La identidad evangélica ayer y hoy

La identidad cristiana debe contrastar con la cultura light, el narcisismo, el consumismo, el orgullo individualista, la falta de solidaridad y las mentiras del mundo de hoy.

03 DE NOVIEMBRE DE 2024 · 08:00

Andrea Piacquadio, Pexels,caras gestos, rostros expresiones
Andrea Piacquadio, Pexels

Este 31 de octubre fue el “Dia nacional de la comunidad evangélica y protestante”, en la República Dominicana, según lo consagra la Ley 331-09. La importancia de esta fecha data de aquel memorable día cuando en 1517 Martín Lutero clavó sus 95 tesis en el dintel de la Catedral de Wittenberg, Alemania, con las cuales expuso su rechazo a las ventas de indulgencias y a otras prácticas abusivas de la Iglesia Católica que no estaban fundamentadas en las Escrituras.

Justo es decir que la aprobación de esta ley fue impulsada ante el Congreso Nacional por iniciativa de los legisladores Carlos Peña, Eugenio Cedeño y Miguel Franjul.

La Reforma Protestante surgió casi simultáneamente en varios países con la finalidad de hacer regresar el cristianismo a las enseñanzas de la Biblia. Este movimiento marcó, junto al descubrimiento de América y el Renacimiento, el fin de la Edad Media y el inicio de la Edad Moderna logrando un gran impacto que afectó la vida religiosa, política, económica y social en la Europa de aquella época.

 

La identidad de los evangélicos ayer y hoy

Hasta hace unas cuantas décadas los evangélicos en la Republica Dominicana eran reconocidos por un perfil cultural bien claro y definido que marcaba su identidad. Su estilo de vida y su forma de comportarse revelaba a simple vista sus características distintivas. La religión católica era la creencia predominante y los evangélicos estaban conformados por un diminuto grupo marginal de escasa influencia. Este desarraigo social de los evangélicos generado por el desprecio y la marginación en que vivían, era también fuente de inspiración que alentaba la firmeza de su identidad.

El catolicismo marcaba profundamente la vida y la cultura dominicana. Practicar una religión no católica era suficiente para establecer una visible diferencia con el entorno, sobre todo si se trataba de una creencia con el impulso y la vocación misionera de los evangélicos. De esta forma la identidad evangélica era facilitada por un contexto cultural simple y poco variado.

Pero la comunidad evangélica en República Dominicana ha crecido significativamente, su población ha aumentado de manera exponencial y hoy representa un porcentaje marcado con altas cifras numéricas que llaman la atención. Es innegable que los evangélicos han logrado un importante nivel de influencia en diferentes sectores, pero siguen por debajo de lo esperado de un conglomerado que está llamado a generar transformaciones más trascendentes y significativas.

 

El desafío de una identidad evangélica actual

En los últimos cuarenta años la composición numérica y social de los evangélicos se ha diversificado. Los evangélicos se podían ubicar casi de forma exclusiva en las clases bajas. Hoy tenemos una nueva composición multiclasista y multicultural que constituye un factor de importancia en medio de los cambios que se están produciendo en nuestro país.

Esta impresionante diversidad de expresiones evangélicas representadas en denominaciones, iglesias independientes y ministerios no tiene por qué ser contraria al testimonio de unidad que está llamado a dar la iglesia del Señor. Esta diversidad cultural, de clases y de niveles de influencia pudiera servir para enriquecer la fe, para evidenciar la universalidad de Evangelio y su poder para derribar barreras sociales, culturales, raciales y económicas. Esta diversidad de matices, como flores de un mismo jardín, no menoscaba el Evangelio, por el contrario, lo enriquece.

Pero sin embargo existe una grave crisis de identidad entre las creencias fundamentales que definen el ser evangélico y la praxis que desarrollar en su accionar de cara a la sociedad donde cumplen su misión.

La identidad evangélica debe ser recuperada sin pretender ubicarnos en el contexto cultural del pasado, en que las características que nos hacían deferentes venían dadas por la forma; es decir, por el contraste religioso que generaba una minoría evangélica en medio de un ambiente predominante católico. Esta identidad era alimentada por una subcultura religiosa que enfatizaba la apariencia exterior de las personas, como eran la forma de vestir y de arreglarse, sobre todo en la mujer. Sería injusto negar que un notorio sesgo machista marcaba las relaciones hombre mujer en las iglesias sostenida con énfasis autoritarita desde el mismo liderazgo pastoral. Aunque aún queda algo de eso, se puede decir que hoy ya no es tan notable.

Para Pablo Deiros el problema de las iglesias evangélicas en la actualidad estriba básicamente en cómo vivir la sana doctrina y una ética cristiana consistente, sin caer en los peligros de acomodarse a los valores conformados por el mundo y no por el Evangelio.

Se trata de un problema que demanda mucho discernimiento, pues vivimos un mundo que tiende a ser cada día más religioso. Los fenómenos místicos y religiosos están a la orden del día. Un vocabulario religioso con variados gestos y símbolos está penetrando profundamente la cultura. Para los cristianos evangélicos, el gran problema a resolver hoy y mañana yo no es cómo predicar a Cristo en mundo secularizado, sino como ser cristiano en un mundo donde lo religioso predomina. En un mundo secularizado, el cristiano brillaba con luz propia y su identidad era fácil de distinguir.

Deiros afirma que “los magos de hoy son capaces de hacer todos los milagros imaginables. Toda la creatividad e imaginación de la carne no será suficiente para poner en evidencia su mentira. Solo el poder y autoridad que vienen del Espíritu Santo podrán contrarrestar los engaños y mentiras de Satanás, como ocurrió en los primeros días del cristianismo”. La identidad evangélica está afectada por un malestar profundo de la cultura que abarca todas las esferas de la sociedad, su recuperación solo es posible con la dirección del Espíritu Santo y una atenta reflexión de las Escrituras.

Sin embargo, esta identidad no la podemos buscar en el contraste pintoresco y costumbrista de otros tiempos, hay que buscarla en un profundo y manifiesto sentido de unidad que sobrepuja las diversas expresiones religiosas. La identidad evangélica debemos recuperarla en un compromiso de vida con los valores del Evangelio y en la encarnación de una voz profética que denuncie los poderes falsos, la injusticia y la idolatría.

La identidad cristiana tiene que hacerse manifiesta en contraste con la cultura light, con el narcisismo, con el consumismo, con el orgullo individualista, con la falta de solidaridad, con las mentiras del mundo de hoy.

La identidad evangélica solo se hará notable nuevamente a través de una búsqueda más desprejuiciada y humilde de las Escrituras bajo la dirección del Espíritu Santo.

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