Te©ología sí, idolatría no

La misión de la iglesia no puede divorciarse del cuidado de la tierra.

07 DE SEPTIEMBRE DE 2025 · 08:00

Kazuend, Unsplash,bosque verde, árboles cielo
Kazuend, Unsplash

Los cristianos evangélicos hemos dejado en manos de técnicos y de grupos naturalistas seculares la preocupación por la naturaleza. Con demasiada frecuencia nos hemos desentendido del problema, asumiendo una responsabilidad tímida y limitada frente al cuidado de la creación de Dios.

Nuestra indiferencia y negligencia son evidentes: ni siquiera hemos asumido la tarea básica de difundir las advertencias constantes de científicos y ambientalistas sobre el grave deterioro que sufre nuestro hábitat. Dolorosamente, el pueblo evangélico no ha desarrollado una teología robusta, visible y profética sobre el cuidado de la creación.

El abuso de los recursos naturales suele estar sostenido por estructuras sociales poderosas que favorecen la exploración de grupos depredadores fuertes, ambiciosos y egoístas, mientras dejan indefensa a una mayoría débil, carente de voz para denunciar los daños.

La violencia que hoy ejercemos contra el ecosistema, la biodiversidad y el equilibrio ambiental ha desencadenado una crisis urgente, visible en el cambio climático, la deforestación, la escasez de agua y la contaminación, entre otros factores que reducen la calidad de vida que Dios quiere para la humanidad.

Cuando se malgastan los recursos naturales, no solo se afecta a una comunidad inmediata, sino que se hiere a toda la creación de Dios. El problema no es únicamente ecológico, sino también ético. El principio bíblico de la mayordomía no se limita al cuidado de los templos o de nuestras congregaciones: abarca la preservación de la naturaleza y de todo lo que el Creador nos confió.

Sin embargo, muchos sectores evangélicos han reducido su discurso a un pesimismo apocalíptico, centrado en anunciar la rápida desolación del planeta. Esta visión, aunque reconoce la inminencia de los juicios divinos, nos ha impedido asumir nuestra responsabilidad actual frente al mundo en el que vivimos. Tal perspectiva revela una teología deficiente, mutilada y débil que no sigue con apego y celo los grandes principios sobre la soberanía de Dios sobre todo lo creado.

>>>>> Sigue el Canal de Evangélico Digital en WhatsApp, actualizado al minuto con los artículos y noticias publicados

Otro problema es que nuestra ética suele limitarse a lo personal e íntimo. Condenamos con energía las faltas sexuales o las modas provocativas, pero guardamos silencio cuando el pecado se manifiesta en estructuras sociales injustas que destruyen comunidades y ecosistemas. Esta desproporción ha generado una teología reducida e incompleta, incapaz de ofrecer un testimonio integral del evangelio.

No se trata de minimizar los juicios de Dios sobre la tierra, pero tampoco de precipitarlos con nuestra negligencia. Si creemos que el pecado humano provoca la degradación de la creación, debemos entender que corresponde a los cristianos mostrar un camino alternativo.

La esperanza de un cuerpo glorificado en el futuro no justifica descuidar el cuerpo presente; del mismo modo, la promesa de cielos nuevos y tierra nueva no nos exime de la responsabilidad de cuidar la creación actual. Estamos llamados a ser un anticipo visible del Reino que viene.

Por eso, el cuidado del medio ambiente es un tema profundamente ético: el abuso de los recursos refleja injusticia, egoísmo, ausencia de solidaridad y desconocimiento del propósito de Dios para la humanidad. Somos los cristianos quienes debemos levantar una conciencia ecológica que empiece en nosotros mismos y se proyecte con un testimonio informado, fundamentado en la ciencia y en la teología, que oriente a la sociedad hacia un uso equilibrado de los bienes naturales.

En la Consulta Global de Lausana sobre el Cuidado de la Creación y el Evangelio, celebrada en Jamaica en 2012, se afirmó que este tema está dentro del señorío de Cristo, en quien todas las cosas han sido reconciliadas con Dios. El cuidado de la creación es parte integral de la misión cristiana y expresión de adoración al Dios redentor. El documento final de esa consulta subrayó que el amor por Dios, por el prójimo y por la creación, junto con la pasión por la justicia, nos impulsan a una “urgente y profética responsabilidad ecológica”.

Allí se hizo un llamado a desarrollar una teología integrada, vinculada a programas educativos, que equipe a pastores, seminarios e institutos bíblicos para discipular a las iglesias en el cuidado de la creación. Una teología que no se limite al culto dominical, sino que informe nuestras acciones, confronte ideologías económicas destructivas y se convierta en un marco profético para influir en políticas públicas y prácticas privadas.

La misión de la iglesia no puede divorciarse del cuidado de la tierra. El Dios que nos encomendó anunciar el Reino también nos llamó a ser mayordomos fieles de su creación. Él no diseñó un universo fragmentado, sino un sistema interdependiente en el que el ser humano, portador de su imagen y semejanza, tiene la responsabilidad de preservar y cuidar lo creado.

La continuidad de la vida humana y de toda especie depende del grado de conciencia con que enfrentemos hoy nuestros desafíos ambientales. Reconocer que el mañana depende de las decisiones que tomemos hoy es, en sí mismo, un valor profundamente cristiano que exalta la vida y honra al Creador.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - Te©ología sí, idolatría no