¡Se acabaron los feos!
El uso (y sobre todo el abuso) de la cirugía estética merece un análisis desde el punto de vista ético.
02 DE JULIO DE 2025 · 08:00

No se asusten, no es que nos van a matar a todos. El título se refiere a un artículo de Julio Ravelo Astacio, publicado en el Periódico Hoy, 28 de junio de 2025, en el que se aborda de manera crítica el auge de la cirugía estética, especialmente cuando esta es motivada por lo que se conoce como el Trastorno Dismórfico Corporal (TDC), una condición en la que la persona se obsesiona con defectos imaginarios o exagerados de su apariencia.
Aunque la cirugía estética puede tener beneficios reales (como la reconstrucción de malformaciones o secuelas de accidentes, o la mejora de autoestima en ciertos casos), el autor advierte sobre los riesgos físicos, psicológicos y sociales que conlleva cuando se convierte en una vía de escape frente al malestar emocional o las presiones sociales por alcanzar estándares estéticos artificiales.
Desde un punto de vista cristiano, hay que preguntarse si esta realidad puede plantear un problema que puede ser abordado en el espacio apropiado desde nuestras iglesias. Pues mi respuesta es que sí.
Este artículo del señor Ravelo puede ser una herramienta útil que nos ayude a abordar este problema, no solo desde el punto de vista estético, sino también ético y moral.
Éticamente, el cuerpo se puede convertir en un objeto manipulable y moldeable al servicio de una cultura visual que valora más la apariencia que la persona. Esto rompe con el principio de la dignidad intrínseca del ser humano, al reducirlo a su imagen física.
Se plantea para el profesional en estos casos un dilema ético crucial: ¿Es moral lucrarse con el sufrimiento psíquico de los demás?
La industria estética se beneficia de las inseguridades de las personas, muchas veces sin una evaluación adecuada de su salud mental, lo que agrava su fragilidad emocional.
Recibamos estas valiosas herramientas que pueden ayudarnos a orientar a nuestros hermanas y hermanos de la iglesia cuando por presiones sociales, lastimaduras en su autoestima, complejos y demás conflictos psicológicos se ven frente al dilema de hacerse una cirugía estética.
Los dejo con el señor Ravelo, porque yo sé que con mi nariz amplificada y mis generosas fosas nasales no seré percibido como un analista imparcial en este tema.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - ¡Se acabaron los feos!