El carácter de la denuncia profética
La denuncia profética no debe ser presión para beneficios particulares, su única recompensa debe ser la restauración, el cambio, la justicia.
28 DE JULIO DE 2024 · 08:00

La iglesia, como agente gestor del Reino de Dios, tiene la responsabilidad de denunciar los males que se manifiestan en este mundo, al tiempo que anuncia la esperanza de una vida mejor aquí y ahora.
Cada día la sociedad se torna una estructura más compleja, lo que dificulta identificar con claridad y precisión el origen real de muchos de los problemas que confrontamos.
En este sentido, no es posible hacer una denuncia seria y orientada a dar solución a los problemas sino la enfocamos desde un marco estructural, con un discernimiento que apunte a las causas reales que originan los males.
Una denuncia enfocada en aspectos coyunturales o superficiales corre el riesgo de caer en el simplismo, o lo que es peor, puede llegar a encubrir, aunque ese no sea el propósito, la causa concreta de los males que pretende denunciar.
La iglesia no está llamada a ofrecer soluciones técnicas a los problemas de la sociedad, pero en su denuncia a los males, la iglesia requiere de herramientas que le permitan aproximarse a la comprensión de la causa de las dificultades para así orientar adecuadamente con un mensaje restaurador y edificante.
Esto obliga a que la denuncia profética que encarna la iglesia se ubique necesariamente entre la orientación técnica y lo apasionadamente pastoral y teológico. Sin la combinación de estos dos aspectos, la denuncia profética puede quedarse en lo panfletario y simplemente ruidoso.
Toda denuncia profética debe tener en su forma y contenido la vitalidad que se inspira en la búsqueda de la justicia. Su abordaje debe ser crítico y constructivo, y al mismo tiempo comprensivo y conciliador.
Debe dar las alternativas para reparar daños, para resarcir al despojado y oprimido, sin quitarle la oportunidad al opresor para que se arrepienta y deponga su accionar malvado.
Como se ha dicho en tantas ocasiones, la denuncia profética debe condenar el pecado y anunciar justicia y esperanza.
A pesar de que la denuncia profética debe ser realista y responsable, no debe ser portadora de pesimismo y derrota, sino que debe ser oportunidad y apertura para cambiar, para restablecer y construir relaciones más fraternales entre los seres humanos. Su aspiración debe ser afirmar la vida y anunciar esperanza, advertir y condenar los signos de muerte, pero siempre señalar senderos de esperanza.
La denuncia debe surgir de una espiritualidad sana, de una relación con Dios fresca y de un acercamiento a las Escrituras que nos permita escuchar al Señor. Se busca así humanizar el discurso en el propio gesto de la encarnación e identidad del Señor con el dolor, evitando con esa postura empinarnos sobre la autoridad que confiere la religión, que indudablemente siempre será una tentación para el abuso del poder y la simulación de la piedad.
Cuando somos verdaderamente voz de Dios, somos también la voz del oprimido, la voz de los que no tienen voz.
La denuncia profética no debe ser nunca una forma de presión para alcanzar beneficios particulares, su única recompensa debe ser la restauración, el cambio, la promoción de la justicia, la construcción de nuevas relaciones basadas en el respeto a la dignidad del ser humano.
En este sentido, la denuncia requiere transparencia, firmeza y compromiso. La denuncia profética se hace asumiendo el dolor de otros, es decir, tiene un profundo sentido solidario. Denunciamos el dolor colectivo, el mal que nos afecta a todos. Por tanto, la respuesta que aspiramos debe tener ese sentido colectivo. Si denunciamos un mal que afecta la mayoría, la respuesta a esa denuncia, también debe beneficiar a la mayoría.
La denuncia profética debe cuidar el lenguaje. Debe evitar limitarse a lo coyuntural, lo momentáneo, lo escandaloso y trivial. Su lenguaje debe apuntar a principios, debe señalar valores y ubicarse dentro de un marco de referencia histórico que le de vigencia en el tiempo. Para citar solo un ejemplo, recordemos el sermón de Fray Antón de Montesinos, que aunque referido hace quinientos años a una situación concreta, hoy podemos recoger con vigencia el eco de sus palabras.
La voz profética de la iglesia es un gran compromiso en una sociedad compleja que necesita escuchar la voz de Dios para reorientar su actuar. Un colectivo de iglesias que pretenda asumir un rol profético pertinente debe ser capaz de unir la capacidad técnica de los laicos con la pasión y piedad de los pastores. Solo así proyectaremos una iglesia comprometida con el Reino.
Una iglesia que vive en el sistema, pero que no se acomoda al mismo, sino que niega y denuncia sus antivalores.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - El carácter de la denuncia profética