Tercer intento de Pilato por zafarse (Juan 19.4-7)

Recordamos que esta es la quinta escena descrita por Juan entre Pilato, Jesús y la multitud. El evangelio dice:

Entonces Pilato salió de nuevo y les dijo: «Se lo traigo, pero quiero que sepan que no lo encuentro culpable de ningún delito». En ese momento salió Jesús, con la corona de espinas y el manto púrpura. Y Pilato anunció: «Aquí está: el Hombre».

Cuando los principales sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron frenéticamente: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!». Pilato respondió: «Crucifíquenlo ustedes. Yo no encuentro ningún delito en él».

Los judíos respondieron: «Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque afirmó ser el Hijo de Dios.» (4-7 MSG)

Ya se nota a Pilato harto de este juicio, y afirma por tercera vez que él no encuentra ningún delito cometido por Jesús. Jesús no era una amenaza para Roma.

Pilato podría decir como la doctora Polo. “¡Caso cerrado!”, pero una vez más no lo hizo, y vuelve a entrar en conversación con los hijos de maldad.

Pienso que esto nos trae una gran lección de comunicación. En algún momento de su ministerio Jesús dijo: "No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las huellen con sus patas, y volviéndose os despedacen".

A veces lo mejor es callarse la boca ante gente que está airada, fuera de sí, llenos de maldad como esta gente. No es que andemos llamando a todos los que no piensan igual a nosotros de perros y cerdos, pero la metáfora a veces resulta útil, por ejemplo en debates teológicos y doctrinales, donde personas empiezan a perder la cordura.

También Pilato, confunde las reglas establecidas, o dice esto sin pensarlo, e incita a la multitud a que lo lleven a Jesús y lo crucifiquen… pero eso estaba totalmente prohibido. Como dice un dicho, Pilato intenta “tirar la pelota a la otra cancha”.

La multitud estaba descontrolada, gritaban, seguramente levantaban polvo zapateando, escupiendo al piso, y hasta tal vez rompiendo sus vestiduras. Y ya Pilato parece que no está muy seguro de que hacer. Lo que más quería era que este juicio terminase pronto.

Y ahora vemos que, no sabemos el motivo, los dirigentes cambian la carátula al juicio de Jesús, de revolucionario, a hereje. Aquí estaba el tema que a ellos más les picaba, el tema de que un pobre Galileo, que ningún título honorífico tenía, no tenía ningún doctorado, un simple hijo de carpintero, de una familia pobre, pretendiera ser el Mesías. “Se hace pasar por Hijo de Dios”.

Ellos trajeron a Jesús ante Pilato, no esperando que él hiciera justicia, sino que hiciera lo que ellos estaban exigiendo. No les importaba Roma, y más adelante se verá que ellos mismos eran los que estaban planeando una revuelta contra el imperio.

En Juan 11. 49 al 52, se relata lo que ellos en realidad querían:

Entonces uno de ellos —Caifás, nombrado sumo sacerdote aquel año— dijo: «¿No lo ven? ¿No se dan cuenta de que es mejor que un hombre muera por el pueblo que que una nación entera sea destruida?». No lo dijo por iniciativa propia. Como sumo sacerdote aquel año, sin darse cuenta profetizó que Jesús estaba a punto de ser sacrificado por la nación; y no solo por la nación, sino para que todos los hijos de Dios dispersos se reunieran en un solo pueblo. (MSG).

Ellos estaban allí buscando lo suyo, sus intereses particulares. No aceptarían nunca que este Galileo les diga la verdad en su propia cara, y de que tanta gente lo estuviera siguiendo. Su gloria, su prestigio y su poder era más importante que la vida de ninguna persona.

No creo que Pilato entendiera todo este tema teológico, pero todo este tema le motivó a tener una última conversación a solas con Jesús. Pero eso lo veremos la semana que viene.

¡Bendiciones y hasta la próxima!