1ª Pedro: llamados a anunciar
Anunciar la razón de nuestra fe, a Aquel que nos sacó de las tinieblas, el lenguaje de Jesús…
12 DE ENERO DE 2020 · 08:00

Cuando abrimos por primera vez la Carta de Pedro, se nos viene a la mente aquel discípulo que era uno de los primeros en hablar. Pedro siempre tomaba decisiones temerarias como ir rumbo a Jesús caminando sobre el agua en medio de una tormenta.
Para el momento en que Pedro escribe esta carta los convertidos de las primeras iglesias ya tuvieron grandes persecuciones. Pedro hace un llamado a tener una vida en unión con el Señor, testificando del evangelio con la vida toda y especialmente con las palabras.
Capítulo 1: ¿Cuánto valor tiene nuestra comunicación?
En el primer capítulo se nos habla de la esperanza viva que tenemos al nacer de nuevo, conociendo nuestra herencia. También nos habla del amor y el gozo que tenemos los que confiamos en el Señor.
La hierba se seca y la flor se cae, pero la palabra del Señor permanece para siempre (1.24) y recibimos las buenas noticias de Jesucristo, el evangelio (1.25). Quizá aquí Pedro pone el énfasis en que debiéramos hablar más de Cristo y menos de nosotros.
En el primer capítulo se compara la vida del creyente con el oro refinado (1.6-7), y más adelante señala que la sangre de Jesucristo más valiosa que el oro (1.18-19). Aquí podemos preguntarnos: ¿cuando hablamos, a qué cosas damos más valor?
Capítulo 2: comunicando como hijos del Rey
En el capítulo 2 Pedro presenta varios aspectos relacionados a la comunicación. Al mismo inicio se nos habla de abandonar la maldad, el engaño, hipocresía, envidias, y calumnias.
Luego Pedro usa la metáfora de Jesucristo como Piedra: Piedra Viva, Piedra escogida, Piedra preciosa, Piedra angular (2.4-8). Referente a los creyentes él nos llama: “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios” pero esta descripción va acompañada del llamado a “anunciar o proclamar las obras maravillosas de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable” (2.9)
A partir de 2.10 Pedro desarrolla una” teología del pueblo de Dios” y sus implicancias en nuestras vidas y en nuestra comunicación.
El autor señala la misericordia de Dios, por tanto debemos comunicar misericordia (2.10); Vivimos como peregrinos y extranjeros (2.11). Quizá esto debiera reflejarse en nuestra comunicación; estamos aquí, pero no somos de aquí; vivimos aquí pero no amontonamos cosas como si viviéramos eternamente aquí.
También debemos considerar que Pedro no nos llama a ser “un pequeño pueblo muy feliz” ni a tener un lenguaje inentendible para el resto de la gente. Ya veremos esto un poco más adelante.
Pedro habla de practicar el bien, el servicio, el respeto, la responsabilidad e incluso debemos aceptar si nos toca pasar por sufrimientos (2.13-25)
Capítulo 3: comunicando la razón de nuestra fe
En el capítulo 3 se nos llama a ser coherentes en nuestras palabras: Amor, Integridad y respeto, teniendo un espíritu suave y apacible, con actitudes de respeto, compartiendo penas y alegrías, compasivos y humildes; todo esto dentro de casa como fuera de casa; dentro de la iglesia y fuera de la iglesia (templo).
El que quiere una vida feliz “que refrene su lengua de hablar el mal y de proferir engaños” 3.10. Este versículo nos hace un llamado a ser y a hacer pacificadores. En este mundo de conflictos Dios te llama a ser un pacificador.
Algo importante es no olvidar el texto 3.15. Antes casi cada creyente lo sabía de memoria: “Estemos preparados para responder a todo el que nos pida razón de nuestra esperanza”
Hay una breve descripción de la comunicación de Jesús con sus perseguidores: “Cuando proferían insultos contra él, no replicaba con insultos; cuando padecía, no amenazaba, sino que se entregaba a aquel que juzga con justicia” (3.23)
Y en los versículos 24 y 25 hay una bella metáfora de ovejas perdidas que encuentran a su Pastor que nos recuerdan al Salmo 23 y a la parábola de la oveja perdida.
Capítulos 4 y 5: comunicándonos con el lenguaje de Jesucristo.
Finalizando su primera carta Pedro nos llama a vivir siguiendo el ejemplo de Cristo: Sirviendo como Cristo, Amando como Cristo, Conversando como Cristo, Siendo veraces como Cristo, Teniendo alegría frente a las pruebas como Cristo, Teniendo dominio propio como Cristo, Llenos de gracia y firmes en la fe como Cristo.
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