia no entra en muchos detalles sobre eso.
Y aquí prefiero no hacer muchas preguntas sobre el contexto en general. Había un pastor amigo que predicaba que la fiesta más grande de toda la historia humana, la celebraron Satanás y todos sus ángeles aquel viernes de noche. Bueno, podría ser… Pero no sabemos. En todo caso, de haberse producido pronto esa fiesta iba a terminar.
Y aquí termino por hoy. Bendiciones y ¡hasta la próxima!
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Pytheos - La verdadera Pascua y el verdadero Cordero de Dios