Cuando Dios eligió ser ‘no violento’ (Juan 18.1-11)
Jesús iba a ser detenido en el Monte de los Olivos, y Pedro cortó la oreja a un siervo. Pero Jesús le sanó.
18 DE MAYO DE 2025 · 08:00

Leemos el texto bíblico MSG: Después de orar esto, salió Jesús con sus discípulos y cruzó el torrente de Cedrón hasta un lugar donde había un huerto. Él y los discípulos entraron en el jardín.
Judas, el traidor, conocía el lugar, porque Jesús y sus discípulos iban allí con frecuencia. Entonces Judas condujo al huerto a los soldados romanos y a la guardia enviada por los principales sacerdotes y los fariseos. Llevaban linternas, antorchas y espadas.
Jesús, consciente de todo lo que iba a suceder, salió a su encuentro. Él dijo: "¿A quién persiguen?" Ellos respondieron: “De Jesús el Nazareno”.
Él dijo: «Soy yo». Los soldados dieron un paso atrás y cayeron desconcertados. En el grupo destacaba Judas, el traidor.
Jesús volvió a preguntar: «¿A quién buscan?» Ellos respondieron: “A Jesús el Nazareno».
«Ya dije que soy yo. Así que si me persiguen, dejen ir a los demás». (Esto confirmó las palabras de su oración: «De los que me diste, no he perdido ninguno»)
En aquel momento Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó e hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. El nombre del sirviente era Malco.
Pero Jesús le dijo a Pedro: «¡Guarda tu espada! ¿Acaso crees que no beberé la copa que el Padre me ha dado?»
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La idea central del texto aquí muestra a un Jesús intencional, decidido, obediente y pacifista.
A partir del capítulo 13 donde Jesús lava los pies de sus discípulos, el Señor está preparando a sus discípulos para este momento; y hasta el final del capítulo 17, con la oración sacerdotal por sus discípulos, constituye una unidad temática.
Ingresamos al clímax del evangelio de Juan, y Jesús va caminando a la cabeza del grupo de discípulos, van al huerto, donde solían ir, cruzan el torrente del Cedrón, que era un curso de agua que pasaba primeramente bajo del altar de sacrificios del templo. En esos días, miles de sacrificios hacían que el torrente tenga más sangre que agua, y esto lo ven, y huelen, Jesús y sus discípulos.
Ingresan al huerto, que tenía una entrada, tal vez estaba cercado o amurallado. Y era como si se pudiera “percibir integralmente” que la hora estaba llegando; más bien el texto indica que ya había llegado. Los otros evangelios relatan la oración de una hora en Getsemaní y los discípulos durmiendo, que no lo trata Juan
Al frente del grupo que va llegando está Judas, y llegan con antorchas, linternas y armas.
Vemos el contraste de un grupo, con Jesús, la luz del mundo al frente, y el otro grupo de policías con “linternitas”. No eran soldados romanos, así que las armas eran palos y algún tipo de cuchillos.
Vemos que Jesús se comunica, se identifica, “Yo soy”, y vemos al grupo “de las linternitas”, dar un paso hacia atrás, y algo interesante es que caen de espaldas. En Isaías 28 se identifica a falsos profetas con hablar tonterías que van y caen hacia atrás. En contraste los verdaderos profetas, siempre caen postrados, arrodillados o tumbados en el piso, pero hacia adelante.
Tal vez estos policías eran los mismos que en el capítulo 7 fueron enviados a detener a Jesús y no habían podido hacerlo, por las palabras de Jesús.
Vemos a Jesús con una voluntad de dar la cara. No había opción de escapar, aunque podría haberlo hecho. Solamente, con correr y llegar a un puesto de guardia romano, podría haber terminado con todo este tema.
Pero el plan de Dios era que, que aquí se definiera el destino de la humanidad, conforme al modelo que se mostró a Moisés y a Isaías, la hora, como lo dijo Juan el Bautista, en que el Cordero, el Verdadero Cordero de Dios, diera su vida para quitar el pecado del mundo.
Vemos también la ceguera espiritual de los discípulos, que aún no entendían lo que estaba pasando, por más de que Jesús dedicó días enteros a explicarles lo que pasaría. Nadie entendía de qué se trataba esto del “trago amargo”.
Slade (ps. 343, 344), indica que Pedro y los discípulos todavía anhelaban que Jesús llegara a establecerse como Rey de Israel.
Pedro tenía por lo menos algo de comprensión en cuanto a cómo servir a un rey tradicional, y la suficiente valentía para arriesgar su vida por este tipo de rey. Pero no entendía qué hacer con un monarca montado sobre un burrito, un rey que lavaba los pies a la gente, un rey que sirve, un rey que perdona, un rey que se entrega a sus enemigos.
El concepto de realeza que manejaba Pedro tenía más en común, no con el de Jesús, sino con el de Pilato.
Quizá sólo después de su propio fracaso y restauración sería posible que Pedro entendiera y aceptara la necesidad - su necesidad y la de todo ser humano - de un Rey y Dios perdonador, un Rey y Dios que se revela no en la espada sino en la cruz.
Finalizando, quiero reflexionar algunas líneas sobre la violencia de Pedro, la víctima (Malco) y la actitud de Jesús.
Pedro fue quien golpeó y cortó la oreja al siervo, que se llamaba Malco (traducción en griego Reynaldo). Lucas relata que Jesús curó la oreja de Malco.
Desde mi postura anabautista del pacifismo radical, veo en este texto una fuente interesante para el análisis teológico del tema. La teología cristiana dominante, lastimosamente ha dejado de lado las implicaciones pacifistas del mensaje del Nuevo Testamento.
La Biblia nos da señales contradictorias sobre la relación entre Dios y la violencia.
El término «pacifismo» implica un rechazo total a la participación en guerras y, por lo general, a otras formas de violencia.
Este texto analizado podría ser utilizado para crear en las personas la voluntad implícita de Jesús referente a la no violencia.
También podemos recordar lo que dice el texto de Mateo 26, relatando la misma historia:
Pero uno de los que estaban con Jesús sacó la espada e hirió a un siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja.
Pero Jesús respondió: «¡No! ¡Guarda tu espada! Quien use la espada morirá a causa de ella. ¿No te das cuenta de que podría invocar a mi Padre ahora mismo, y doce ejércitos de ángeles —y aún más si quisiera— vendrían a pelear por mí? Pero si lo hiciera, ¿cómo se cumplirían las Escrituras? Dicen que así debe ser».(Mt 26. 52-54)
Jesús encarna una visión amplia y profunda de la vida, profundamente pacifista.
La cruz de Jesús sirve de modelo para sus seguidores. En el centro de su enseñanza se encuentra el dicho, frecuentemente repetido: «Toma tu cruz y sígueme» y en el versículo de estudio de hoy «¡Guarda tu espada! ¿Acaso crees que no beberé la copa amarga que el Padre me ha dado?»”
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He preparado un breve video sobre esta reflexión en YouTube
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Pytheos - Cuando Dios eligió ser ‘no violento’ (Juan 18.1-11)