Pastores jugando a la ruleta rusa de la política
La preocupación crece al ver repetirse que desde el púlpito se salta al podio político con una facilidad que inquieta.
30 DE JULIO DE 2025 · 08:00
En los últimos tiempos ha surgido una figura peculiar dentro del ámbito político de América Latina: el pastor evangélico que, de manera repentina y sin trayectoria política o comunitaria significativa, anuncia que se postula como candidato presidencial. Se trata de un personaje más conocido por sus actividades ministeriales -predicación, consejería, radio y vínculos eclesiales- que por su participación política en cualquiera de sus niveles.
En muchos casos nos referimos a líderes apreciados y respetados dentro de sus congregaciones y comunidad, quienes, sin haber manifestado antes aspiraciones políticas, sorprenden al anunciar su búsqueda de la candidatura presidencial. Lo hacen en contra de los consejos de sus colegas ministeriales, su iglesia e, incluso, su propia familia.
Lejos de generar entusiasmo o esperanza, este tipo de anuncio suele producir confusión, preocupación y desconcierto. ¿En qué momento se gestó este cambio radical? ¿Dónde está el punto de inflexión que transformó al pastor en político? Estas preguntas quedan sin respuesta, confirmando una vez más lo impredecible de la naturaleza humana.
Las justificaciones que suelen manifestarse para hacer estos inesperados anuncios están centradas en el deterioro moral y espiritual del país, y en la necesidad -según ellos- de que la llegada de un cristiano a la presidencia es la única vía para restaurar la nación. Sin embargo, tales motivaciones no resultan convincentes para muchos observadores, que ven en estos movimientos más ilusión que visión, más impulsos personales que un verdadero llamado de Dios.
Este tipo de pastor-candidato parece haber perdido de vista el impacto notable que su ministerio ha tenido. Pasa por alto el valor de acompañar a un adicto en su recuperación, de restaurar una familia rota, o de enseñar valores transformadores a comunidades enteras. Tampoco logra valorar que, dentro de su iglesia, existen jóvenes con vocación política que podrían formarse de manera legítima para ocupar cargos públicos.
Estos pastores parecen haber agotado su entusiasmo por el ministerio. Creen que pueden hacer más desde la política, cuando en realidad están abandonando lo que hacían mejor. Cambian el espacio espiritual y comunitario -donde eran efectivos y útiles- por el ruido y la superficialidad de una campaña electoral.
Resulta urgente identificar qué está detrás de estos cambios. ¿Se trata de un agotamiento ministerial no resuelto? ¿De una frustración personal o una herida emocional? ¿De expectativas sociales incumplidas? ¿O quizá de un delirio de grandeza alimentado por el reconocimiento y el poder?
La preocupación crece al ver que este fenómeno se repite con frecuencia. Desde el púlpito se salta al podio político con una facilidad que inquieta. En algunos casos, da la impresión de que el ministerio se ha convertido en una plataforma para aspiraciones personales, más que en un espacio de servicio espiritual genuino.
La política, que hoy se presenta como una especie de nuevo evangelio, no solo promete salvar la sociedad, sino también a la misma iglesia. Pero esto es un espejismo. Con frecuencia, en estos casos específicos, la experiencia dice que la política corrompe más de lo que redime. Y no olvidemos que las tentaciones que Satanás ofreció a Jesús tenían componentes claramente políticos.
Es lamentable ver cómo algunos pastores abandonan el lenguaje del Reino para adoptar el discurso político más común: promesas vacías, demagogia, ataques personales, “pactos estratégicos” que compromete temas relativos a la fe colectiva. Pierden así su identidad ministerial y se convierten en piezas del engranaje electoral.
A veces, este paso equivale a cambiar el estanque del evangelio -que parece pequeño- por un mar incierto y lleno de tiburones. Creen estar creciendo, pero en realidad están retrocediendo. Sería muy valioso elaborar un diagnóstico pastoral que ayude a detectar los puntos críticos en los que el líder ministerial comienza a confundir el llamado con la ambición.
Lo que vemos, tristemente, es una transición abrupta, no un proceso de maduración y formación. En muchos casos el abandono del púlpito por la arena política para quienes realmente no tienen la vocación y el llamado para moverse y discernir las complejidades de la política es como pasar de los sublime a o lo ridículo.
Lo aconsejable es que el pastor que ha desarrollado un ministerio exitoso y bendecido desde el púlpito no lo abandone para lanzarse a complejo mundo de la política. En el caso de pastor establecido y aceptado, la política partidista es una aventura riesgosa, una apuesta incierta que no vale la pena jugarse tanto por tan poco.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - Pastores jugando a la ruleta rusa de la política