Trump, los evangélicos y el riesgo de instrumentalización
No solo Trump ha instrumentalizado a la iglesia; también los evangélicos le hemos instrumentalizado a él.
13 DE JUNIO DE 2025 · 08:00

Donald Trump ha sabido instrumentalizar políticamente a una parte significativa de la iglesia evangélica, y esta, a su vez, se ha dejado acomodar a esa manipulación con sorprendente docilidad.
Se trata de una relación de poder y conveniencia. Trump se ha declarado un "cristiano aconfesional", una expresión contradictoria e impropia, que no es más que un gesto político: una forma de decir “simpatizo con los evangélicos, pero no tengo compromiso alguno con los valores y demandas de Jesucristo y su Palabra”.
Pero no solo Trump ha instrumentalizado a la iglesia; también nosotros, los evangélicos, lo hemos instrumentalizado a él. Frente al avance de una agenda global amenazante, abominable y temiblemente destructiva, construimos un imaginario de resistencia y encontramos en Trump una figura comparable a Ciro, el rey persa que —sin ser parte del pueblo de Dios— fue usado por Dios en la historia bíblica. Así, lo elevamos a la categoría de “instrumento divino” destinado a salvar a la iglesia de la también perversa catástrofe globalista.
Olvidamos que, en la mayoría de los contextos históricos, el avance y la consolidación de la iglesia no han venido por medio del poder político. Más bien, la iglesia ha sido más fiel a su misión cuando ha caminado a contracorriente del poder, no desde él.
Cuando se somete o se alía con estructuras de poder político, suele pagar un alto precio en cuanto a su testimonio, independencia y fidelidad.
Si se acepta la comparación entre Trump y Ciro, esta no debería pasar de ser una apreciación circunstancial, arbitraria e interesada. Se trata de una lectura acomodaticia, que no refleja tanto una convicción teológica como una estrategia de supervivencia institucional. La relación entre Iglesia y Estado, a lo largo de la historia, ha sido siempre compleja, ambigua y riesgosa.
Es cierto que podrían encontrarse algunos rasgos de personalidad similares entre Trump y Ciro. Pero incluso ampliando la comparación, cabe recordar que el final de Ciro no fue particularmente glorioso. Trump, más que un líder providencial, es un político con profundas debilidades que necesita más de la iglesia que lo que la iglesia necesita de él.
Lo que más me preocupa es que muchos pastores cercanos a él parecen no percatarse de que este hombre necesita ayuda, necesita oración, necesita que le recuerden que el poder tiene límites. Necesita verse a sí mismo no como un mesías, sino como un ser humano común, con fallas, con necesidad de redención.
La ayuda de la iglesia no proviene de ningún político, sino de Jesucristo, la Roca inconmovible de los siglos. Trump necesita a Cristo, no una fachada religiosa de conveniencia política. Y si los pastores que lo rodean tienen verdadero acceso a su vida, deberían ayudarle a reconocer su necesidad espiritual y ministrar en su corazón, no alimentar su ego.
El poder político otorga influencia, pero no coloca a nadie por encima de las demandas éticas de Dios. Nadie está exento del imperativo de reconocer a Dios como Señor.
Cuando un hombre se identifica completamente con el poder o se cree indispensable, ha entrado en un terreno peligroso. No puedo concebir la devoción de algunos evangélicos hacia un político cuya trayectoria está marcada por la falacia, la arrogancia y el engaño.
Me resulta incomprensible cómo tantos le otorgan una simpatía ciega a alguien que llegó a decir que podría disparar a una persona en plena calle y no perdería un solo voto. En su lógica de poder, la ética y los valores humanos no cuentan. Y aunque otros políticos también carezcan de principios, al menos no lo hacen bajo el manto de una aprobación religiosa que nunca debieron recibir.
Ni siquiera Jesucristo se colocó por encima de las exigencias del Padre. Él cumplió con todo lo que Dios demandaba. Es nuestra vanidad religiosa y nuestra ceguera espiritual lo que lleva a algunos a poner a hombres mortales por encima del bien y del mal, solo porque detentan el poder.
A quienes confunden la honra debida a Dios con la obediencia política, debemos recordarles las palabras de Jesús: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.
Trump necesita ayuda, aunque lo difícil sea que la acepte. La necesita no tanto como presidente o político, sino como persona. Y los pastores que lo apoyan, si realmente tienen una misión, deberían usar su cercanía no para aplaudirlo, sino para servirle espiritualmente. Porque más que demostrar desde la Casa Blanca encarnar una autoridad válida y responsable, lo que Trump ha mostrado son debilidades profundas que nos están poniendo en riesgo a todos.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - Trump, los evangélicos y el riesgo de instrumentalización