El lugar del arte en la vida cristiana
El cristiano debiera usar todas las artes para la gloria de Dios, no sólo como algo práctico en un momento dado.
15 DE SEPTIEMBRE DE 2024 · 08:00
‘La Última Cena’ y la batalla cultural (4)
Ya mencionamos en el anterior artículo que hay un turbulento y agitado capítulo de la historia del protestantismo europeo que recoge una intensa y furiosa lucha contra toda imagen que evocara temas religiosos o se refiera algún acontecimiento bíblico que insinuara algún reflejo de lo divino.
Básicamente impulsada por las influyentes ideas de Calvino, la iconoclasia fue una violenta ola de rechazo y destrucción de obras de artes (imágenes) que se produjo en Europa del Norte a partir del siglo XVI. Estas revueltas estuvieron encabezadas mayoritariamente por protestantes que temían que la producción de artes plásticas propagara la idolatría.
La iconoclasia fue una cruzada que marcó con pasión y fanatismo, a veces despiadado y cruel, un sentir protestante que se ha enraizado en la cultura a través de la historia que ha desterrado toda manifestación artística plasmada a través de la pintura o la escultura como una inclinación idolátrica que debe ser rechazada sin ninguna consideración o reparo.
Este repudio antiestético se ha extendido por largos siglos afectando seriamente la apreciación de los evangélicos hacia toda la creación artística que implique la representación de la vida o de la historia a través de las artes plásticas (pintura o escultura). Todo, muy a pesar de la valoración que el mismo Dios le da a los ornamentos y detalles artísticos que Él indica a hombres escogidos para que decoren con obras especificas los lugares dedicados a su servicio. Es suficiente con citar el esmero estético que Dios ordena en la construcción del Tabernáculo, del Templo y hasta de las ropas con la que deben vestirse los hombres designados para servir en los espacios sagrados.
En un pequeño libro que, pese su relevante aporte, es poco conocido en el mundo evangélico, Francis Schaeffer (1) destaca el Señorío de Cristo sobre la totalidad del hombre y la totalidad del universo y se lamenta de que nosotros los evangélicos no hemos hecho nuestras las riquezas que la Biblia tiene que ofrecernos para las esferas en donde se desenvuelve nuestra vida y nuestra cultura.
El señorío de Cristo sobre la totalidad de la vida humana significa que Dios creó a la totalidad del hombre, al ser humano completo en todas sus partes y que Cristo redime a la totalidad del hombre, al ser humano completo, y no sólo alguna de sus partes. Es sobre la base de estos principios revelados por Dios mismo en su Palabra que Schaeffer nos llama a comprender el lugar del arte en la vida cristiana.
Esta totalidad del ser humano abarca su intelecto y su creatividad. El cristiano debiera usar todas las artes para la gloria de Dios, no solamente como algo práctico y utilitario en un momento dado, sino también para el disfrute de la belleza como un fin en sí misma. Lamenta que nosotros los evangélicos hemos limitado el arte a la pedagogía gráfica de la Escuela Dominical, sin comprender que el Señorío de Cristo incluye toda la cultura.
Notas bibliográficas:
(1) Schaeffer, F. (1974). Arte y Biblia. Barcelona: Ediciones Evangelicas Europeas.
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Artículos anteriores de esta serie sobre ‘La Última Cena’ y la batalla cultural:
1.- ‘La Última Cena’ y la batalla cultural
2.- Leonardo da Vinci y su ‘Última Cena’
3.- Da Vinci, el Renacimiento y la Reforma protestante
4.- El lugar del arte en la vida cristiana
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - El lugar del arte en la vida cristiana