Muchos se van ofendidos: Jn 6:60-71
Las palabras de Jesús provocan ofensa y rechazo entre muchos.
24 DE SEPTIEMBRE DE 2023 · 08:00

Vamos llegando al final del capítulo 6 de Juan. Las palabras de Jesús provocaron ofensa y rechazo entre muchos, incluso pareciera que mucha gente que estuvo participando en la multiplicación de los panes y que querían ponerlo como rey eligen dejarlo. Aquí el texto los nombra como “sus discípulos” (6.60).
Pero ¿Qué fue lo que dijo Jesús que los ofendió tanto?
Posiblemente podría ser que algunos no aceptaron la divinidad de Jesús reflejada en sus palabras en el discurso de este capítulo. Pero concretamente lo que los alteró, era las referencias del Mesías al tema de la cruz.
El mensaje de Jesús no era el tema de consumir alimentos, sino de alinearse con el mensaje de Jesús y comprometerse con su persona. (Slade, 161).
Aquí recomiendo leer el Comentario Bíblico Iberoamericano, de Stan Slade, del evangelio de Juan; ediciones Kairós; pp. 160 a 162.
Y Slade señala:
A diferencia de muchos de los que trabajamos en el ministerio del evangelio, Jesús aparentemente no se atemorizaba frente a la posibilidad de que algunos (¡”muchos”! vv.60, 66) de sus seguidores lo abandonaran. Seguramente, los amaba a todos ellos y quería que todos llegaran a experimentar la vida eterna con él.
Sin embargo, reconocía que no todos creían (v. 64), pero no todos los seres humanos quieren “comenzar de nuevo” su vida (el precio de entrada al reino: 3.3,5).
Entendía que al fin de cuentas la reacción de la gente dependía no tanto de su atractivo (en nuestro momento histórico uno está tentado a decir “mercadeo”) como de la apertura de las personas al trabajo del Padre dentro de ellas mismas (vv. 45, 65).
La confianza que Jesús tenía, no en sus propios esfuerzos sino en la obra de Dios dentro de los seres humanos, le hizo posible insistir en el reto irreducible del evangelio y resistir la tentación de bajar sus exigencias para mantener un gran número de seguidores. (Slade, p. 161)
Palabras y comunicación
Analizando el discurso de Jesús, él comienza diciendo a la gente que ellos lo seguían por el pan, y que el pan en si mismo no sirve de mucho, para las realidades espirituales.
Jesús en todo el discurso desecha las prioridades que tenían las personas, lo que querían lograr, políticamente, económicamente y materialmente, y apunta a prioridades espirituales. Y apuntaba al sacrificio que se llevaría a cabo en la cruz, con su carne y su sangre.
Aquí, la gran pregunta es: ¿Creemos o no creemos en Jesús? ¿Entendemos o no entendemos sus palabras? ¿Quiénes se echan atrás y quiénes permanecen con él?
Pienso que también si fuéramos claros al compartir la hoja de ruta que marcó Jesús, también muchos se irían hoy en día. Y me pregunto, si nos hemos quedado ¿Qué fue lo que nos motivó a quedarnos con Jesús? Y cada uno debería preguntarse, ¿Por qué me he quedado?
Aquí vemos que Jesús no se enoja, no se irrita con los que se fueron; no pronuncia juicio contra esas personas, pero pregunta: ¿Te quieres ir también?
Aquí veo algo interesante. En unos versículos anteriores:
Todos los que el Padre me da vendrán a mí; y el que a mí viene no lo rechazo. Porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la del que me envió. Y esta es la voluntad del que me envió: que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el día final. (vv. 37-39)
No somos forzados a permanecer con Jesús. El mismo Jesús, habla de “que el que a mi viene no lo rechazo” o no le hecho afuera; Pero Jesús también da libertad de irse a los que eligen hacerlo.
Gracias a Dios, muchos también a través de la historia han elegido permanecer con Jesús. Se han comprometido con él y con su mensaje, con sus palabras.
Vemos que los que lo abandonaron en el texto, lo hicieron por una razón: Sus discípulos exclamaron: «Esta enseñanza es muy difícil; ¿quién puede aceptarla?». (v. 60)
Por otro lado, Jesús también dijo: Mi yugo es fácil y ligera mi carga.
Pienso que aquí está la clave de todo.
Muchos dejan a Jesús porque piensan que su enseñanza es difícil y complicada. Les es muy difícil aceptar una religión fácil y ligera que enseña Jesús. Jesús está enseñando del pan espiritual que bajó del cielo; y su mensaje es que cualquiera que con fe se acerca puede comer este pan sin trabajar. Y eso es lo complicado para muchos; no pueden entender una salvación de regalo. Ellos solo confían en una religión en la que puedo dar algo a cambio.
También vemos que no eran perfectos los que quedaron. Pedro, el que respondió: ¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios (vv.68 y 69); negó al Señor Jesús 3 veces, un tiempo después.
Y así es. No se trata de que los que se fueron eran unos “endemoniados”, y que los que se quedaron eran “perfectos”. No, incluso se quedó Judas, que entregaría al Señor.
Creo que mi principal interés aquí es a lo que se refiere Pedro: Tú tienes palabras de vida eterna.
Se quedaron con Jesús por sus palabras.
Y aquí hago una reflexión, sobre nuestras iglesias. En vano trabajaremos por levantar iglesias, si no hablamos las palabras de vida eterna de Jesús.
Uno de los mayores servicios que podemos realizar en la iglesia es poner la persona y las palabas (su mensaje) de Jesús al alcance de los hombres y mujeres de nuestros días. La gente no necesita escuchar nuestras palabras, sino las suyas. Solo ellas son espíritu y vida.
Y cómo lo señala Pagola:
Si muchos cristianos que se han ido alejando estos años de la iglesia conocieran directamente los evangelios, sentirían de nuevo aquello expresado un día por Pedro: Señor, ¡a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos.
Concluyo con un pensamiento de Slade:
De manera muy semejante a 1. 11-12, Juan combina la noticia de la deserción de “muchos” con la confesión de fe por parte de algunos. La confesión de Simón Pedro recoge lo medular del capítulo entero: “Tú tienes palabras de vida eterna” (v. 68).
Pedro reconoció el centro de lo que Jesús intentaba comunicarle a la multitud: el mensaje de Jesús era fuente de vida eterna.
Y los discípulos no sólo andaban detrás de su maestro, sino que “hemos creído, y sabemos” que Jesús era “el Santo de Dios”.
Reconocer a Jesús como el “santo”, al que Dios había apartado para el uso que él designaba, era admitir que estaba por encima de las expectativas que ellos habían tenido. Era una confesión de apertura a la nueva revelación en Jesús, y una confesión de compromiso con ella. (p. 162).
Esta sección creo que cada uno debería continuar analizándola. ¿Me voy? O ¿Me quedo? Y si me quedo ¿Por qué me quedo?
¿Qué lugar ocupan en mi vida las palabras de Jesús?
¿De qué manera estoy compartiendo con otros las palabras de vida eterna de Jesús?
Hasta aquí. Bendiciones y ¡hasta la próxima!
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Pytheos - Muchos se van ofendidos: Jn 6:60-71